Juan García ha visto los cambios de Querétaro desde su peluquería ubicada en la calle de Madero, a unos pasos del Jardín Guerrero, donde desde 1973 atiende a su clientela, entre los cuales recuerda a Carlos Arruza, al ex gobernador José Calzada y al ex diputado Marco Antonio León Hernández, y aunque las estéticas son socorridas por jóvenes, a su negocio no le afecta en gran medida la presencia de estos locales, pues él es de la “vieja escuela”.
Juan, adulto mayor de carácter afable y charla sencilla, cuenta que desde el 17 de diciembre de 1973 corta el cabello a los queretanos o quien llegue a su pequeño local, el más barato de la zona pues la renta es de siete mil 300 pesos, cuando la de sus vecinos es de 15 mil o hasta 20 mil pesos.
Asegura que al primer cliente que le cortó el pelo y le cobró fue al torero capitalino Carlos Arruza, a quien recuerda como buena persona y que en aquella ocasión vino a torear a la plaza de toros Colón.
El interior de su peluquería es clásico: dos sillones giratorios forrados de vinil, con espejos en la pared, unas pequeñas repisas para poner los instrumentos de trabajo y un olor a talco, alcohol y loción. Decoran también los muros algunas muestras de cortes de cabello.
Afuera luce un desgastado anuncio de “Peluquería”, con los colores azul, blanco y rojo que caracterizaron por muchas décadas a las peluquerías donde los caballeros solían acudir a charlar, fumar un puro, encontrarse con los amigos, y de paso cortarse el pelo.
Incluso, en su negocio se puede observar una vieja navaja y un afilador de cuero, de aquellos instrumentos que solían instalarse a un costado del sillón para afilar los metales.
Eso cambió por disposición de las autoridades de Salud, quienes ahora piden que por cada cliente se use una navaja nueva, por lo que Juan ahora recurre a aparatos modernos que usan navajas desechables.
Don Juan recuerda que a los nueve años de edad llegó a una peluquería que se llamaba Salón de Alameda, en la calle de 16 de Septiembre, que sólo tenía como competencia la peluquería Alfonso XIII.
“Llegué ahí como bolerito, cepillando, atendiendo a los clientes, dándoles una revista, la boleada de zapatos. Cuando terminaba el peluquero, a cepillarlos. Me empezaron a decir los peluqueros si no quería aprender y les dije que sí”, señala.
Dice que en aquel tiempo eran máquinas de mano, no había eléctricas. Eran seis los peluqueros que trabajaban en ese local, y desde ese entonces no ha salido del Centro Histórico queretano, pues estuvo en otra peluquería en la misma calle de Madero.
Sentado en una de las sillas que ocupan sus clientes cuando acuden a cortarse el pelo, con ejemplar de un periódico local al lado, narra que el motivo por el cual decidió abrir su propio negocio fue para tener mejores ingresos.
“Puse la mía. El dueño de esta peluquería abrió aquí. Luego murió y me vine acá y su hija luego viene a ayudarme. Yo abro, yo cierro… tantas cosas que hemos visto pasar”, dice con un aire de nostalgia por los viejos buenos tiempos y por Querétaro que paulatinamente se pierde en la modernidad y el crecimiento urbano.
Ya había parquímetros
Indica que antes de convertirse en Andador, Madero era una calle abierta a los automóviles, incluso había parquímetros (que en breve regresarán al Centro Histórico debido a la iniciativa del presidente municipal de Querétaro, Marcos Aguilar Vega), estaba un sitio de taxis, en bar Reforma, había tiendas y la actividad de la calle era bulliciosa, recuerda.
Luego, cuando Rafael Camacho Guzmán fue gobernador del estado, en el periodo de 1979 a 1985, se hicieron los andadores en el centro, colocando jardineras y bancas, cuyos cambios se dan de acuerdo con las administraciones, “pues cada quien arregla como quiere”, precisa mientras ríe por la mordacidad de su comentario.
Subraya que este cambio de calle a andador en Madero le afectó a todos los locales comerciales de la calle, pues antes pasaban los autobuses llamados “urbanos” y se bajaban en la esquina, justo frente a su local.
“Ahora con eso y actualmente, con los estacionamientos caros y no hay, y andan vuelta y vuelta buscando dónde pararse, pero a algunos perjudicó y a algunos benefició”, asevera.
Asegura que no le afecta mucho la instalación de las llamadas estéticas, como la que está casi enfrente de su negocio, con decoración de colores llamativos, con grandes carteles con modelos de peinados extravagantes.
“En realidad, mis clientes son clientes viejos, de tiempo. Ahora los nuevos son los muchachos, que les gusta hacerse cosas, pero hay veces que les gusta arreglarse allá (enfrente) y vienen a que los termine acá”, abunda, mientras suelta una carcajada, divertido de los “errores” que cometen.
Juan dice que eso pasa porque las nuevas generaciones suelen cortar el pelo a máquina, mientras que él usa aún navajas y tijeras, “como la vieja escuela”, al tiempo que afirma que las barbas en los hombres vuelven a estar de moda, no solamente entre los llamados hipsters, sino también entre los varones de mayor edad, por lo que es frecuente que acudan clientes quienes le piden que les arregle y recorte la barba y el bigote.
Lugar de anécdotas
Indica que los clientes no solo van por el corte de pelo, algunos también van por la plática, además de que la afluencia al local es variable, pues “como puedo hacer en un día 25 cortes, como puedo hacer cinco”.
Subraya que muchos de los clientes de la “vieja guardia” suelen recomendar a sus hijos que vayan a cortarse el pelo con él, o clientes que llevaban a sus vástagos de pequeños y ahora son médicos, abogados, rateros (ríe), e incluso algunos diputados, como Marco Antonio León Hernández, cuando la sede del Congreso local estaba en el centro.
Visitas variadas
Algunos diputados acudían a cortarse el pelo rápido y los escuchaba hablar de sus asuntos y se enteraban a medias de lo que pasaba.
Uno de los clientes destacados que tuvo en el pasado es el ex gobernador José Calzada Rovirosa, cuya madre lo llevaba a pelar, junto con su hermano, aunque no en el actual local que ocupa, sino en el que tenía frente al templo de Santa Clara.
Asegura que no siente peligro de la competencia de las estéticas, pues ocasionalmente llegan algún joven con una fotografía de un modelo o cantante de moda y piden el corte de pelo igual, por lo que se esmera para complacer al cliente.
“Ahora ha cambiado, se hacen rayas, se ponen letras, todos se pintan el pelo. Me perjudicó poco (la llegada de las estéticas), porque si no ya hubiéramos cerrado”, puntualiza mientras ríe.