Si Balzac fuera nuestro contemporáneo, al escribir su Comedia Humana en el apartado de la Vida en Provincias, incluiría un capítulo sobre Querétaro, que en vísperas de Navidad vuelve a ser la comidilla a nivel nacional. Pero esta vez no es ni por orgullo ni por tragedia, como aquella masacre en el bar Los Cantaritos hace mes y medio, sino por las interminables filas para comprar en una tienda departamental que paralizan el tráfico de la ciudad, de por sí desquiciado por tanto desfile navideño.

El lector ya sabe a qué tienda me refiero: esa que pide suscripción anual y en la que hay quienes se dedican a la reventa de sus pasteles y otros productos.

Estas filas que desafían la paciencia y el sentido común no son un mero síntoma de consumismo, sino algo más profundo. Representan —apegándonos al espíritu balzaquiano— el esnobismo provinciano en su máxima expresión. La idea de que un pavo congelado, unas botellas de vino en oferta o cualquier otro producto le dan “categoría” a la cena navideña resulta tan absurda como fascinante. Porque, al final del día, no importa si la ciudad está colapsada y el tráfico convertido en un infierno: lo esencial es que la mesa luzca como la de Trump.

Por ese espíritu de consumismo que raya en la ridiculez, los guionistas de Seinfeld, serie icónica de los 90, ironizaron y crearon una celebración alterna a la Navidad, llamada Festivus. Ideada por el personaje Frank Costanza, quien, cansado de toda la parafernalia, decidió rebelarse contra las fiestas decembrinas: nada de árboles llenos de adornos ni regalos envueltos con esmero. Por el contrario, el símbolo de esta festividad era un inerte poste de aluminio, y, en lugar de intercambiar obsequios, se recordaban los agravios acumulados durante el año.

En esto de los agravios, Querétaro tiene mucho que decir. La violencia se ha incrementado, y no sólo en la percepción, sino en la realidad. Ya he mencionado la masacre en el bar, pero en los últimos años hemos vivido una trifulca en el estadio Corregidora, continuos incidentes de tráfico que terminan a golpes y una sucesión de ejecuciones. Sin olvidar el estrés que generó la obra faraónica de 5 de Febrero. Algo está fallando o, peor aún, está cambiando en el subsuelo de la otrora tranquila sociedad queretana. Esa violencia, que parecía ajena, ahora nos tiene atrapados.

Se supone que diciembre es una época de buenos deseos, pero también debería ser un momento para reflexionar. ¿Hacia dónde vamos como sociedad? Y para las autoridades, un recordatorio: cuando son abucheadas, no se lo tomen como algo personal. Son los agravios de una ciudadanía que ya no tolera la indiferencia ni la ineficiencia. Ese es el Festivus queretano.

Tal vez lo que necesitamos no sea más tráfico ni un pastel esnob, sino un poco de sentido común para enfrentar el año que viene con mejores ideas. Felices fiestas.

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