Adrián es un joven de 15 años de edad que estudia el primer semestre de la preparatoria; sin embargo, también debe ayudar a sus padres con las labores del campo.
Su verdadero anhelo es terminar sus estudios, para así, de ser posible, convertirse en un basquetbolista profesional.
Aunque sabe lo complicado que es este anhelo, tiene claro que no seguirá los pasos de su padre en el campo o de su hermano como migrante en Estados Unidos.
Con tenis muy rojos, lengüetas anchas y suelas acojinadas, propios de las personas que practican el deporte ráfaga, Adrián platica con sus maestros y sus amigos sobre diversos temas que los llevan a compartir risas. Se observa feliz por portar el uniforme del Cobaq campus Pinal de Amoles, privilegio que sólo algunos pueden presumir en su comunidad natal.
Pese a que su escuela no cuenta con una cancha de baloncesto, el joven carga su balón por todos lados y práctica desde la manera en que se toma el esférico hasta las anotaciones en canastas ficticias.
Durante ese tiempo puede despajarse de sus labores domésticas, pues aunque sabe que el campo es una de las primeras fuentes de empleo para su familia, no disfruta tener un azadón en las manos tanto como un balón.
A su corta edad no tiene claro cuál será su destino; sin embargo, muy seguro en su hablar, afirma que no desea quedarse en la Sierra Gorda toda su vida
Señala que eso implicaría seguir los pasos de la mayor parte de su familia; sabe que en Querétaro no podría conseguir su anhelo deportivo, o bien, un trabajo distinto al de sus parientes.
“Yo creo que podría meterme a trabajar, se podría decir que yo casi no cuento con recursos, entonces sí voy a tener que trabajar, pero me gustaría seguir trabajando, si no me encantaría ser basquetbolista. Aquí no hay las posibilidades, pero sé que puedo salir de aquí, me gustaría ir a la capital tal vez, o no sé, salir de aquí. Si uno no sale terminando la prepa va a terminar trabajando, pero mi intención es trabajar un tiempo para poder pagarme la universidad”, dice.
Pinal de Amoles, y en general los municipios de la zona serrana, dependen de las remesas que envían los familiares que trabajan en Estados Unidos, quienes en su mayoría tuvieron que viajar como indocumentados. Pero este joven de espíritu aventurero tajantemente se dice en contra de que sus opciones sean el campo o la migración ilegal “al otro lado”.
Él prefiere estudiar hasta terminar la preparatoria, lo cual ocurrirá cuando tenga 18 años de edad; luego proyecta dedicar un par de años para juntar el dinero suficiente que le permita estudiar la universidad. Así, una vez concluidos su carrera profesional, tendrá más oportunidades de trabajar en una oficina, lejos del campo y los molestos rayos del sol que golpeen su rostro.
Todo esto lo dice sin dejar de lado el sueño esférico de gajos azules y blancos que sostiene y juega entre sus manos. Una beca universitaria por deportes es lo que podría acercarlo a su sueño de basquetbolista profesional, es el pensamiento que murmura al sentirse avergonzado frente a su amigos. El color rojo de sus mejillas quemadas por el sol lo delatan.
En repetidas ocasiones se toma la cabeza con la mano izquierda, pues en la derecha tiene el balón, se rasca y hace una mueca para responder “no sé” ante los cuestionamientos de su futuro. Por ahora todo queda en ilusiones, prefiere seguir compartiendo lances con sus amigos y esperar que el tiempo transcurra hasta el momento de tomar las decisiones que cambien su vida.