Detrás de una modesta fachada anaranjada se encuentra La Norteña, donde el tiempo transcurre de manera diferente, los minutos se marcan con cada trago, y las generaciones coinciden en la barra para relatar viejas andanzas y el día a día, al igual que hace 60 años.
La familia Estrada lleva poco más de medio siglo curando la sed y hasta el mal de amores sobre la calle Hidalgo, en el Centro Histórico. José María y Juan Carlos son los actuales propietarios del recinto, quienes con un peculiar sentido del humor cantinero, narran el comienzo de su labor, que se volvió tradición entre ellos gracias a su abuelo Encarnación Estrada.
“Creo que toda la vida, los Estrada hemos emborrachado gente como cantineros”, dice entre risas, Juan Carlos, quien relata que Don Encarnación, con tan sólo 27 años, abrió la cantina, antes ubicada en el entronque de la calle Ezequiel Montes e Hidalgo.
En aquel entonces, se trataba de un espacio pequeño, de 7 por 7 metros aproximadamente, con apenas tres mesas y un mingitorio, por lo que quienes la frecuentaban, en ocasiones aplicaban “las banqueteras” o pedían el servicio hasta sus coches, con tal de no quedarse con las ganas.
A causa de un reglamento oficial que limitaba el acceso tanto a mujeres, niños como uniformados, Juan Carlos recuerda que las muchachas sólo podían ingresar como cocineras o “acompañantes”.
En la actualidad, hombres y mujeres de todas las edades disfrutan —en un ambiente relajado— de las especialidades y el buen sazón de Yolanda Ojeda, mamá de los propietarios, quien heredó los secretos y las recetas de un menú que se ha mantenido invariable desde su creación.
En el lugar pueden verse afiches y banderas del América, imágenes de la Virgen de Guadalupe y San Juan, así como macro murales donde el Loco Valdés, Jorge Negrete, Mario Moreno Cantinflas, Pedro Infante y Ramón Valdés comparten cuadro entre risas, y conviven con la imagen de lo que parece ser el ruedo de la Plaza de Toros Santa María, donde destaca el retrato de Rafael Estrada, papá de los hermanos, junto con su característica frase “Pásenle muchachos”.
Políticos, futbolistas, luchadores de las grandes ligas y empresarios, además de estudiantes y profesores de la Universidad Autónoma de Querétaro han hecho de este lugar una guarida, donde pueden desde escaparse del ajetreo de los días hasta celebrar la amistad y la vida.
Con mucha reserva, los hermanos prefieren no revelar la identidad de sus clientes, pues consideran que, ante todo, una de las características que define a una cantina tradicional es la confidencialidad y la confianza que hay entre el tabernero y sus parroquianos. No obstante, aseguran, que por la puerta han cruzado grandes personalidades, “que ni lo creerías”, afirma Juan Carlos.
“¿Qué por qué vuelven”, regresa la pregunta cuando se le cuestiona la razón por la que los abuelos traen a sus hijos y ellos, a su vez, a los nietos, afirma que además de ser motivados por la costumbre, el ambiente y la nostalgia, no hay otro lugar donde se sirvan sus especialidades.
En bebidas, se encuentra el “Chilacatazo”, que aunque se caracteriza por una mezcla simple de tequila, agua mineral, limón y sal, “el secreto está en la mano”, asegura.
Además de una amplia selección de cerveza comercial, en La Norteña se sirve ron, brandy, vodka, whisky, ginebra, tequila, mezcal, y coctelería entre los que destacan los famosos bull, vampiros, carajillos, palomas y margaritas.
Para el hambre y el antojo, dicen que no hay nada como su caldito de camarón y los tacos de ganso en salsa verde. “Mi abuelo y mi papá fueron los creadores de estos tacos. Desde chiquito, él (su papá) iba a atrapar gansos a Tequisquiapan, de ahí nació el gusto”, comparte.
Finalmente, invitan a los interesados a visitarles. Informa que los lunes son de mole olla; los martes de frijoles charros; y de miércoles a sábado, se consiente a todo el que se atreve a traspasar el portal, con el tradicional caldo de camarón y entremeses como tacos de moronga, espinazo, copete, costilla y chilitos rellenos.