Desde el corazón simbólico de México, ese espacio de la liturgia política llamado Querétaro, la presidenta Claudia Sheinbaum anunció un retorno a los orígenes que dieron forma al régimen posrevolucionario y que se mantuvo como un apotegma casi sagrado pero laico que decía Sufragio Efectivo, No Reelección, pero que fue eliminado durante la llamada Transición Democrática.
Pero, hagamos un poco de historia. Esta idea la acuñó Porfirio Díaz en su campaña contra Benito Juárez, pero luego se le olvidó. Paradójicamente, más de tres décadas después, Panchito Madero lo usó en contra del mismo Porfi y tras el huracán revolucionario se convirtió en el lema que adoptó el nuevo régimen y fue uno de los pilares del sistema porque permitió al partidazo controlar los destinos de sus cuadros al premiar o castigar y no que estos definieran su destino político frente a los votantes.
Tras la mal llamada Transición Democrática, la clase política consideró que ya no había necesidad de poner esos candados antirreeleccionistas pues el contubernio PRI-PAN regodeada en su autoelogio se sintió tan democrático como la antigua Atenas y argumentaron que había que permitir la reelección y apostar a la profesionalización de los equipos legislativos, de manera que la permanencia de los diputados en la Cámara dependiera del apoyo del electorado y no del partido, como solía suceder.
Esto, muy al estilo de Estados Unidos, donde hay congresistas que pueden reelegirse varias veces. Sin embargo, México no es Estados Unidos y, de inmediato, el sistema mostró sus flaquezas. Si bien los diputados podían ser castigados en las urnas, después podían ser premiados por el partido con alguna plurinominal, con una vía para mantenerse en el poder.
El otro principio que la presidenta ha anunciado es la lucha contra el nepotismo, porque, precisamente, derivado de esta borrachera democrática en la que creíamos vivir, en la resaca muchos consideraron que podían heredar el poder a sus familiares en línea directa, legitimándolo a través del voto.
Esto creó verdaderos sátrapas que se enquistaron en el poder en varios estados y no se diga en los municipios, donde prácticamente el alcalde sabía que tenía asegurada la reelección, salvo excepciones.
Ahora toca esta nueva reforma antirreeleccionista y contra el nepotismo. Ya se presentó ante las Cámaras de Diputados y Senadores. Por lo pronto, lo que sabemos es que se pretende reformar los artículos 55, 59, 82, 115, 116 y 122. Ojo, el tema de la eliminación de los llamados plurinominales no se toca por el momento.
Esto puede sacudir el escenario político local, donde dinastías se han perpetuado en diversos cargos. Pero queda la pregunta: ¿estas reformas impulsarán una verdadera renovación de las élites políticas o, como en el eterno gatopardismo queretano, todo cambiará para que todo siga igual?
Periodista y sociólogo. @viloja