Ema Jaime Ferrer, habitante de la comunidad de San Clemente, en el municipio de Pedro Escobedo, tendrá un espacio para recibir a sus seis hijos cuando la visiten en su casa, pues antes no tenía un sitio bajo techo para estar con sus vástagos, a quienes luego los dejaba en la calle. Ahora ya tiene un lugar más amplio que usará, dice, como cocina, para hacerles unos nopalitos y unos frijoles.
En tanto, Juanita Álvarez Álvarez, también podrá disponer de más espacio para ella, su esposo y tres hijos, pues con la habitación que con apoyo de autoridades municipales se construyó en su casa, sus hijos —uno de los cuales es ajedrecista que ha participado en varios torneos nacionales— dispondrán de un mejor entorno para seguir con sus estudios y su gusto por el deporte y la ciencia.
El sol calienta las calles cubiertas de polvo de San Clemente. Los niños comienzan a salir de clases y se observa movimiento en la comunidad, donde en cada esquina se pueden encontrar tiendas y negocios de comida.
Para llegar a la casa de Juanita, mujer de no más de 45 años, hay que subir por una pequeña calle de terracería, donde apenas caben dos automóviles compactos. Hasta ahí llega Beatriz León Sotelo, alcaldesa, de Pedro Escobedo, quien acompañada de personal del ayuntamiento hace entrega oficial de los cuartos a familias que vivían en condiciones precarias.
Dentro de la casa de Juanita, bajo la sombra de un árbol, esperan la anfitriona, su madre y vecinas que quieren ver y hablar con la presidenta municipal, con el propósito de expresarle algunas inquietudes que tienen sobre su comunidad y sus problemas.
Un gallo y un borrego están también en la casa.
Juanita explica que el apoyo que le dio el municipio fue la construcción de un cuarto de cuatro por cuatro metros. “Había ido a preguntar a la presidencia, había hablado con la presidenta (municipal) si había la posibilidad de poder gestionar un cuartito, porque no tengo los medios para construirlo. Tengo tres hijos, dos los tengo en la preparatoria y uno en telesecundaria. Los tres están en un solo cuartito, no tienen su privacidad”, indica.
Apunta que este cuarto es un logro, con el cual sus hijos podrán disponer de mayor espacio para estar en su casa y estudiar, pues el mayor, José Carmen, cursa el último semestre de preparatoria y si la economía familiar lo permite ingresará a la universidad.
Mientras que Jesús Alberto Reséndiz Álvarez, su otro vástago, cursa el cuarto semestre de bases de Ingeniería. “Este niño juega ajedrez. Ha ido a representar al municipio de Pedro Escobedo varias veces. Se ha ido a cuatro nacionales. Si se le hace se va a Torreón (Coahuila). El otro niño lo tengo en telesecundaria”, explica Juanita con nerviosismo y emoción. El esposo de la joven mujer es carpintero.
Precisa que para ir a los nacionales los gastos corren por parte de la familia, aunque en ocasiones los gastos, en parte, los absorbía la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade), en pasajes y hospedaje. Asimismo, en su momento el municipio le brindó apoyo.
Con este nuevo espacio, sus hijos ya no estarán en la misma habitación, “porque tienen que hacer su tarea, cada quien tiene sus libros y cada quien necesita su privacidad”, precisa.
Ahora, ya tendrán más espacio y un lugar digno para poder estudiar y tener cierta privacidad, además de que tendrán más luz, se van a poder concentrar mejor, será algo que mejorará su calidad de vida.
Juanita acompaña al grupo que va con la presidenta municipal a otra casa de la comunidad, donde espera Ema, de 65 años de edad, quien aguarda con su nieta, de 3 años de edad, la llegada de la comitiva hasta su domicilio, ubicado en otro de los barrios de San Clemente.
La mujer explica que su hija acaba de encontrar trabajo y le deja a su pequeña mientras va a sus actividades.
En medio de la calle empedrada, que hace honor a doña Josefa Ortiz de Domínguez, pues se llama Corregidora, Ema platica que la vivienda le beneficiará mucho, pues piensa adaptar su cocina, para recibir a sus hijos cuando la vayan a visitar.
“Yo no tengo espacio para ellos, y si tengo un patio para recibirlos es puro calor, no tengo un tejado, ni nada. Recibo de todo. Cuando llueve, un lodazal que se me hace ahí, porque no tengo piso adentro tampoco”, asevera.
Comenta que toda su vida ha vivido de esa manera, pues “uno como campesino nada más busca para vestir, calzar y comer, medio comer”.
A sus hijos, dice, los recibía en la calle o en su patio, pero ahora podrá tener un espacio más digno para la convivencia familiar.
Ema agrega que en su cocina les hará de comer a sus hijos unos nopales y unos frijoles, quelites, verdolagas, que es lo que han comido toda la vida.
Sus hijos viven también en San Clemente, en la misma calle, pero a cierta distancia. Algunas de las casas de sus hijos no cuentan con bardas, apenas unas piedras apiladas y unos plásticos enmarcados por madera como puerta.
Señala que sus hijos también son pobres, apenas ganan para comer y beber. Uno de sus hijos es albañil, sus yernos trabajan en las fábricas de los parques industriales cercanos a la comunidad y otra de sus hijas es madre soltera, por lo que tiene que trabajar para mantener a su hijo.
La mujer relata que se enteró de este programa de vivienda a través de la información que brinda el municipio, que es para la gente que lo necesita, por las condiciones precarias en las que viven en sus comunidades. Apunta que cuando supo que le construirían un cuarto se puso con su esposo a limpiar el terreno para que fueran pronto a edificarlo y tener su espacio.
“Me dio mucho gusto, me puse a tumbar cuanta barda me encontré”, dice mientras ríe contenta, al tiempo que precisa que su esposo es pensionado. Era jornalero, haciendo diversas actividades en el campo.
Ema trata de calmar el llanto de su nieta. “Extraña a su mamá. Se fue a trabajar. En tres años nunca la había dejado”, dice.
La mujer, entra a su recién hecho cuarto. Mira el techo que es alto y subraya lo fresco que se está dentro. La emoción se refleja en su rostro. Su vida, después de seis décadas, será diferente.