No soy un gran entusiasta de la revocación de mandato, al menos como lo soy frente a otros instrumentos participativos que este gobierno —pienso— debiera fortalecer y tomarse más en serio. Aún así, no comparto muchas de las críticas que se han hecho al proceso. Las hay al menos de seis tipos:
1. Que la consulta es muy cara. Si bien hay algo de cierto en ello, los mil 500 millones de pesos que se van a erogar son menos que los 3 mil 800 millones que pretendía el INE, e incluso menos que los 8 mil de los comicios del 2021. Al tratarse de un proceso de aprendizaje cívico-político democratizador, la cantidad no necesariamente es excesiva.
2. Que puede fomentar la inestabilidad política. En efecto, si hoy se revocara el mandato del presidente, sería un sismo político nacional. No sucederá esta vez, pero en el futuro podríamos estar ante un escenario complicado. En cualquier caso, no debemos anteponer el argumento de la estabilidad al de la soberanía popular, y al derecho de los ciudadanos a remover a sus gobernantes si no les funcionan.
3. Que sólo los seguidores de López Obrador quieren que se lleve a cabo. Falso: Consulta Mitofsky ha demostrado que 69% de la población desea la consulta y que incluso entre quienes no aprueban a AMLO, un 44% está porque se lleve a cabo. Es la oposición partidista la que realmente se opone a la consulta, no la sociedad.
4. Que no es más que un instrumento de propaganda política. Falso: al presidente no le hace falta hacerse publicidad, se la hace todas las mañanas con la conferencia matutina. Y si quisiera aumentar su popularidad, tendría mejores opciones que encargarle el ejercicio al INE, que no le ha hecho más que cierta promoción, de forma obligada y a regañadientes.
5. Que el revocatorio es un derecho de los opositores a un gobierno, no de quienes lo apoyan. Eso es falaz porque ningún derecho depende de las preferencias electorales de las personas. Todos los ciudadanos podemos promover ejercicios participativos. ¿O acaso los simpatizantes o militantes de un partido no son ciudadanos? El estatus de “ciudadano” no se pierde al expresar una preferencia política.
6. Que la revocación es un instrumento para que López Obrador se quede más tiempo en el poder, sea por la vía de extender su mandato o de reelegirse. Se trata de una crítica de extrema mala fe que no tiene otro propósito que enrarecer el debate público. De todas, esta es la más tramposa y demagógica porque busca generar miedo en la ciudadanía a partir de amenazas infundadas y polarizantes. Es una forma de mentir descaradamente diciendo que es un instrumento de participación que puede servir para destruir la democracia, como asegura Ciro Murayama.
A este tipo de argumentos recurre la oposición porque saben que no tienen la fuerza de movilización necesaria ni son capaces de superar el arrastre de López Obrador. Porque se sienten y se saben muy débiles frente a su liderazgo y popularidad.
Por eso han decidido atacar a todo el mecanismo en su conjunto e intentar sabotear un instrumento de democracia participativa que, mal que bien, va en un sentido de ampliar la democracia, no de acotarla.
Con moderado entusiasmo, emitiré mi voto en el revocatorio. Lo haré, fundamentalmente, porque no es frecuente que a los ciudadanos se nos pida nuestra opinión en asuntos públicos. Aunque solo sea por esa razón, vale la pena salir a votar el próximo 10 de abril.