“A mí me gustaría en un futuro, tener una casa o un terreno, ¿dónde?, el lugar sería lo de menos, lo importante es que fuera para mí”, dice Gotrán Bautista Cabello, una mujer de 73 años que cada martes visita el Centro Sathya Sai Baba, ubicado en la ciudad de Querétaro, cerca de la antigua iglesia de Santa Rosa de Viterbo.
Hace siete años, Gotrán acudió por primera vez a Sai Baba con una de sus hermanas. En ese entonces, la atención se daba en la explanada del templo de Santa Rosa. La ayuda del centro representó mucho para ella, ya que no tenía una casa, ni comida y no encontraba trabajo en ningún lado a causa de la edad.
“Empecé a venir con una hermana, que ya murió. Aquí nos dan comidita, ropita, de todo. Nos dan todo lo que nos hace falta de primera necesidad”, relata Gotrán después de años de asistir al comedor para adultos mayores.
Cerca de Santa Rosa de Viterbo, en la calle de Dolores Frías, se encuentra el centro que cada martes da alimento, atención médica y psicológica de manera gratuita a personas de edad avanzada.
Los visitantes van desde hombres y mujeres que viven en las calles, hasta migrantes que están de paso en Querétaro. La mayoría son mujeres de la tercera edad, que viven en la periferia de la ciudad, en zonas como Santa Rosa Jáuregui o San José El Alto. En el caso de Gotrán, aunque no tiene casa propia, vive actualmente en la colonia Bolaños.
Su cabello castaño oscuro se combina con canas de color blanco brillante. Su estatura no pasa el metro 60 y las líneas de su rostro se han acentuado con el paso de la edad. Tres hijos, 10 nietos y ocho bisnietos son toda su familia, no obstante, desde hace un par de años que no la visitan.
Su primera hija la tuvo a los 17, antes de cumplir la mayoría de edad. Su novio al enterarse de su embarazo, se fue y “ya no le hizo caso”, relata. Años después a los 24, tuvo a sus dos hijos más chicos y aunque se casó, sólo duró cinco años con su pareja a causa del maltrato físico.
“Él era bien bravo y me golpeaba. Tengo mal este lado de la quijada de tanto que me pegaba. Llegaba de malas a la casa, llegaba borracho y le reclamaba que no me daba de comer y que andaba en la calle tomando, teniendo a sus hijos”, explica Gotrán, al señalar que nunca denunció a su agresor por petición de su padre. Actualmente ya no le ve caso, su ex esposo lleva 15 años de fallecido. “No me dejó nada a mí o mis hijos, y después de que lo deje, menos”, añade.
Al igual que ella, otras dos mujeres que atiende el Centro Sai Baba, fueron víctima de violencia intrafamiliar. Se embarazaron entre los 18 y los 26 años, y después de tiempo de vivir con su pareja, decidieron dejarlos para mantener a sus hijos por sí mismas a causa de la violencia.
“A veces dicen que les hace falta un padre, pero no, una solita puede. Es difícil es complicado, está canijo, pero se puede”, comenta una de ellas.
“Dicen que también de los recuerdos se llora. Ya pasó todo eso, pero yo no quiero recordarlo, porque me pongo a llorar y no quiero”, dice con una sonrisa y la voz quebrada una de las compañeras de Gotrán.
Sentada en una silla de plástico con un plato de comida entre las manos, Gotrán espera ser atendida por la psicóloga. Lleva tres sesiones acudiendo a terapia y reconoce que con el tiempo se ha sentido mejor.
“Tenía unas cositas ahí atoradas que no podía decir”, menciona al señalar que con el doctor pasado no agarraba mucha confianza. “A lo mejor fue porque era hombre”, admite.
Al proseguir con el relato, Gotrán menciona que después de dejar a su esposo, se dedicó a limpiar casas, trabajo que realizó durante el resto de su vida para mantener a sus tres hijos.
“Con la ayuda de mi papá, me fui a vivir con él para no pagar renta. Trabajé lavando ropa ajena, limpiando casas y con la ayudita que me daba papá y mis hermanos que también me ayudaron que con zapatitos y ropita para mis hijos”, recuerda.
Apoyo familiar. Su padre falleció hace 16 años y su mamá hace 57, murió a los 40 cuando se enfermó de hepatitis. “La cuidamos mucho, pero ya no pudo ella porque estaba muy enferma. Viví con ella hasta que murió y de ahí con mi papá y mis hijos, pero ahorita el más chico ya tiene 48 años y el más grande 54”, comenta.
Hasta la fecha, Gotrán vive sola en la casa de una sobrina en Bolaños. Sus hijos se casaron y las visitas que ahora recibe son escasas. No encuentra un trabajo fijo y no puede acceder a una pensión porque nunca cobró por nómina.
“He tenido algunos trabajitos, pero no he dejado de venir al centro, porque me pagan poquito como 300 o 400 pesos a la semana nada más (…) A mí sí me gustaría trabajar todavía y puedo hacerlo con mucha calma, ya no como antes, cuando tenía 30 o 40 años”, reconoce.
De forma bimestral recibe apoyo del programa 70 y Más otorgado por el gobierno federal, sin embargo, éste no es constante. El año pasado no pudo cobrar los 500 pesos mensuales correspondientes al primer semestre de 2016.
“Que no había dinero para mí, fue todo lo que me dijeron. Fui a los cajeros y después pasé a ver a los ejecutivos, les dije si me podían checar, porque a lo mejor algo que pudiera haber hecho algo mal, pero no, sólo me dijeron que no había dinero para mí”, menciona.
En Bolaños, donde vivían hace 30 años sus hermanas, también recibía un apoyo por parte del banco de alimentos, pero por desgracias fue atropellada hace dos años y perdió su lugar y la respectiva despensa por el tiempo que tuvo que estar en reposo.
A pesar de ello, Gotrán señala que prefiere venir al centro que a mantenerse en Bolaños, porque se siente “acogida y acompañada”. Después de su ex esposo, no ha vuelto a tener pareja y no está interesada en conocer a otro hombre, prefiere tener cuidado y fijarse bien. “Pretendientes si he tenido, ahorita tengo dos y dicen que me vaya con ellos, pero no eso. Ya para qué, eso ya se me hace cosa del pasado”.
“Si se va a volver a pasar por lo mismo que ya pasé, no tiene caso; que sea una persona que de verdad me pueda valorar, como ser humano, como pareja. A estas alturas para un amor, tiene que ser algo seguro. Si de joven metí la pata, pues otra vez, ya no”.