Muy cerca de la pirámide de El Cerrito vive el fotógrafo Miguel Ángel León. Originario de Ixtapalapita la bella, como le dice a su querida Iztapalapa, llegó a Querétaro por una de tantas “diosidencias” que le han tocado. Antes de iniciar la plática de su labor fotográfica, se oye un bullicio alegre afuera de la casa. Abren la puerta, entra Matías e Isabella, sus pasos pequeños marcan el camino directo a Miguel, su abuelo.
Isabella lo besa, lo abraza, después se retira lentamente. Matías es el más pequeño y al percatarse de la presencia de dos extraños que están a lado de su abuelo, se queda quieto junto a él, en silencio. De la bolsa de su pantalón, Miguel saca su cámara fotográfica, el sonido que indica el encendido parece salir de una caja mágica, una cajita que guarda la luz, de inmediato capta la atención del niño.
Miguel acomoda la cámara en las manitas de su nieto y le dice: Tómale una foto a Ricardo, fotógrafo de EL UNIVERSAL Querétaro, que está sentado frente a ellos. Miguel toma el dedo pequeñísimo del niño hasta el botón indicado. ¡Tómale una foto! ¡Aquí, en este botón, apriétale! Juntos hacen clic. Cuando Matías sea grande seguro recordará que la persona que le enseñó a tomar fotos fue su abuelo Miguel Ángel León, fotógrafo ciego.
“¿Fotógrafo ciego?, ¿cómo? Si los ciegos no pueden tomar fotos”, dijo el propio Miguel cuando lo invitaron al taller de fotografía para ciegos. Hoy Miguel no sólo es fotógrafo, también es instructor, le ha enseñado a personas ciegas y no ciegas a entender el arte de la fotografía desde la ceguera. Su idea a futuro es tener su propio estudio para retratar todas las imágenes que guarda en su mente. “Quiero sacar fotos y vivir de ello”, dice.
Si publicará un anuncio en el periódico para darse a conocer, ese anuncio diría: “Fotógrafo ciego ofrece sus servicios. Se hacen fotografías de pintar con luz, se hacen documentales, reportajes, retratos. Se puede hacer todo un historial a través de la fotografía, desde la ceguera”.
La obra fotográfica de Miguel Ángel León se ha presentado en la Galería Municipal “Rosario Sánchez de Lozada” y el Museo de Arte de Querétaro (MAQRO). Se incluyó en el libro El hilo negro, Taller de Fotografía de Ciegos 2012-2015, de Buró Cultural Artesano, misma asociación que organiza el tercer Festival Oxímoron 2016, evento que se realizará del 28 de noviembre al 3 de diciembre en Querétaro, ahí también estará Miguel con su obra fotográfica.
Legalmente ciego. Miguel es contador público de profesión y perdió la vista a los 35 años por una enfermedad hereditaria: retinosis pigmentaria. “Es algo genético, dentro de la herencia de mis papás yo soy el único que resulté con el ‘premio’, soy el único que tiene la enfermedad, hasta ahorita afortunadamente ni mis hijos, ni mis hermanos, nadie la tiene”.
A los 26 años de edad lo diagnosticaron con esa enfermedad progresiva e incurable que va pigmentando la retina, impidiendo el paso de luz, de imágenes. “Empecé a perder la vista periféricamente, venía hacia el centro, de repente chocaba con mesas y obstáculos laterales. Pero yo manejaba, llegué a manejar un vochito hasta los 25 o 26 años de edad. Mi vista se fue degenerando hasta llegar a una debilidad visual aguda, desde 1986 soy legalmente ciego, tenía 35 años cuando fui incapacitado por el Seguro Social”.
Trabajaba como contador en una financiera cuando llegó la oscuridad total. “Sí eres un excelente contador, trabajas muy bien, pero ya no sirves. Muchas gracias. Te dicen adiós y te mandan a tu casa, con tu liquidación, tu pensión, pero ¿qué haces ahí?, empiezas a pensar: ¿Qué soy?, ¿qué valgo?, ya no sirvo para nada, piensas en quitarte la vida”.
El proceso fue difícil, no sólo para Miguel también para su esposa Dolores Priego Mandujano, y sus hijos Miguel Ángel y Gabriela, que en ese entonces apenas tenían 10 y 7 años de edad.
“Estábamos en pleno inicio de matrimonio, muy jóvenes, cuando nos enteramos de la enfermedad y nunca lo imaginábamos, ni siquiera sabíamos que existía esa enfermedad, tuvimos momentos muy difíciles, todos, los niños también. Pero Miguel es muy valiente, nos enseñó a todos a salir adelante”, platica Dolores.
Empezar de nuevo. En medio de la oscuridad, ¿cómo empezar de nuevo? “Es muy complicado, tienes el rechazo a la ceguera, la no aceptación, se va complicando tu vida, piensas que se acabó tu mundo. Afortunadamente tuve el apoyo de mi esposa que me aguantó mis problemas, angustias, corajes, agresividades, y lo pudimos superar, no fácilmente. Yo tomé una alternativa, empecé a correr, hasta corrí en tres maratones, me aferré al ejercicio. Pero de repente yo me quedaba en la casa, mis hijos se iban a la escuela y mi esposa al trabajo. Empecé a buscar algo para salir de ahí”.
Comenzó su rehabilitación, aprendió braille con facilidad, después se convirtió en maestro de este sistema de lecto-escritura. En la Escuela de Niños Ciegos de Coyoacán le enseñaron a usar el bastón. “Hay muchas cosas que no te enseñan en la escuela y las aprendes con los golpes de la vida, es donde más aprendes, un maestro me decía: Un ciego es un conjunto de muchas mañas, tienes que aprender muchas mañas para sobrevivir, detectar obstáculos, no caerte, usar olfato, tacto, todas las demás habilidades que puedas desarrollar, y así lo fui haciendo yo”.
La pensión que le otorgó el seguro es mínima y con la presión de la escuela e interminables gastos de la casa, Miguel comenzó a buscar trabajo. Publicó un anuncio: contador público ciego solicita empleo. Trabajo no llegó, pero sí el apoyo para viajar a Estados Unidos por un perro guía, un labrador color chocolate con quien luchó en México para lograr la aceptación de los perros guías en el transporte público.
“Llegamos a luchar contra el microbús, taxis, metro, porque no aceptaban los perros guías, era el año 1989 y sí nos echamos buenas broncas, fuimos a la asamblea de representantes y formamos una asociación de usuarios de perros guía, yo formé un asociación de pro dignificación del invidente ahí en México”. Por cuatro años estuvo promoviendo la asociación, por falta de apoyo quedó suspendida toda actividad.
Miguel, por esas “diosidencias” que han marcado su vida, fue invitado a trabajar en el área de capacitación y administración de una línea de transportes. Así comenzó a rehabilitarse laboralmente. Al cierre de esa empresa le ofrecieron un puesto similar en otra línea, en donde estuvo hasta 2004.
“Había que adaptarse al medio, pero toda la gente, la verdad, me veía normal. Me respetaba. No tuve ningún conflicto. El problema consiste en que la gente se adapte a ti, que confié en tu capacidad. Te ven como ciego y creen que eres retrasado mental o sordo, porque te hablan gritándote, eso no es sencillo y eso se da en cualquier lugar, hasta en el banco, cuando voy al banco se dirigen a mi esposa cuando el que sabe de los números soy yo, yo sigo moviendo la economía de mi casa”.
Llega al estado. En 2007, su hijo Miguel Ángel se mudó a Querétaro. Miguel y su esposa deciden hacer lo mismo. Y por otra “diosidencia” encontró a un amigo que abrió una escuela por la carretera a Huimilpan. Ahí trabajó hasta el cierre de la misma. ¿Y ahora qué voy a hacer?, se preguntó en 2011. Llegó a la Escuela para Ciegos y Débiles Visuales Adultos de Querétaro y comenzó a estudiar masoterapia, además entró a teatro, baile y deporte.
En 2012, Miguel Ángel Herrera Oceguera, director de Buró Cultural Artesano y director del Festival Oximoron, llegó a la Escuela de Ciegos para invitarlos al Taller de Fotografía. “Pero lo tildamos de loco. Yo tomé fotos cuando veía, pero ahora estaba ciego. ¿Fotógrafo ciego?, ¿cómo?, si los ciegos no pueden tomar fotos. ¿Y para qué quiere un ciego una fotografía? La misma incredulidad te niega a que veas”.
Dolores, cuando se enteró que su esposo entraría al taller de fotografía, también tuvo dudas. “¿Cómo vas a sacar fotos? No, no, no es cierto. Pero en la primera foto que él tomó nos sorprendimos. Él siempre tomo fotos, desde que nos casamos él tomaba las fotos de la familia, él tomaba la fotos de nuestros hijos y siempre bien las fotos, incluso cuando empezó a perder la vista seguía tomando fotos y la gente no creía que él las había tomado, y ahora mucho menos, algunas dicen que no es cierto, pero nosotros siempre hemos creído en él, yo sé que él puede hacerlo, cada día nos sorprende más”.
En la fotografía Miguel encontró la luz que perdió a los 35 años. “Te da gusto cuanto tomas la cámara, cuando la prendes y cuando disparas y sacas una foto. ¿Qué fue lo que saqué? Sepa la bola. La clave de la fotografía de ciegos es la descripción, cuando me empiezan a describir, estoy viendo la fotografía que yo mismo tomé, Miguel Ángel León volvió a ver con la foto”.
Ha tomado retratos, autorretrato, foto de paisaje, de desnudo, foto documental, con la técnica pintar con luz. La sensibilidad y creatividad es evidente en su obra. Aun así hay gente que no creen en el fotógrafo ciego. “Hay mucha gente que dice que es un fraude y no somos más que seres humanos iguales, con las mismas necesidades de imágenes. ¿Para qué saca la foto un fotógrafo? Para que alguien más la vea. ¿Para qué saca una foto un fotógrafo ciego? Pues también para que alguien las vea. Lo que quieres es comunicarte, decir: aquí estoy, yo imagino esto, ¿y tú qué imaginas?”.
Actualmente trabaja para un corporativo empresarial sin dejar su labor como fotógrafo, también hace foto con celular y tiene Instagram: miguelangel5116. Su proyecto a futuro es tener su propio estudio y dejar en fotos todas las ideas que tiene en su mente.