La restauración de los niños Dios es un trabajo que no solamente se hace con talento, sino con mucho respeto, fe y devoción, de acuerdo con Lorenzo Pascual Trejo Aguilar y su esposa Rosalinda Hernández Trejo, quienes por más de 20 años han atendido juntos el Hospital de Niños Dios, donde reconstruyen dichas figuras, algunas de ellas hasta con más de 100 años de antigüedad.
Lorenzo Pascual, originario de Tula, Hidalgo, es quien desde los cuatro años de edad ha estado inmiscuido en el arte de la restauración y la creación de estas imágenes, pues su padre le heredó dicho oficio dese hace más de 50 años, por lo que asegura que su trabajo le ha dado todo: una familia, sustento y la posibilidad de recorrer cientos de ciudades.
“Yo soy artesano, esto nunca lo estudié, lo he aprendido a base de pura práctica por la misma necesidad de que uno es chamaco”, afirma con humildad. Sin embargo, defiende su trabajo al recordar que con el paso del tiempo ha podido perfeccionar su técnica, ahora los clientes agradecen la labor realizada, ya que se respeta en su totalidad la imagen original.
Acompañado de su esposa y sus dos hijos, así como de cientos de niños Dios, ha tenido que recorrer comunidades de todo el estado para ofrecer su servicio, esto antes de instalarse en la colonia San Andrés, calle 7, número 129, de la capital queretana. Ahí, en su domicilio, tiene dicho hospital, al cual le dedica cerca de 18 horas al día. Su vida gira en torno a la restauración de estas figuras llenas de sentimentalismo.
“Lo único que tenemos que tener es habilidad y bien la vista, y empezar desde temprano, pero que uno no pierda la habilidad, no se puede detener ni un ratito”, y es que hay trabajos que pueden llevarse una hora o hasta tres días, dependiendo de la complicación de la labor, ya sea por el tamaño de la figura o por la cantidad de composturas que implica.
Doña Rosalinda señala que pueden restaurar figuras de cualquier material. Al mostrar cómo hace su trabajo, toma con mucha suavidad la figura, lo cual es una de las partes más importantes de su trabajo, dice, pues desde ahí se demuestra el amor que se le tiene a la obra que están restaurando. No se puede tomar con fuerza, porque podría afectar el resto del cuerpo.
En repetidas ocasiones, esta alegre señora demuestra sus creencias religiosas al hablar sobre la fe, la religión e inclusive de los milagros que han hecho estos bebés, como les llama, pues para ella no son simples figuras de yeso, son parte de una familia y necesita ser compuesto para continuar cuidando a todos los integrantes del hogar al que pertenece.
Figuras cercanas al corazón
Los precios de una restauración van desde los 100 pesos hasta los 500 pesos, dependiendo de los detalles y el material. De tal modo que aunque ellos saben que para las personas sería más económico adquirir otra figura en cualquier mercado, afirman que todas las personas que acuden a dejar su Niño Dios es porque tienen amor y fe, de tal modo que este matrimonio debe contagiarse de los sentimientos que los dueños tienen por su “reliquia”.
“Esos niños que dicen tienen mucho tiempo, es porque muchas veces se los regalan desde los bisabuelos, de ahí vienen; entonces las personas que nos los traen saben que el valor estimativo es donde está el recuerdo de los abuelos; nosotros decimos que sí sale carito por un trabajo artesanal, pero si ellos valoran a su niñito, saben lo que se paga”.
Con lágrimas en los ojos, que se limpia disimuladamente al tiempo que dibuja una enorme sonrisa en su rostro, Rosalinda asegura que la mayor satisfacción que le ha dado este trabajo es “la bendición de Dios”, además de que las personas se van alegres de que pueden mantener a sus niños por muchos años más.
La relación entre el cliente y este par de artesanos es realmente similar a la de un doctor con un paciente, pues inclusive las personas acuden con preocupación para recibir a cambio palabras de tranquilidad al asegurar que todos los niños pueden ser restaurados, siempre y cuando en la familia tengan fe y los sigan queriendo, pues son creyentes de que los problemas que se tienen al interior de un hogar derivan en accidentes a estas figuras.
“Es una cosa que no le puedo explicar, no sé cómo decirlo, más cuando te dicen que quedó hermoso, para nosotros el mayor gusto es que se vayan felices con nuestro trabajo, prácticamente le estamos dando un hijo. Hay veces que nos traen nada más un dedito y le restauramos los demás, ellos lo que quieren es tener un recuerdo de sus familiares”._
Durante estas fechas decembrinas, su trabajo es muy solicitado, tan es así que tienen que salir a la avenida de su casa, con un puesto de cartón, sus herramientas y una camioneta repleta con más de 100 niños formados para ser restaurados. Dicha cantidad prevén que se triplicará durante enero, antes de que los bebés tengan que ser presentados en las iglesias el 2 de febrero.
En su piel se nota el cansancio por tantos años de trabajo, pues esta labor es muy difícil, “porque uno amanece y anochece con los niños, uno se tiene que privar de muchas cosas, de fumar, de tomar, de andar en fiestas, de malos vicios”, afirma don Lorenzo. Al destacar que ellos hacen la restauración con el corazón y con el alma. Ahí la clave de su éxito, dice.
Aunque es una familia humilde, dedicada 100% al trabajo, sin lujos ni pertenencias ostentosas, ambos se dicen satisfechos por todo lo que han vivido, además de que están seguros que su labor será continuada por sus hijos, quienes han visto el sacrificio de sus padres, pero sobre todo han logrado contagiarse de la pasión por esta noble labor que llena de felicidad a todos sus clientes, quienes al recoger a su Niño Dios se van con una sonrisa en el rostro.