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Querétaro es un arcoíris cultural. La inmigración logra ampliar el panorama cultural; acerca el conocimiento de otros pueblos a los que ya viven en el estado, y suma a la dinámica económica. En ese mosaico poblacional, los pueblos indígenas son clave para que la cultura prehispánica prevalezca.
Según información de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), tan sólo en la capital del estado habitan 13 mil indígenas provenientes de otros lugares, tanto al interior como el exterior del territorio queretano.
Es el caso de Samuel Benito Anastasio, un joven que no rebasa los 30 años de edad y que hace cuatro pisó suelo queretano. Aquí encontró a su compañera de vida y a quien le permitió sentirse de esta tierra: su hijo.
Como parte de un proyecto de exposición de artesanías indígenas, que tuvo lugar en Querétaro, Samuel fue invitado por autoridades para mostrar su arte.
Originario de San Agustín, Guerrero, una comunidad que apenas alcanza los 2 mil habitantes, dice: “Yo ya soy queretano, yo llegué aquí hace cuatro años, me invitaron a participar y, desde entonces, ya me quedé aquí. Aquí trabajo en mis artesanías que es lo que nos permite mantenernos. Mi esposa es queretana y mi hijo nació aquí, aquí es a donde pertenezco”.
Cuando Samuel llegó a la capital, se adaptó a la forma de vida, que implicada generar una nueva rutina para trabajar. En su comunidad, como en toda la región nahua de Guerrero, los pueblos aprendieron a pintar en cerámica.
Sus diseños son originales, cada pieza es diferente. Sobre barro o resina, Samuel pinta líneas, círculos o figuras sobre figuras. Los colores son brillantes, algunas piezas en blanco y negro, otras combinan gamas de azules o verdes y otras más incitan a seguir las líneas para descifrar el diseño.
Querétaro le abrió las puertas, su llegada fue fortuita, dice, y aunque en Guerrero la situación se tornaba complicada por la dificultad para colocar sus artesanías, nunca había pensado en vivir en otro lugar.
“Aquí es muy tranquilo, yo llegué por una invitación, por trabajo, llegué solo y fue una oportunidad que no quise dejar […] Llegué para exponer lo que yo hago y es algo que a la gente le gusta”, comenta.
Desde hace dos años, Samuel se sumó al proyecto del Centro de Desarrollo Artesanal Indígena (CDAI), en donde los artesanos tienen un lugar para que, en la formalidad, fabriquen, expongan y vendan sus productos.
Hay días de buena venta, otros que no dejan ni un peso, indica: “Me invitaron aquí, participamos con otros compañeros y tenemos un sitio para vender, estamos aquí desde las 10 de la mañana hasta las 7 de la noche. Hay días en que hay mucha venta, otros más o menos y, sí, tenemos otros que de plano no se vende nada, pero le seguimos trabajando”.
En Guerrero, sus padres le enseñaron a pintar, desde los ocho años participó en los talleres familiares y la práctica le ayudó a perfeccionar la técnica, con un pequeño armadillo, una rana, una lagartija, la figura de un caballero de sombrero, traje y corbata, hasta cuadros.
Las figuras las forma con un pincel, explica, “es pintado a mano, yo compro la figura natural de barro y yo hago los diseños; yo aprendí cuando tenía ocho años, toda la gente se dedica a esto, en el estado de Guerrero”.
“Querétaro me gusta, es tranquilo, está muy bonito, la verdad me gusta vivir aquí, aquí hago lo que me gusta y lo hago en un lugar que nos da seguridad”, agrega.
Su llegada ayudará a que los queretanos hereden su artesanía, que la cultura guerrerense prevalezca y forme parte de la gama artística del estado. Y es que Samuel tiene en mente enseñar a su hijo, de apenas dos años, cómo se pinta a mano; su esposa también está en el proceso.
Además, la familia suma a las 42 lenguas indígenas que se hablan en el estado, de las 82 que existen en el país, los que indica, según el delegado de CDI, Aurelio Sigala Paez, que Querétaro es uno de los estados más ricos en la cultura indígena.
“A mi hijo le quiero enseñar a pintar, que crezca un poco más para que sepa de lo que hacemos. Mi esposa también está aprendiendo, le empieza un poquito, no sabe mucho, pero ahí va. Eso me gustaría, es una herencia de mi pueblo, a mí me enseñaron y ahora me toca enseñarles a ellos”, expresó.
Con su familia, Samuel viaja al estado de Hidalgo, en donde se surte de las piezas de barro; una obra final cuesta desde 60 pesos, la más pequeña, a 120, 200, 300 pesos o más, dependiendo del diseño y el tamaño.
Hay piezas que termina en una, tres o cuatro horas, otras llevan hasta dos días y medio; recientemente terminó de pintar un caballo de resina, en el que se concentró durante tres días.
En la entidad habitan 380 mil personas de origen indígena, que representan cerca del 20% de la población total y están distribuidos en 282 comunidades de diferentes municipios.
Hay otro grupo migratorio que se concentra, principalmente, en la capital. La mayoría provienen de Guanajuato, Guerrero, Oaxaca y el Estado de México, así como del interior del propio estado de Querétaro.
De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), Querétaro es la segunda entidad con la mayor tasa de inmigración, sóolo detrás de Colima. La migración neta es de 3.6% de la población.