Los integrantes de la Explosiva Banda Liras, de El Pueblito, Corregidora, comienzan a tocar sus intrumentos... esa parece la señal para que los pajareros de Querétaro se pongan en marcha rumbo al templo de la Santa Cruz, en su tradicional procesión anual.
Antonio Martínez González, pajarero de oficio y de herencia, quien inició con esta tradición hace 45 años, camina al frente de los casi 100 vendedores de aves que con sus jaulas al hombro, decoradas con flores de distintos colores, toman camino por Arteaga, para llegar hasta Tecnológico, dar vuelta en Hidalgo y llegar hasta Juárez, seguir por Independencia y subir directamente hasta el templo de la Cruz.
Uno de los familiares de don Antonio le acerca una botella de agua.
“Traes la boca bien seca”, le dice el joven en el momento que le extiende la botella de un litro de agua.
“Desde que estaba en el vientre de mi mamá vendía pájaros. Mi mamá vendía también, en 1944, porque yo nací en 1935, vendía sus pajaritos al frente del templo de San Francisco, en la mera esquina del jardín [Zenea]. Había un árbol muy grande y ahí vendían mi mamá y mi papá pajaritos”, indica don Antonio, mientras avanza caminando sobre avenida Tecnológico.
Sobre esta avenida, a lo lejos se escucha una sirena: es una ambulancia de la Cruz Roja. Los integrantes de la procesión le abren paso a la unidad de socorro, que pasó a velocidad moderada, para luego acelerar cuando ya no hay gente.
La peregrinación avanza por Hidalgo. Las fotografías han pasado de moda, ahora los transeúntes toman sus teléfonos celulares para transmitir en vivo a través de Facebook. Jóvenes, adultos, incluso algunos niños, graban y suben al instante a sus redes sociales la peculiar caminata, que incluso recibe aplausos de unos ciudadanos que observan el paso de los pajareros y de sus familiares.
Lo mismo jóvenes que salen de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) que adultos mayores, recuerdan las primeras peregrinaciones, se maravillan con el espectáculo de la caminata.
No es sólo lo visual lo que llama la atención, son también los cantos de las aves. Entre canción y canción de La Explosiva van llamando la atención de todos los que presencian, voluntaria o involuntariamente, el paso de los pajareros.
A las pajareras y pajareros los acompañan sus familiares, quienes en algunos casos cargan arreglos florales que llevarán hasta la Cruz.
Adelante de los vendedores de aves va un grupo de concheros, quienes ahúman el camino de los pajareros. Detrás de ellos, un grupo de sacerdotes franciscanos da el toque de sincretismo al evento.
Los policías tienen que trabajar doble. Dos elementos en bicicleta se encargan de los cierres viales, dejan que el contingente pase y tienen que apresurarse para llegar a la próxima bocacalle para cerrar la circulación y evitar un percance.
Al llegar al jardín Zenea, los pajareros se convierten en el centro de la atención. Turistas extranjeros, nacionales y los mismos habitantes de la capital observan con curiosidad a los caminantes.
Don Antonio continúa con su charla. Dice que sus padres capturaban a ciertos ejemplares, mientras que otras se criaban en cautiverio, como canarios y jilgueros, que eran comprados a los mayoristas.
Ya más grande, don Antonio abrazó el oficio que le heredó su madre y su padre, aunque comenta que ya nada es igual a otros tiempos.
“Para nosotros, que de eso vivimos, que es nuestro patrimonio, hoy en la actualidad, la gente está muy cambiada, porque hoy, en lugar de tener un pajarito en casa tienen un perro.
“Ahora, en estos tiempos, mucha gente tiene gatos, y hasta traen cargados a los perros”, añadió.
Las seis hijas y seis hijos de don Antonio se dedican a vender aves. No son los únicos, pues ya son cinco generaciones en la familia del hombre que se dedican a la misma actividad.
Bisnietos de don Antonio ya comienzan a comercializar aves en los distintos mercados de la ciudad.
Explica que contrario a lo que se podría pensar, los pajareros ayudan a conservar ciertas especies de aves, pues al criarlas o saber dónde están su hábita, contribuyen a su preservación.
Agrega que los pajareros son conscientes del valor que tienen las diferentes especies de aves, pues son su forma de vida, conocen sus costumbres y sus hábitos alimenticios. Además de conocer los lugares donde anidan.
Los pajareros se aproximan a la Cruz. Quienes están en el campanario del templo avisan que ya se ven a los peregrinos llegar por la calle de Independencia. Esa es la señal para soltar los cohetones y darles la bienvenida.
Concheros, pajareros y familiares entran al templo, donde se oficia una misa para los recién llegados.
Los arreglos florales se colocan a los costados del altar, mientras que las miles de aves que están en las jaulas cantan casi al unísono. Cansados, empapados de sudor, doloridos, pero fieles, los pajareros cumplieron un año más la tradición que inició don Antonio en la década de los 70.
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