Cadereyta de Montes
Los hombres de blanco parecen provenir del centro de ninguna parte y apenas están en las primeras montañas de la Sierra Gorda, a la altura de Vizarrón de Montes, en Cadereyta de Montes, Querétaro.
Cuando el Flecha Azul abre su portezuela para dejarlos subir, ingresa a la unidad parte del polvo de mármol que allá afuera, visto frente al volante del chofer, parece niebla.
Los siete hombres toman asiento, moteados de las partículas con que trabajan, y hasta entonces se quitan de las cabezas y rostros las camisas y suéteres con los que se protegían de la polvareda.
—¿Cómo les va? ¿Les pagan bien ahí?
—Pss... más menos.
Remigio, de 29 años, se llama uno de estos hombres. Primero dice que “gana bien” y al final comunica: “480 la semana”. Se le comenta que un salario así representa ganar mil 920 pesos al mes; cantidad que es menor al salario mínimo, que es de 2 mil 220. Pero su compañero de asiento se adelanta para contestar con tono bromista:
—¡Apenas es peón, está corderito el Remigio… jijiji!
Pero el colega tampoco ha de ganar bien, porque al pedirle el dato, responde: “Ah... poquito más”. Luego mira hacia el cerro y descansa los ojos.
Antes de dormirse, Remigio recuerda trabajar en la industria del mármol desde que tenía 9 años, cuando lo metió su padre, quien a su vez fue iniciado por el abuelo. Que siempre ha trabajado, a excepción de los periodos en que no ha tenido trabajo, que han sido muchos.
Tras sacar cuentas, se sorprende al ver que en 20 años sólo ha trabajado de manera efectiva una tercera parte, a razón de una o dos semanas bajo empleo por cada dos o tres meses de desempleo.
El joven peón dice que la mayor parte de sus contratos han sido de palabra y a través de contratistas, nunca ha firmando con una empresa grande, donde le gustaría agarrar base. Seguro Social sí, pero “muy salteado” y al respecto recuerda que debe arreglar los papeles de su esposa, porque está por nacer su segundo hijo. Vive en Lomas de Guadalupe, Cadereyta. Falta una hora para llegar. Ha pagado al chofer 13 pesos.
Vizarrón es un pueblo con apenas mil 952 habitantes, pero genera más dinero que su cabecera municipal, aportando 52% del ingreso, de acuerdo con el Plan de Desarrollo 2012.
Las montañas vizarronenses son los mayores depósitos de mármol de Querétaro, aunque explotados por empresas que en su mayoría no procesan los productos derivados, sino que se concretan a extraer la roca y a revenderla en plantas situadas en otras entidades o del extranjero.
Con 11 minas de material calcáreo, Vizarrón extrae “carbonato de calcio, arena, cal, grava y laja”, así como “3 mil toneladas diarias de mármol y sus derivados”, según reporta el mencionado Plan, que también registra una población de 8 mil 887 obreros, jornaleros y peones (71.8% de los ocupados) y 182 patrones (1.4%).
Sin identificar zonas geográficas, el Estudio de la Cadena Productiva del Mármol, publicado por la Secretaría de Economía, informa que en esta clase de minas “aún se percibe el empleo de técnicas de extracción ineficientes, basadas en el empleo irracional de explosivos”; asimismo, que “muchos jornaleros no sólo utilizan procedimientos y técnicas de explotación manuales, que repercuten en la productividad y en accidentes”, sino que “buscan sobrevivir a condiciones de extrema pobreza, y desconocen las políticas de protección laboral, social y ambiental.”
Urbanización y pobreza
Mauro y Andrés acomodan tabiques, lanzan mezcla con las cucharas y apuntan con la plomada, buscando que el muro quede lo más parejo posible. Dicen estar haciendo una casa para su concuño Manuel y familia, obra que levantan sobre un terreno que, según dicen, fue vendido en una ganga: “Cuatro mil pesos.”
—¿Quién lo vendió? Sería bueno ver otro.
—Ah... con el señor Raúl, allá donde dice Casa Ejidal pregunte.
Como esta obra se advierten otras 40 en el nuevo caserío, que crece muy cerca de Villa Guerrero, a 30 minutos de Caderetya, municipio que en los últimos años se ha urbanizando de manera veloz; precisamente, con asentamientos irregulares.
Entre calles sin pavimento, extensiones planas y áridas durante tiempo de secas e inundaciones durante las lluvias; carencia de agua potable, luz y otros servicios, que llegan a cuentagotas hasta comunidades periféricas como Arroyo Zituni, Boyé, Boxasni, Puerto de Chiquihuite, Villa Guerrero, Villanueva o Zituni, este municipio aloja en predios irregulares a 34% de su población, que es de 64 mil 185 habitantes.
Al crecimiento irregular del área urbana, Cadereyta enfrenta en zonas rurales una agricultura “de temporal y sin excedentes”, supeditada al maíz y al frijol; sólo posee 139 hectáreas dedicadas la fruticultura y dos microrregiones que practican la ganadería.
Los datos del Consejo Nacional de Evaluación a la Política del Desarrollo Social (Coneval) golpean a Cadereyta, revelando que 72.9% de sus habitantes sufre pobreza “extrema” de 17.7% y “moderada” de 55.2%; además de que 26% adicional es “vulnerable” por ingreso y carencia social.
Según una encuesta municipal, realizada en 2014, los pobladores de Cadereyta enumeraron los cuatro principales problemas que los aquejan: “falta de empleo, falta de drenaje, malos servicios médicos y malas vías de comunicación”.