“Lo mejor de tocar fondo es que solamente puedes hacer una cosa… subir”. Con 17 años, Samuel Gurría Vigueras cayó en la tierra de las drogas: marihuana, LSD, cocaína, heroína, cristal y alcohol formaron parte de su vida durante mucho tiempo… hoy es estudiante de la licenciatura en Nutrición y es uno de los mejores luchadores grecorromanos que tiene México en la división de los 60 kilogramos.
“No soy la mitad de lo que quiero, pretendo y merezco ser, con tener la aprobación de las personas que me importan es más que suficiente, me siento muy contento con Dios y con la vida por darme otra oportunidad”, explica.
Originario de Querétaro, Samuel comenzó a entrenar lucha a los 9 años cuando el entrenador Héctor Jiménez lo invitó a sumarse al equipo.
Empezó en el estilo libre bajo el mando del entrenador Sergio Rodríguez, después incursionó en el estilo greco, y a partir de ahí, toda la energía de Samuel se convirtió en medallas.
Fue alumno de la escuela de Talentos Deportivos, concluyó la secundaria y llegó hasta el cuarto semestre de preparatoria. Estuvo rodeado de una familia que siempre lo ha apoyado, sus padres, José Luis Morales Sánchez y Rosa Minerva Vigueras, así como sus hermanos, Abraham y Luis Ángel.
“La lucha me dio la capacidad para estar y convivir con los demás niños, estando ahí me identificaba con ellos, porque nos enseñan que todos los luchadores somos iguales, hay unos más buenos, pero todos tenemos la misma esencia de querer ganar”, expresa.
Se abrió paso y ganó el respeto de sus entrenadores y oponentes, se fue al Centro Nacional de Alto Rendimiento (CNAR), estaba en el camino de ser el mejor, pero la derrota en su primer campeonato panamericano de cadetes fue el bache que cambió su vida.
“Caí en depresión, me salí del CNAR y me vine a Querétaro, ya no entrenaba, conocí a personas que no debía y entré en el mundo del alcohol y la drogadicción hasta que poco a poco me fui perdiendo”, señala.
“Me empecé a juntar con un amigo que tenía problemas en su casa, a diferencia de mi casa donde siempre tuve atención y tuve el ejemplo de mi papá, quien nunca tomó ni se drogó. Siempre quise ayudar a mi amigo, pero en ese transcurso caí porque cargaba la depresión de la derrota”, dijo.
Escapó a Tijuana en un arrebato por no saber qué hacer, se perdió en las drogas durante 6 años, durante ese tiempo hizo cosas que aún le cuesta perdonarse. “Yo creo que lo más feo que viví fue que al estar en Tijuana vi amigos morir porque se inyectaban mal, en varias ocasiones tuve que dejarlos ahí porque si me encontraban con ellos me metían a la cárcel”, explica.
Estando en la frontera trabajaba haciendo malabares en los semáforos, las propinas eran en dólares, lo suficiente para mantener su vicio. Una noche, en un hotel de paso, Samuel tocó fondo.
“Una noche me vi en un espejo, era como la muerte, me empezaron a llegar sentimientos de golpe: primero tristeza y empecé a llorar como un niño chiquito, luego de haber vivido tantas muertes no había llorado, no sentía remordimiento; después tuve un momento donde sentí felicidad y llegaron varios recuerdos, cuando me colgaron mi medalla; y esos sentimientos me pegaron mucho, lloré demasiado y dije que ya no podía seguir haciendo eso, regresé a Querétaro y desde que pisé Querétaro besé el suelo y dije que no me volvería a drogar, a la fecha seguimos en la lucha”, sentencia.
“La desintoxicación de químicos no se lo deseo ni a mi peor enemigo”, dice Samuel. Pidió ayuda a sus hermanos para limpiarse de las drogas, después de haber huido de dos centros de rehabilitación, tuvo que agarrarse los pantalones y realizar el proceso en casa durante un mes.
“Le pedí a mi hermano que me encerrara en un cuarto con llave, por la ventana me daban de comer, para ir al baño me tenían que cuidar para que no me escapara, solamente consumía marihuana porque aún tenía la necesidad de querer drogarme, me aventé un mes en ese cuarto, hasta que empecé a salir a correr”, explica.
Samuel regresó a su ciudad impulsado por el gran amor que lo ha acompañado desde hace 10 años, Valeria Torres, su novia. Con su ayuda terminó sus estudios de preparatoria. Volvió a ganarse la confianza de su familia, de sus amigos y entendió que ahora su deber es ayudar a los jóvenes de su barrio.
Retomó los entrenamientos, ahora bajo la tutela de uno de los mejores entrenadores a nivel nacional que tiene Querétaro, Juan Carlos Linares, recobró su condición física y técnica, lo que lo llevó a luchar en el campeonato preolímpico de cara a Tokio 2020, Samuel se quedó en el camino, pero aún está preparándose para otra oportunidad de lograr el pase a sus primeros Juegos Olímpicos, en el campeonato mundial de Bulgaria a celebrarse en abril de 2021.