Hace un par de semanas se votó por la reforma eléctrica impulsada por Andrés Manuel López Obrador, pero a pesar del poder del mandatario, la iniciativa no prosperó, puesto que no obtuvo el apoyo necesario. ¿Qué sucedió y qué impacto tiene en la política mexicana?
La propuesta de la reforma eléctrica fue una iniciativa que permaneció en boca de todos por meses, tiempo que fue acompañada por análisis político. Tras intensos debates, por fin llegó el día de la votación, pero el resultado no fue el esperado por el presidente y su partido. López Obrador necesitaba 330 votos a favor para que la reforma eléctrica cobrara un valor constitucional, pero no se llegó a tan esperada cifra.
De los 500 votos posibles de diputados federales, 275 fueron a favor y 223 en contra (hubo dos ausencias). El mensaje es claro: la oposición, organizada, puede ser un contrapeso para el mandatario, situación que no se veía clara en los pasados años, puesto que los partidos estaban más concentrados en lamer sus heridas tras la victoria de Morena, en 2018, que en generar alianzas sólidas y organizarse entre sí para formar un solo bloque opositor.
Pero el resultado de las elecciones de 2021 por fin está cobrando peso. Prueba de ello es que Morena, el partido en el poder, y su líder hayan tenido que intentar seducir al PRI para asegurar los votos de legisladores que perdió en los comicios del año pasado. El partido tricolor pudo haber “vendido caro su amor” y aceptar la alianza con su similar en el poder, pero no fue el caso, solidificando la oposición.
Lo anterior ha generado tres resultados significativos. El primero es la respuesta que los morenistas han conducido. La reacción de Morena, fiel al comportamiento de su líder, es utilizar una narrativa de “traidores a la patria” hacia los 275 diputados federales que votaron en contra de la reforma eléctrica.
Es una declaración muy delicada que no debería ser tomada a la ligera. Pero hay que tomar lo anterior de quien viene.
Es evidente el gusto de muchos morenistas y, desde luego, de López Obrador de emplear una narrativa absolutista de malos contra buenos, de liberales contra conservadores y de héroes contra villanos, situación que lo único que evidencia es el escaso nivel político para construir argumentos.
El segundo resultado es importante para nuestra democracia. Lo que sucedió aquel domingo muestra que los partidos de oposición por fin han funcionado como un contrapeso en el sexenio en curso. Es trascendental, puesto que el poder concentrado en una figura o partido suele ser dañino para la democracia, ya que quien lo ostenta puede tomar decisiones unilaterales que sirvan para acrecentarlo y limitar o eliminar la competencia. Por el contrario, si hay contrapesos, habría más oportunidad de participación en la negociación y toma de decisiones, fomentando la democracia.
Por otra parte, un tercer resultado es la experiencia de organización que orquestaron los partidos políticos de oposición para hacerle frente al que está en el poder. Es evidente que ninguno, por sí sólo, cuenta con el músculo político suficiente para enfrentar cara a cara a Morena, pero juntos sí. Lo que sucedió en la votación es una prueba de lo que podrían hacer estos partidos si se unieran para afrontar juntos las elecciones presidenciales de 2024. ¿Lo harán o les ganará su ego, intereses individuales o los acuerdos bajo la mesa?