Gustavo Martínez es terapeuta. Aprendió la técnica necesaria para proporcionar diversos masajes como deportivos, linfáticos, relajantes, antiestrés, contra migraña y para recuperarse de contracturas musculares, así como lesiones diversas.

Pero Gustavo es débil visual. “Nací viendo pero una enfermedad me hizo perder la vista a los 18 años, para el año de 1999 comencé con la capacitación para volverme maso terapeuta; recibimos entre cinco y seis personas al día en el centro de la escuela de Ciegos y Débiles Visuales, por lo que esto no lo vemos como un negocio, lo tomamos como una forma de apoyar, atiendo también a personas en mi casa y ahí les cobro una cantidad módica para poder mantenerme”, dijo en entrevista.

Después de la capacitación como masajistas terapéuticos, los alumnos de la escuela de Ciegos y Débiles Visuales de Querétaro proporcionan dos años de trabajo voluntario en este centro para compensar a la institución por el oficio que han aprendido a desarrollar, mismo que les ha servido para mantener a 30 familias.

Sondean males

En tres diferentes cabinas es donde proporcionan la atención a los clientes; al entrevistarse con ellos, sondean qué áreas del cuerpo son las que tienen que trabajar. “Hay veces que en el inter de la entrevista, aparecen molestias, achaques y se le pide se coloque en la cama, ya después de cuestionarles sabemos qué utilizar, gel, aceite o pomada, decidimos qué hacer y nos podemos tardar desde 45 minutos hasta una hora y media”.

Después de un proceso de cursos de anatomía, fisiología y herbolaria —que dura dos años—, los invidentes y débiles visuales obtienen una certificación avalada por ICATEQ.

“Hemos podido ayudar a personas que tienen lesiones cervicales a que puedan caminar derechos otra vez, pero no somos quiroprácticos, somos masajistas y a través de una serie de sesiones es como hemos logrado hacer que se repongan, también algunos de nosotros trabajamos desde nuestras casas; en la escuela hacemos una guardia y a los pacientes les cobramos una cuota de recuperación donde una parte se queda la institución y la otra nosotros”, explicó Gustavo Martínez.

Son tres terapeutas al día los que llegan a las instalaciones, no siempre todos tienen labores, pero las sesiones se pueden programar con anticipación de acuerdo a lo que indican los mismos masajistas, que tratan de hacer la vida un poco más placentera a los pacientes que llegan a solicitar sus servicios.

Durante la semana en la escuela especial laboran 15 diferentes terapeutas en el mismo local que inició desde el año 1999 y que fue remodelado hace poco; a pesar del poco espacio, se cuenta con salas de computación, de enseñanza de braille, de lectura de libros y de grabación de libros.

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