Hace muchos años Guadalupe Lara tuvo el sueño guajiro de ser llamada: licenciada. Sin embargo, a pesar de ver muy lejos esa posibilidad, nunca dejó de imaginarlo, de soñarlo y de luchar para que eso se hiciera realidad.
El viernes 25 de noviembre de 2016 se convirtió en uno de los días más especiales de su vida; minutos antes de compartir su historia con EL UNIVERSAL Querétaro, recibió de manos del gobernador del estado su código que la acredita como licenciada en Enfermería, gracias a un programa de profesionalización.
María Guadalupe Lara Díaz tiene 54 años, es originaria de la comunidad de Ceja de Bravo, Huimilpan y desde hace 25 años su vida cambió radicalmente, cuando decidió dejar su lugar de origen para buscar un mejor futuro en la capital queretana.
Llegó a trabajar al consultorio del doctor Faustino Llamas Ibarra, a quien recuerda con mucho cariño ya que él fue uno de sus principales impulsores. No olvida aquella vez que le recomendó que siguiera estudiando, que veía en ella muchas cualidades que son esenciales en alguien que se quiere dedicar al sector salud: pasión, entrega, responsabilidad y, sobre todo ,espíritu de servicio.
“Me dijo: yo a ti te veo muchas cualidades. La verdad yo no sabía cuáles, porque yo soy de una ranchería, a mucho orgullo, pero yo no veía cercano nada de eso. Ver a los doctores, un estetoscopio, me infundía mucho respeto”, señala.
Quizá lo que le llamó la atención al doctor Llamas de Lupis –como le gusta que la llamen– fue su actitud y su disposición para siempre ayudar y apoyar en lo que fuese necesario. “Cuando me dijo eso yo todavía no era enfermera, trabajaba en recepción y en la farmacia”, recuerda.
Pasó el tiempo y descubrió que ayudar a los pacientes era lo que quería hacer el resto de su vida, por ello, comenzó a buscar los primeros consejos y recibió una incipiente capacitación con su prima Margarita, a quien también le agradece las primeras enseñanzas, como aprender a tomar la presión arterial.
En ese momento, quería seguir adelante, pero Lupis apenas había concluido sus estudios de primaria.
“Las oportunidades siempre están cerca, sólo hay que saber encontrarlas. Yo les comparto que mi secundaria y mi preparatoria las hice abiertas. Me preguntaba en qué momento iba a hacerlo, pero lo logré, a pesar de haber reprobado un examen Ceneval, pero no me di por vencida. Seguí estudiando hasta lograr esto que hoy tengo”, refirió.
Su madre murió en 1997, su padre en el año 2004; a pesar de ello dice tenerlos siempre muy presentes en su vida.
“No soy un ejemplo a seguir, pero parte de lo que soy y lo que he logrado es gracias a mis padres, quienes me transmitieron sus valores, su empuje y su tenacidad”, sostiene.
Tiene cinco hermanos, dos de ellos trabajan y viven en los Estados Unidos, una situación muy común de encontrar entre las familias de Huimilpan. No está casada, no tiene hijos naturales, aunque sí muchos adoptados, ya que confiesa que muchos de los médicos pasantes han encontrado en ella una figura materna que les provee de consejos y muchas enseñanzas de vida.
“Hoy no la pudieron acompañar sus familiares, pero aquí estoy”, dice un joven médico llamado Jorge Luis Aguilera, quien valora el apoyo que recibió de Lupita en su etapa como pasante. “En la pasantía siempre me apoyó, me enseñó a estar codo a codo con los pacientes. Es una persona muy responsable, entregada, empática con el paciente. Creo que el éxito profesional sólo es un aval de la gran calidad humana que ella tiene”, señala el hombre.
Actualmente, se desempeña como enfermera en una clínica de la colonia San José el Alto, pero ha estado en diversas unidades médicas, una de las más difíciles fue la de Urgencias, donde ha visto casos que la han impactado, como aquella en donde vio cómo un migrante hondureño, que se cayó del tren, perdía sus piernas. “Muchas veces uno no es tan fuerte, yo me considero débil, pero en esos momentos hay que sacar fuerzas de donde sea, todo con la finalidad de ayudar, de colaborar, de aliviar el dolor de los pacientes”, algo que a ella la motiva todos los días.