Mientras agoniza el año, brindamos con burbujas y devoramos 12 uvas mientras intentamos reflexionar. Los cambios de ciclo son momentos propicios para hacer un balance de lo que ha sucedido. Más allá de clasificar si ha sido bueno o malo, sirve para analizar el camino recorrido.

¿Cuál es el balance como sociedad queretana de este 2024 que, como todos, empezó con mucho optimismo? Lamentablemente, el año lo cerramos con mucho escepticismo y desazón. Ya lo he mencionado: este fue el año en que Querétaro perdió la inocencia. La masacre en el bar Los Cantaritos, en pleno corazón de la ciudad, dejó una marca imborrable: Diez muertos, además de otras cifras que no se han transparentado; asesinatos en zonas suburbanas que se manejaron, como siempre les gusta a los gobiernos —sin importar su color—, como casos foráneos.

Entonces, el balance para este 2024 en Querétaro muestra un año en el que la sociedad descubrió que vivía en un mito de seguridad, una burbuja de paz que puede romperse en cualquier momento. El gobernador Mauricio Kuri, al igual que lo hizo en su momento Garrido, opta por apostar a la publicidad y a cerrar pactos con las élites, pero no con la ciudadanía.

Ahora estamos ante un nuevo panorama que exige retos renovados para Querétaro. Sí, también hay un balance positivo: Querétaro presume de grandes inversiones, especialmente en el ámbito tecnológico. Sin embargo, todo se opaca bajo la sombra de violencia que ha oscurecido al estado.

¿De qué sirven los grandes anuncios de crecimiento económico cuando hay poca sensibilidad social por parte de las autoridades? Ya lo había sentenciado el Departamento de Estado de los Estados Unidos en un reporte: Querétaro es próspero, pero intolerante.

Van tres ejemplos. Primero, el caso de la adolescente acusada de homicidio tras un aborto, donde hasta tuvo que intervenir la presidenta Claudia Sheinbaum y las autoridades locales no tuvieron más opción que agachar la cabeza. Segundo, la retención arbitraria de estudiantes de la UAQ por llevar una bandera de Palestina y libros en su auto. Lo que parecía una gran fiesta para el gobierno panista municipal —ser sede del Día Mundial del Hábitat— terminó en desazón, porque la policía estatal, haciendo gala de su prepotencia, detuvo a estos jóvenes y violó su derecho a la libre expresión.

Y tercero, el despojo violento, con uso de perros, a mujeres indígenas comerciantes del Centro Histórico. Fue un acto que evidenció la prepotencia y el clasismo en su máxima expresión por parte del alcalde Felipe Fernando.

Así, 2024 fue un año de desazón política, donde Querétaro se vio frente a un espejo que reflejó sus fracturas más profundas. El 2025 exige decisiones, mirar de frente, replantear el rumbo y actuar con la urgencia que los tiempos demandan.

Periodista y sociólogo. @viloja

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