Desde hace 26 años Lolita Perusquía se fue a San Miguel de Allende, y llevó consigo fotos familiares y algunos muebles que conservó como recuerdo de su padre Ernesto Perusquía, Constituyente de 1917 y primer gobernador de Querétaro, luego de la promulgación de la Carta Magna.
Fueron 14 los hijos de don Ernesto, Lolita es la número 13. Dice que no era la hija consentida de su papacito, pero nació en un día muy importante para el Constituyente, el día en que se conmemora la proclamación de la Constitución de 1917. Así que el próximo domingo 5 de febrero, Lolita festejará 80 años de vida y la Constitución 100.
Hoy viernes, en el Panteón y Recinto de Honor de Personas Ilustres de Querétaro, se rendirá homenaje a los Constituyentes Queretanos: Ernesto Perusquía, Juan N. Frías, José María Truchuelo y Carlos Ramírez Llaca.
Lolita asistirá a dicha ceremonia, orgullosa de ser Perusquía. “Sí voy, me siento muy orgullosa. Dinorah, Carmelita y yo, Lolita, somos las tres que quedamos de 14 hijos. Platicando con el cronista Andrés Garrido del Toral, me dijo que hijos, en este caso hijas, de constituyentes nada más quedamos nosotras tres, los demás son nietos y bisnietos; es que son muchos años los que han pasado, son 100 años ya”.
Cuando murió Ernesto Perusquía, Lolita tenía apenas nueve años, sus recuerdos se fueron alimentando de la plática de sus hermanos mayores y su madre, Dolores Alcocer. Su infancia y juventud están llenas de anécdotas que pretende plasmar en un libro, no hay fecha aún de publicación, pero es una obra que tiene en proceso y, por el momento, lleva el nombre: Historia de una familia muy folclórica. “Y es que así hemos sido los Perusquía Alcocer”, platica Lolita a EL UNIVERSAL Querétaro.
Mi papá era un buen hombre. Ernesto Perusquía nació el 10 de marzo de 1877 en San Juan del Río, Querétaro. Desde muy joven se trasladó a la Ciudad de México y comenzó a trabajar en la administración del Timbre de la República, cargo que le permitió llegar a varios sitios del país. Se casó con una sobrina de Francisco I. Madero; tuvieron tres hijos.
“A principios de 1913 y encontrándose en Saltillo, Coahuila, teniendo a su cargo la Oficina Federal del Timbre, conmovió al país la noticia del asesinato del presidente de la República Francisco I. Madero; por su cargo oficial y en lo particular, mantenía estrechas relaciones con el gobernador del Estado de Coahuila, don Venustiano Carranza, por lo cual inmediatamente apoyó la protesta por el magnicidio del presidente Madero (…) Su apoyo a la rebelión Carrancista no sólo fue moral sino que inmediatamente puso en manos del señor Carranza 50 mil pesos de su propio peculio, más todos los fondos de la oficina recaudadora de su cargo; no obstante que sabía, de antemano, que de haber fracasado la rebelión, en ello hubieran ido su cargo y su vida. Desde ese momento siguió paso a paso la ruta que llevaba Venustiano Carranza”, relata Jesús Romero Flores en Historia del Congreso Constituyente 1916-1917.
En 1916 participó en el Congreso Constituyente, como diputado del distrito de San Juan del Río, Querétaro. Y en 1917 fue electo gobernador de Querétaro, el primer gobernador constitucional que tuvo el estado, luego de que la promulgación de la Constitución.
“Cuando mi papá llega de gobernador a Querétaro ya era viudo, tenía tres hijos hombres, que eran de su primera esposa, sobrina de Francisco I. Madero. Recuerdo que mis hermanos mayores nos decían, nosotros somos maderistas y ustedes carrancistas. Y sí. Siendo gobernador mi papá conoce a mi mamá, ella tenía apenas 19 años. Mi papá era ingeniero civil y con ese pretexto iba a la casa para hablar con la familia. Y llegaba a la casa caminando, no era como los gobernadores de ahora que andan con el coche blindado y los guaraguas, no, iba a pie mi papá. Qué tiempos tan bonitos aquellos”, dice Lolita con un suspiro.
Ernesto Perusquía Layseca y María Dolores Alcocer Mendoza se casaron y tuvieron como testigo a Venustiano Carranza. “Mi papá y Carranza eran amigos entrañables. Iba mucho al hotel que teníamos en Tequisquiapan, le gustaban las aguas termales, fue una historia muy linda su amistad”.
“Al terminar su periodo gubernamental, Perusquía pasó a la capital, donde volvió a ocupar el cargo de director general del Timbre y en el que permaneció hasta que el presidente Carranza abandonó la capital, el 6 de mayo de 1920. Emulando la epopeya de dos años antes, don Ernesto Perusquía se dirigió a Veracruz acompañando a don Venustiano Carranza, pero al ocurrir el desastre de Tlaxcalantongo y la desbandada a pleno campo, el propio señor Carranza ordenó la dispersión, antes de encontrar su trágico fin. El leal Ernesto Perusquía logró llegar a Veracruz, en donde permaneció oculto, y por fin salió rumbo a Estados Unidos, donde permaneció voluntariamente desterrado hasta 1923 en que regresó al país”, se lee en el libro Querétaro de la Constitución, Constitución de Querétaro, donde escribe Andrés Garrido del Toral
“Sí, se tuvieron que ir, creo que mi mamá iba embarazada de su segundo hijo”, agrega Lolita. De vuelta en el país, la familia creció aún más. “Mis papás tuvieron gran descendencia y me llena de orgullo decir que de sus 14 hijos yo vine al mundo un 5 de febrero. Yo creo que a él le llenó de gusto eso, porque para él era un rito ir al Teatro de la República el 5 de febrero, para la conmemoración de la Constitución. Se alistaba temprano para ir allá y ese día, luego de las ceremonia, le avisaron al llegar a casa que había nacido otra hija: Lolita, yo, porque antes nacíamos en casa, llegaba la partera que se llamaba María Marín, llegaba con su maletita a recibir a otro hijo de la familia Perusquía Alcocer, otra hija. Qué bonito para mí el nacer ese día”.
La casa de los Perusquía Alcocer estaba en el corazón de la ciudad de Querétaro, frente al Jardín Zenea. Es el llamado Edificio Zenea donde actualmente están las oficinas del Instituto de Cultura del Municipio de Querétaro.
Su infancia fue feliz y entre tantos recuerdos que guarda de su papacito, evoca con emoción ese pasaje en que don Ernesto, el Constituyente de 1917, se convertía en Santa Claus.
“Mi padre era encantador, cariñoso, padecía de gota y artritis, por eso siempre llegaba con bastón a hacernos cosquillitas para despertarnos. Algo muy hermoso que hacía es que se vestía de Santa Claus, se metía a su despacho y entrabamos por turnos. Cuando me tocaba pasar me palpitaba el corazón, era emoción y miedo, de ver a Santa Claus. Y cuando me tocaba entrar me decía con voz fuerte: ¿Cómo se ha portado niña? Y yo, tímida, contestaba: Bien. ¿Y de sus estudios? También. Hasta que un día lo descubrí por sus manos, porque era artrítico, dije: Santa tiene las manos idénticas a mi papá. Entonces comprendí todo, pero me seguí haciendo guaje dos años más para que me dieran regalos”.
Sus recuerdos de infancia y juventud Lolita ya los ha escrito, la idea es completar Historia de una familia muy folclórica, un libro que tendrá más detalles de Ernesto Perusquía, que cualquier libro de historia.