En los días pasados se realizó la votación de consejeros de Morena en varias entidades federativas del país. Algunos de los estados en los que se efectuaron estas prácticas fueron la Ciudad de México, Durango, Jalisco, Puebla y Querétaro. Hubo muchas noticias, notas, comentarios, etc., en torno a las jornadas de elección. ¿Cómo se puede percibir la labor del partido en el poder?
Morena es, hoy en día, el partido hegemónico en México. No hay duda de su extensión en el país, incluso en zonas donde antes otros poderes políticos eran sólidos y difícil de remover. Con una veintena de gubernaturas, cientos de alcaldías, decenas de senadores y diputados, además del Poder Ejecutivo, el partido guinda ha transformado el panorama político en apenas cuatro años, desde 2018.
Gran parte de este éxito se debe al discurso del presidente López Obrador, que se replica como calca en cada integrante de Morena. Este discurso, además de aborrecer y condenar a instituciones autónomas y otras originadas en la sociedad civil, como el INE, apuntaba que quienes hacían el cambio, es decir, los morenistas, eran diferentes que los demás políticos corruptos. Básicamente, el mandatario aseguraba que sus seguidores eran pulcros, inmaculados y nítidos en su pensar y actuar, justo como los líderes y dirigentes del partido.
Parece una burla este tipo de declaraciones, sobre todo el hecho de que se repitan desde el poder cuando hay amplia evidencia de los malos manejos en los que incurren no sólo los líderes y dirigentes del partido, sino gobernantes, legisladores y muchos otros morenistas. Pero lo que resulta quizá más increíble es que, a pesar de esta múltiple evidencia, no se perciba un impacto negativo en la popularidad del partido o de sus representantes. La situación es, cuanto menos, paradójica.
Como se mencionó arriba, el discurso del presidente condena las instituciones que le son incómodas al poder en turno, entre ellas al INE. Incluso, el mismo López Obrador ha señalado en reiteradas ocasiones que tiene por meta desaparecer a esa institución autónoma. A pesar de que suena absurdo este objetivo, pues significaría regresar al régimen priísta en el que las elecciones eran mera simulación, hay quienes apoyan fervientemente esta moción del mandatario, cayendo en una clara incongruencia, como en varias ocasiones en este sexenio.
En este contexto se centran las jornadas de elección de consejeros de Morena de hace unos días. Además de una desorganización tremenda, hubo múltiple evidencia de que se presentaron una serie de irregularidades a lo largo de los procesos de votación en los estados. Algunas de ellas fueron robo de urnas, acarreo de personas, compra de votos, entrega de despensas para motivar la votación, llenado de votos extra en urnas, etc., todas ellas prácticas del “antiguo régimen”, ese que, según López Obrador, ya no existe en el mandato morenista y en la llamada 4T.
Esta vez fueron elecciones desorganizadas y con severas irregularidades, lo que muestra con claridad la enorme necesidad de contar con el INE para nuestra endeble democracia. Es uno de los triunfos de la sociedad civil y debemos protegerlo. Por otra parte, no cabe duda que Morena es diferente y seguro se dirá que estas irregularidades en los procesos fueron sanas y necesarias para la transformación, pero quizá más seguro es que mucha gente se creerá eso.