Tzilacatzin dejó en alto el nombre de Querétaro al posicionarse como el quinto mejor vehículo universitario de entre los que presentaron las 14 instituciones participantes en la Human Powered Vehicle Challenge (HPVC), que organizó la Sociedad Americana de Ingenieros Mecánicos (ASME) en Lima, Perú.
El triciclo adaptada obtuvo su nombre del guerrero azteca que se enfrentó a Hernán Cortés, y en la competencia consiguió el cuarto lugar en diseño, el quinto en velocidad, y el noveno en resistencia; este último obliga a recorrer 4 kilómetros que se traducen en dos horas de afrontar topes, curvas, caminos en zigzag y frenado repentino, pues arrollar a un peatón significa perder mil puntos.
El objetivo de la carrera fue encontrar el vehículo alternativo más seguro, ligero, económico y eficiente. Los ganadores tienen la oportunidad de construir el vehículo en serie, lo que permite reducir el costo de armado que, para el caso de Tzilacatzin alcanzó los 80 mil pesos.
Además del apoyo del Instituto Tecnológico de Querétaro (ITQ), los estudiantes buscaron patrocinios y realizaron actividades extra, como Víctor Hugo, quien para comprar material dio clases de diseño y dibujo en 3D.
El equipo crea su soldadura, pero aún debe batallar por comprar otros materiales. La mayoría de los componentes fueron diseñados por ellos, mientras que los de otras universidades llegaron a la competencia con piezas de repuesto, y algunos hasta mandaron fabricar la unidad, pues lo que se evaluó fue el diseño y los resultados.
Karla encuentra en Tzilacatzin la respuesta para problemas de movilidad y contaminación en Querétaro, y afirma que la unidad está diseñada para circular por zonas urbanas y rurales; para el caso específico del Centro Histórico responde a las normas que establece la Asociación de Ingenieros Mecánicos, respecto a garantizar la seguridad del piloto en caso de accidente.
Las ventajas que presenta Tzilacatzin, indicó Karla, hace que los estudiantes del ITQ puedan buscar un convenio con el municipio de Querétaro, similar al que tiene la Universidad Autónoma de Querétaro para fabricar 450 bicicletas eléctricas.
Para Max, lo ideal sería que empresas queretanas se sumaran para lograr producirlo en serie y crecer la oportunidad de que más personas la utilicen para sus traslados.
“Tenemos un gran diseño. La idea de éste es que no sólo se quede en un prototipo, que realmente sea una solución de transporte ecológico. Me encantaría ver éste vehículo como las bicicletas de Qrobici. Tenemos la idea de presentarlo en algunas empresas para buscar producir más de estos y verlos circular en las calles”.
Remarca que Tzilacatzin cumple con los requisitos de velocidad para zona urbana, pues fácilmente se conduce de 27 a 40 kilómetros por hora, velocidad que determina el piloto, además de que cuenta con luces, cinturones de seguridad de tres puntos y espejos retrovisores.
El triciclo cuenta con tres llantas que le permiten circular con facilidad por zonas urbanas y subdesarrolladas, sobre todo por su ergonomía, facilidad de frenado y dimensiones, características que aún se busca mejorar. El vehículo pesa actualmente 28 kilos, mide 128 centímetros de alto, 103 de ancho y 272 de largo.
“Es un vehículo muy ligero y, a diferencia de las bicicletas, es adaptable para cualquier posición, se adapta al tamaño del piloto”, señalan los estudiantes.
La inclinación del asiento a 30 grados permite que la fuerza que ejerce el piloto sea similar a la que aplica en un aparato de un gimnasio, de ahí que se aprovecha mejor.
“Se bajó esta llanta”, dice Alina, quien está lista para demostrar la velocidad que alcanzó Tzilacatzin en la contienda. La cámara de la llanta del vehículo del papá de Max tuvo que sacrificarse para la demostración, pues la del triciclo, junto con el rin, quedó prácticamente destrozada tras las pruebas de alto impacto en Lima.
Tras inflar las llantas, giran el vehículo unos 45 grados con Alina encima; está acostumbrada, en Lima los jueces la hicieron girar 360 grados para verificar que quien use el triciclo no sufra algún daño, raspón, golpe, o se salga de la unidad.
Da una vuelta para demostrar que con poco esfuerzo, y sin importar el tamaño del usuario, se puede recorrer largas distancias y transportar carga extra.
Ella e Ismael se prepararon físicamente para conducir el vehículo, el resto de sus compañeros se preparó para presentarlo a los jueces y enfrentarlo a las difíciles condiciones de la competencia.
La idea del vehículo nació en 2010 y se abandonó en el 2015. Max explica que en el 2017 su entonces maestro, Joaquín Pérez Meneses, le contó del proyecto, que para entonces se había detenido por la poca actividad de los eventos de ASME en México.
Entre quienes participan se encuentran estudiantes del ITQ en Ingeniería de Materiales, Mecánica, Sistemas y Logística.
Antes de construir la nueva versión de Tzilacatzin, quisieran probar suerte en una competencia nacional el 28 de octubre, pero otra vez se enfrentarán al problema del financiamiento, de ahí que Maximiliano Nieves, Karla Cornejo Rico, Andrés García, Víctor Hugo Cantero, Cintia Jiménez, Alina Morales, Jesica Cassani e Ismael Rosales suman esfuerzos, ya sea para participar en ese o estar preparados el próximo año, en busca de traer a Querétaro el primer lugar del HPVC.