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Todo está dispuesto para que la comunidad de Santa María Magdalena disfrute del Festival del Mole y la Tortilla. Los puestos están colocados ya para comenzar pasadas las 13:30 horas con la comida. El mole es cortesía de quienes preparan el tradicional platillo.
Karina Guzmán Rivera, originaria y residente de Santa María Magdalena, espera el inicio del festival. Frente a ella, las cazuelas tapadas con papel aluminio que contienen mole, y con carpetas blancas con bordados multicolores las del arroz y el pollo, esperan el momento para ser repartidas entre quienes se dan cita en el jardín principal de esta comunidad, cuyos habitantes están acostumbrados pero no resignados a que cuando se les menciona se les relaciona con robos a los vagones del tren, algo que quieren cambiar.
La inauguración del festival se atrasa por unos momentos, pues en el templo, de donde se sacará la imagen de la patrona de la comunidad, y quien le da el nombre, se celebra una misa de cuerpo presente. Por respeto se espera.
Una banda de música entona un par de canciones para acompañar el féretro, que ante la mirada de los presentes se retira lentamente entre notas musicales.
Karina dice que tiene poco de hacer mole. “Lo aprendí gracias a mi mamá, y gracias a una vecina que nos dio la receta, y pues aquí estamos. Es el primer año que estamos participando y esperemos que les guste”, indica.
La mujer señala que se animó a participar en esta edición del festival, la 30, “porque modestia aparte, siento que me queda muy rico el mole, entonces fue que me animé”.
Preparación del mole
Explica que en la elaboración del mole se tardó alrededor de cuatro horas, pero se comienza a elaborar desde un día antes, cuando se preparan las especias, los chiles, mientras que unas horas antes, el lunes por la mañana, se llevó a moler toda la mezcla, para posteriormente guisarlo todo, además del arroz y el pollo con el cual se acompañará el platillo.
Un buen mole, dice Karina, “como esto que preparo yo, debe de llevar cacahuate, almendra, ajonjolí, semilla, pasas y sus hierbas de olor. Se debe de acompañar de un buen refresco, un plato de arroz, pollo, tortillas de color también tenemos”.
Abunda que también las tortillas se hacen en casa, a mano, para lo cual le ayudan su madre y una tía. Antes, cuando no tomaba parte en este festival, siempre tenía la curiosidad de participar, pues una de sus tías, quien ya murió, participó muchas veces. Eso la motivó a aprender a hacer el mole y tomar parte de esta celebración de Santa Maria Magdalena.
Se inaugura formalmente el festival, y se pide a los presentes formarse frente a los puestos de mole y, con orden, esperar su turno para recibir su ración. Mientras eso pasa los integrantes del grupo de baile Ilusión desarrollan sus rutinas, ataviados con sus trajes típicos, mientras los cohetones, que no pueden faltar en ninguna festividad, silban cuando el encargado de “echarlos” los suelta.
Las personas buscan las sombras y las jardineras para sentarse a degustar el clásico mole poblano o verde, los más populares entre los cocineros de Santa María Magdalena.
Las filas se forman en todos los puestos, “son gratis, no se venden, quien sea sorprendido vendiendo el mole será multado con cuatro mil pesos”, advierte el sonido local.
Sonia González Pérez también es el primer año que participa, pero como lo ha visto siempre, desde hace 30 años, en esta ocasión decidió tomar parte del festejo.
“La motivación para participar este año fue porque vi a los jóvenes muy entusiastas de seguir sacando nuestra tradición año con año. Eso me motivó, que son jóvenes que se toman un poco de su tiempo para preservar la tradición”.
Este año el festival coincidió con el regreso de los peregrinos de la Basílica de Guadalupe, lo que le parece muy positivo, pues sirvió a manera de bienvenida a casa luego de peregrinar al Tepeyac.
Apunta que aunque la elaboración del mole es caro, se hace con “cariño”. Hacer una cazuela de mole, dice, puede costar hasta mil 500 pesos, cantidad que se suma a la que se invierte en el arroz, el pollo y las tortillas.
Sobre la “fama” de Santa María Magdalena, Karina señala que por eso hacen este tipo de eventos, “ahora más en grande para que se les quite esa imagen de Santa María, que esto los motive a venir, también tenemos buenas costumbres, buenas tradiciones en la comunidad y que vengan a disfrutar de estos platillos”.
Sonia concuerda con Karina, en el sentido de que la comunidad es más que la nota policiaca. “Santa María Magdalena es hermoso. Es todavía un pueblo muy tradicional, de muy buenas costumbres, aunque no se notan, aunque la gente diga lo contrario, tenemos muy buenas tradiciones, tenemos respeto. Los jóvenes tienen respeto hacia sus padres, que ya se está perdiendo mucho, pero esperemos que los papás jóvenes que estamos ahorita nos pongamos las pilas. Es muy bonito Santa María Magdalena. A mi me encanta vivir aquí”.
No pasa mucho tiempo para que las cazuelas queden vacías y los comensales satisfechos por la abundante comida. Tras satisfacer el antojo del mole, no queda más que reposar y hacer la digestión debajo de un árbol, mientras se disfruta de un momento especial en Santa María Magdalena.