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El deporte y la escuela son las áreas donde Emiliano Renedo Arana aprende día con día a desarrollar interacciones sociales, algo que llega a ser imposible para muchas personas con autismo.
A sus 12 años, ya ha logrado jugar en un torneo de tochito bandera, estudiar en una primaria incluyente e incluso ha desarrollado la paciencia suficiente para ir al cine a ver una película completa, algo impensable cuando por primera vez se le diagnosticó su condición.
Mientras las oportunidades se abren, continúan acompañando a Emiliano su madre, Alejandra Arana Fuentes, su padre, Juan Carlos, y su hermano, Sebastián, este último le acompaña como compañero de tochito en el mismo equipo.
Su familia ha luchado mucho para abrirle espacios y ayudarle a que trabaje habilidades sociales. Ahora tiene avances, pues antes era casi imposible que por sí sólo permaneciera atento en una clase escolar, por ejemplo.
Fue cuando tenía cinco años que un neurólogo recomendó a sus padres enviarlo a terapia del lenguaje, ante el diagnóstico de un trastorno generado del desarrollo no especificado. El apoyo psicológico que recibió detectó que tenía autismo profundo.
Muy poco se conocía del autismo, ahora incluso se le clasifica de forma diferente: a partir de la dificultad que conlleva relacionarse socialmente.
Hay tres niveles de autismo: nivel 1 en el que quien lo padece requiere de cierto grado de apoyo para desarrollarse en sociedad; el nivel 2, que implica ayuda de manera notable; y el nivel 3, en el cual el autista necesita el respaldo diario y posiblemente por el resto de su vida.
Para la familia de Emiliano enfrentar su diagnóstico fue difícil, pero el esfuerzo que realizaron todos permitió que ahora pueda estar un tiempo solo en la escuela, sin la necesidad de tener una “maestra sombra”, es decir, sin que un docente se deba dedicar a él 100%.
Acude a una primaria regular incluyente, integrada por grupos de máximo 10 niños, en los que la mayoría son regulares, mientras que hasta tres de ellos presentan algún déficit de atención, por ejemplo, síndrome de Down o el mismo autismo.
Encontrar una escuela así implicó al menos 20 rechazos. Incluso una ocasión, una escuela o recibió, pero en su primer día y un hora y media después de tenerlo en clase, le pidieron a su familia que lo recogieran.
La respuesta que les daban era que necesitaba una escuela especial, pero Emiliano tiende a replicar lo que ve, por lo que hacer esto podría representarle un atraso, de acuerdo con el apoyo psicológico que recibía.
Finalmente tras muchos intentos llegó a una escuela que le permite cumplir con todo el programa curricular, con las mismas actividades que se les exigen a los demás, pero acopladas a él. Por ejemplo, se le permite realizar sumas una o dos cifras, mientras que a los demás se les encargan de tres.
Hoy tiene un notorio avance, aunque en ocasiones aún le cuesta enfocarse, entender la comunicación verbal y especialmente la no verbal, pues no identifica los gestos de los demás: no sabe detectar si se encuentran enojadas o tristes.
Emiliano suma 8 años en actividades deportivas, se encuentra en su segundo equipo de tochito, un. No le gusta el equipo de seguridad que utilizan, ni tampoco pegar, pero sí jugar en equipo y enfocarse en su labor para robar banderas.
Antes, le costaban actividades como hacer filas o esperar turnos, pero hoy sabe enfocarse en objetivos, algo que lo hace brillar para quitar banderas en su equipo.
Dio una gran emoción a su familia cuando, mientras se encontraba formado para realizar una actividad, volteó a ver a un compañero y le dijo: “No me empujes”, pues se trató de una interacción social no esperada.
A su actual equipo de tochito bandera llegó tras una convocatoria. Acude a su entrenamiento tres días a la semana, principalmente le asignan quitar banderas para aprovechar el enfoque que llega a desarrollar.
Mientras se narra su historia, Emiliano corre por la banqueta, pide tacos, se acuesta arriba de una base de concreto, grita a su interlocutora: “¡Te voy a mojar!” o se quita la camisa para demostrar que puede actuar como un pollito naciendo. Repentinamente todo cambia cuando “Beto”, uno de sus entrenadores, le dice que es hora de hacer pases.
Alberto Guzmán, su entrenador, es pateador profesional. Lleva tres meses ayudando al equipo infantil juvenil en el cual se encuentra Emiliano; le exige lo mismo que a los otros jugadores, aunque él se especializa en enseñar a los pateadores, de ahí que quien se encuentra enfocado en el desarrollo deportivo de Emiliano es Julio Obregón, también jugador profesional de futbol americano.
Emiliano registra como deportista un gran avance, de manera particular en sus habilidades psicomotrices. Guzmán explica que a diferencia de sus inicios, ya socializa mucho más, tiene un avance notable en sus habilidades dentro de la cacha y lanza muy bien los balones, algo que antes no podía hacer.
Para integrar a Emiliano al equipo fue necesario platicar con los otros niños y ayudarles a ser pacientes, haciéndoles ver que toda persona desarrolla diferentes capacidades.
Una vez acabada la demostración de las capacidades de Emiliano, le planteó Beto diferentes preguntas para ayudarlo a socializar, entre ellas “¿te gusta entrenar?”, “¿te cae bien Julio?”, “¿qué haces al entrenar?”.
Jesús Salazar, director del equipo en el cual entrena, destacó que cada vez más se abren las puertas a la equidad, no queda en palabras. Son ya 30 equipos en el país en los que se realizan actividades para incluir a todas las personas; en Querétaro, son alrededor de cinco.