Uno de los temas más recurrentes que he atacado en este espacio es la violencia de género. Es indignante que, por la razón que sea, existan mujeres que sufran violencia por el simple hecho de ser mujeres; pero más indignante es todavía que esa violencia se ejerza por otras mujeres desde el poder. Por aquellas que, habiendo protestado guardar y hacer guardar la Constitución y los ordenamientos que de ella emanan, ocupan cargos públicos y, aprovechándose de esa posición, hagan señalamientos misóginos y discriminatorios.
La violencia política de género es un cáncer que se mantiene y crece en nuestra sociedad. El hecho de afirmar, siquiera indirectamente, que una mujer llegó a cierto puesto o cargo público a cambio de favores personales (explícitamente de carácter sexual) es un acto de violencia en toda su expresión.
No sólo se trata de una manifestación misógina, porque pretende denostar las capacidades de las mujeres, reduciéndolas a un mero objeto de placer; sino también indignante, porque en estos tiempos, después de tantos años de lucha por la igualdad, es reprobable que alguien se atreva a insinuar que una mujer llegó a un cargo público a cambio de “favores”.
Quien se atreva a mencionar algo así, es simplemente, una persona sin valores.
Eso pasa con la gobernadora de Campeche, Layda Sansores; cuyo afán por “golpear” políticamente al líder nacional del PRI, Alejandro Moreno, la hizo caer en lo más bajo del debate público, pues se atrevió a señalar que las diputadas federales de ese instituto político, electas por méritos propios y con probada capacidad y experiencia, habían llegado a esos cargos por favores personales hechos al dirigente nacional. Nada más absurdo y falto de verdad.
No sólo dicha afirmación es falsa, sino también indignante, máxime cuando proviene de una mujer que ocupa un cargo público de primer nivel. Entiendo que dicha funcionaria busque “lograr la nota” y llamar la atención creando ataques infundados contra el líder nacional del tricolor, pero eso no le da derecho a violentar a las mujeres, en ningún sentido.
Ya basta de la violencia de género, especialmente aquella que denosta, lacera y denigra a las mujeres. Quienes estamos en la política y hemos ocupado algún cargo público, demandamos y exigimos respeto. Respeto para nuestra persona, por nuestras capacidades y, sobre todo, por nuestro esfuerzo. Nada ha sido gratis. Todo ha sido a base de entrega, sudor y lágrimas. ¿Qué diría Hermila Galindo? ¿Frida Kahlo? ¿Marcela Lagarde?, y tantas otras que lucharon por un lugar en un mundo de machismo y desigualdad.
No, eso no se vale. No se vale que por un afán propagandístico y político se manche el nombre y prestigio de las mujeres. Así no se juega en el debate político, así no proceden las “denuncias”.
Por lo pronto, estamos unidas y decididas a defender los derechos de todas nuestras compañeras. En toda la república mexicana se ha alzado la voz, y se ha reprobado lo dicho por la gobernadora. No podemos dar un paso atrás. Si se meten con una, se meten con todas. Esa es la encomienda y eso es lo que vamos a cumplir.
Unidas todas, en defensa por nuestra dignidad.