Para un niño ser testigo de la violencia de sus padres conlleva consecuencias a largo plazo, y requieren de apoyo profesional, dijo Juan Carlos García Ramos, psicólogo clínico adscrito al Hospital General Regional (HGR) Uno, del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en Querétaro.
Indicó que existen importantes diferencias en que un niño sea víctima directa de violencia o solo sea testigo de la misma, pues los primeros podrían desarrollar consecuencias graves, como el síndrome de estrés postraumático.
Mientras que aquellos expuestos a presenciar el maltrato a otros -hermanos o madre- desarrollarán una actitud de rechazo a las funciones de género en sus relaciones interpersonales, a asumir como normal la conducta violenta o, en un momento dado, el menor puede asumirse como aliado del agresor.
Clínicamente, los niños testigos de violencia se muestran sumisos y pasivos ante los hechos violentos, y presentan ambivalencia emocional, confusión en la noción de culpabilidad y disociación en su rol de hijo ante el papá y la mamá.
Es muy común que en la pre adolescencia, luego de años de ser testigo del maltrato, tiendan a huir de casa como una manera de aislarse y no tomar partido de las personas que se violentan, señaló García Ramos.
Antes que el niño pudiera ser lastimado físicamente, él ha sido testigo de maltrato, ha sufrido negligencia emocional o ha sido sujeto de manipulación familiar.