Después de vivir agresiones físicas y abusos sexuales, Janette terminó presa en el penal de San José el Alto por tráfico de drogas; narra su historia tras ser transferida a una prisión federal y devuelta a la cárcel queretana.

Janette Izquierdo León ahora tiene 32 años de edad y fue encontrada culpable del delito de tráfico de estupefacientes, cuando el novio que tenía fue detenido en los límites de Querétaro con un cargamento de más de 50 kilos de mariguana. Él fue puesto en libertad después de pagar una fianza e inculparla de la compraventa.

Janette tiene un hijo de siete años de edad y asegura nunca haber visto ningún tipo de droga, pero narra que su pareja la llevaba al estado de Michoacán a comprar la verdura para su casa, pues en ese estado es mucho más barata.

“El no saberme valorar es lo que me trajo aquí, el que yo dependía de una pareja. Yo sufrí de varios abusos sexuales en el momento de tener intimidad con alguna persona había un cierto momento que me hacía recordar esa escena. Yo nunca vi que vendiera droga, a mí me consta que íbamos a las parcelas por frutas y verduras, porque allá es mucho más barato y en las parcelas aún más, pero nunca vi los 50 kilos de marihuana que escondió en la caja de la camioneta”, asegura.

Una revisión de rutina por parte de los elementos de la policía estatal fue el que detectó la droga escondida en las cajas de frutas y verduras. “Fue cuando él declaró ante el Ministerio Público que me di cuenta y me inculpó y yo no sabía nada. Mi sentencia es de siete años, 11 meses y 18 días”, explica.

Al estar acusada de un delito federal, narcotráfico, y por decisión de la Dirección General de Reclusiorios, Janette fue trasladada a un Centro Federal de Readaptación Social (Cefereso).

“La tristeza de allá es que no sales para nada, no hay un jardín, no ves el sol, estás todo el día sin hacer nada, no hay actividades, no hay trabajo. Yo sufrí mucho el tiempo que estuve encerrada en una celda muy pequeña en la que no hay espacio para nada. El personal te trata a gritos, te obligan a contestar “sí, señor” o “no, señor”, aunque sean mujeres… Lo más triste son los traslados. Mi madre nunca pudo verme por todos los requisitos y trabas que me pusieron. Estaba en aislamiento total, las llamadas son cada ocho días y son por cobrar al familiar”, detalló.

Cuando salga, en unos tres años, abrazará y besará a su hijo para compensar el tiempo en que no estuvo con él por estar encerrada debido a un delito que no cometió, dice.

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