El inicio de un nuevo capítulo para México se ha teñido de los mismos claroscuros que marcaron el final del sexenio anterior. A menos de una semana de asumir la presidencia, Claudia Sheinbaum enfrenta los retos urgentes de una crisis de seguridad que no da tregua y el desafío de demostrar que su estilo personal de gobernar no es una mera continuación de su antecesor, sino una nueva página en la historia del país.

La euforia tras la toma de posesión de la primera mujer presidenta de México era palpable. La emoción y el simbolismo marcaron un hito para la nación. Sin embargo, en política, quedarse anclado en la euforia suele ser una mala estrategia.

En menos de una semana, se ha vivido desde la decapitación de un alcalde en Guerrero, hasta la crisis de seguridad en Sinaloa y Chiapas, sin olvidar que el ejército mexicano ejecutó a migrantes, Sheinbaum tiene que demostrar que su liderazgo no estará basado en el espectáculo de los actos históricos, como el perdón pedido por el 2 de octubre del 68, sino en la capacidad para responder a los desafíos del presente.

A manera de paréntesis: no olvidemos que el vecino Guanajuato también está sumido en esta crisis y que incluso nos afecta con el asesinato de dos músicos guanajuatenses en suelo queretano.

Esto implica decidir si continuar con la estrategia militarizada que caracterizó el gobierno de López Obrador o implementar un enfoque más centrado en la inteligencia, como intentó hacer en la Ciudad de México. Sin embargo, modificar esta política podría generar fricciones con las Fuerzas Armadas, un actor clave que fue apapachado por el presidente saliente.

Otro aspecto que ha comenzado a diferenciar a Claudia Sheinbaum de su antecesor es su estilo de comunicación. Durante sus primeros días, Sheinbaum ha mostrado un enfoque mucho más estructurado en sus conferencias matutinas, alejándose del tono casual y anecdótico que caracterizaba las ‘mañaneras’ de AMLO.

En su primera conferencia, la presidenta respondió de manera breve y concisa a las preguntas de los reporteros, algunas de las cuales parecían hechas para que se luciera, como cuando le preguntaron cómo había dormido la noche anterior, a lo que Sheinbaum simplemente respondió ‘bien’. Este contraste refleja no sólo una diferencia de estilo, sino una comunicación menos espontánea, pero más formal y técnica. ¿Este estilo conectará con el público de la misma manera que lo hizo su predecesor?

Esto va aunado a que la presidenta Claudia debe buscar su propia identidad política. Desde su campaña ha enfrentado la crítica de ser un ‘títere’ de López Obrador, alimentando la idea de un ‘maximato’. Aunque coinciden en muchas políticas, Sheinbaum tiene que demostrar que su Presidencia no es una simple extensión del gobierno anterior. Su reto es encontrar el balance entre continuar la Cuarta Transformación y marcar su propio camino.

Periodista y sociólogo. @viloja

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