“Gallos Blancos, aparte de la pasión y que me ha dado muchas cosas en el periodismo y grandes amigos, ha sido esencial para el arraigo como queretano”, afirma Juan Carlos Aranaz, quien desde hace 22 años radica en Querétaro, a donde llegó de Naucalpan, Estado de México.

“El convivir, el conocer a tanta gente de diferentes medios sociales, de diferentes formas de pensar, que tienen una coincidencia con equipo y más que yo, de verdad. Hay quienes dicen que no hay que vivir del pasado, pero en particular, los tiempos pasados fueron mejores, había más arraigo [en la afición] sufrían con el equipo, era más honesta la afición con sus colores”, dice, al tiempo que agrega que sus hijos son Gallos desde la cuna.

Vestido con camisa a cuadros color blanco, azul, negro y gris, Juan Carlos explica entre risas que llegó a Querétaro traído por su mamá, pues en ese tiempo no tenía edad para decidir por sí mismo, a los 22 años de edad.

Mientras fuma un cigarrillo, recuerda que su familia puso una distribuidora de productos de belleza, actividad que combinaba con sus viajes de ida y vuelta a Naucalpan, para terminar la carrera de publicidad.

Tras terminar su carrera señala que fue complicado encontrar trabajo, y se dedicó por dos años a la venta de seguros. En ese tiempo decide casarse, por lo que su esposa se muda a Querétaro y juntos abrieron una maquiladora en Humilpan.

“Maquilamos ropa para una empresa estadounidense que hacía uniformes para equipos de basquetbol de la NBA. Fue complicado, la renta de la bodega era muy cara y lo dejamos por la paz. Después puse una empresa de limpieza y mantenimiento. Esa la tuve como 10 años”, indica.

De pie, a un lado de una ventana del cuarto piso de un consorcio de oficinas en avenida Constituyentes, con El Cimatario de fondo, Juan Carlos asevera, siempre entre risas, que tras eso decidió dedicarse a las bienes raíces, además de incursionar en el periodismo, oficio que le atrae.

“La afición a Gallos Blancos. Me vuelvo aficionado a Gallos Blancos a muerte y cuando viene el descenso contra Atlas, en el estadio Jalisco, desaparecen casi por completo las pocas páginas que había, se terminan las transmisiones de radio para el equipo, entonces con unos amigos hicimos una página de internet y comenzamos a hacer las transmisiones vía internet, en ese entonces con una USB, de los partidos en Primera A, eso fue en 2007-2008”, acota.

El hombre menciona que, tras el éxito de las transmisiones, lo invitan a una televisora de paga a hacer el programa de Gallos TV, lo que se convirtió en un éxito, pues por internet era muy visto, incluso fuera de México, ya que muchos aficionados del club seguían los programas en Estados Unidos.

Entre televisión e internet su programa, que refleja el sentir de la afición y parte de la vida interna de Gallos Blancos, ya cumplió nueve años de transmisión.

Su vida en Querétaro le ha brindado oportunidad de crecimiento personal y profesional, además de que ha podido ser testigo de los cambios que ha tenido el estado y la ciudad de Querétaro en 22 años.

“Ha habido un cambio radical. En los tiempos en los que llegué era un Querétaro muy tranquilo. No habría más de 400 mil habitantes en el área metropolitana. Las quejas eran que no encontrabas las cadenas que ahora encuentras en todas partes, restaurantes, pero [la ventaja] era que estabas a 15 minutos de todo. Era un estado muy seguro. Ha ido creciendo mucho, de tres a cuatro años para acá ha crecido mucho. Ya no es lo mismo, el congestionamiento vial lo vivimos todos, ahora estamos a media hora de todo”, bromea.

Asimismo, añade que la inseguridad, particularmente en el último año, ha crecido mucho. Pese a ello, asegura que se siente muy feliz en Querétaro, quiere a esta ciudad, además de que sus tres hijos ya son nacidos en el estado, por lo que no se ve viviendo en otro lugar.

Señala que en la Ciudad de México y su zona metropolitana su vida hubiera sido diferente, ya que emprender es más complicado en aquellas tierras, además de la calidad de vida, pues no podría ver a su familia como lo hace aquí.

“Tengo amigos [en Naucalpan] que hacen dos horas para ir al trabajo y dos horas para regresar y no ven a sus hijos, con suerte los ven los fines de semana. No creo que hubiera tenido esas oportunidades”, apunta.

Juan Carlos toma el vaso de agua de jamaica y bebe un poco. Voltea a ver por la ventana el tránsito de mediodía en Constituyentes y piensa en voz alta: “Tengo dos hijos pequeños, pero tengo una hija adolescente, evidentemente hay que estar más al pendiente de ella [ríe], pero si tienen la oportunidad de convivir, de llevarlos a la escuela y luego hacer tus labores cotidianas de trabajo. Algo que me parece muy importante es comer juntos la mayoría de los días de la semana, donde estás al pendiente de cómo les fue en la escuela. Eso sigue siendo incomparable”.

Luego de 22 años fuera de Naucalpan, el JC, como le dicen sus amigos más cercanos, confiesa que ya no siente nostalgia por la vida en aquel lugar. Hubo un tiempo, asevera, que iban a ver a la familia y los amigos, pero ahora, las pocas veces que van a la Ciudad de México lo hacen con miedo.

“Vives con miedo, no puedes ir a un lugar en la noche a hora muy tarde. Ya no es lo mismo, ya no te sientes en tu ambiente natural. Pocas veces viajó allá, aunque sí, son incomparables las cosas que encuentras allá, pero muchas ya las tienes aquí”, precisa.

Un tema delicado y que sufren casi todos los “fuereños” es la discriminación que viven aquellos que llegan a la entidad, y Juan Carlos, vivió ésta, aunque no de manera tan directa, ya que se contactó con amigos que tenía y que venían de otros puntos del país.

Aunque acepta que la discriminación por ser de otra entidad la vivió, la situación no fue como se vive ahora, “en que las mentadas de madre son más fuertes para el que trae placas de otro lado, que al que la riega con placas de Querétaro, pero sigue habiendo un poquito de discriminación”, pero Juan Carlos acepta que esa discriminación también se da de parte de muchos de los nuevos queretanos hacia aquellos que recién llegan a la entidad.

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