Alejandro Álvarez es administrador de empresas, usualmente acude a trabajar con ropa de vestir y zapatos negros perfectamente boleados. Sin embargo, cuando se transforma en Chouboy todo cambia.

Manda a volar los pantalones rígidos y utiliza unos de mezclilla, playeras holgadas, botas tipo vaquero color rosa pastel y una enorme nariz roja, como la de un payaso. En menos de 5 minutos, se va la versión seria, antipática estresada, preocupada y negativa de Alejandro Álvarez, y llega la mejor versión de sí mismo, un Chouboy relajado alegre, que reparte abrazos por doquier.

Él es un verdadero doctor de la risa, un ciudadano común que se unió como voluntario a la asociación civil Risaterapia para alegrar la vida de los demás, sobre todo de los niños internados en hospitales y de los adultos mayores que han sido olvidados por sus familiares en los asilos.

El doctor de la risa Chouboy está convencido de que la risa y el buen humor son benéficos para el cuerpo y el alma, por eso desde hace ocho años se unió a la organización civil.

“Hay muchísimos beneficios en la risa, toda la química neuronal se activa, es mágica, es un auxiliar para el buen trabajo que hacen los médicos, no somos especialistas pero somos un acompañante y les damos una bocanada de buenas vibras a la gente que está en los asilos o en hospitales.

“En los hospitales hacemos intervenciones con personas que están en la sala de espera, pacientes y también con médicos y guardias de seguridad, porque ellos también necesitan un abrazo, sus jornadas de trabajo son extenuantes”, explica.

Previo a su actuación

Antes de que Alejandro se convierta en un doctor de la risa, es decir, antes de que se caracterice con su típica nariz roja, hace un ejercicio simbólico al que llama ‘el hoyo negro’, consiste en arrojar a ese agujero toda su mala vibra, flojera, apatía y estrés acumulado de la semana, para llevar a los hospitales y asilos sólo cosas buenas, como amor, alegría y esperanza.

Y cuando sale de estos espacios practica un segundo ejercicio simbólico, que se llama ‘la regadera’, consiste en limpiarse mentalmente todas las historias y sentimientos adquiridos durante su visita, para no cargar con esas historias hasta su casa. “Cuando uno visita esos lugares a veces son experiencias muy fuertes, hay cosas que te pegan, siempre tratamos de cerrar ese capítulo para seguir ayudando a más personas”, dice.

Gratos recuerdos

Durante sus ocho años de experiencia como doctor de la risa, Alejandro ha acumulado un sin número de experiencias emotivas al estar en contacto con pacientes o adultos mayores. Recuerda la ocasión en que visitó a un pequeño en el Hospital del Niño y la Mujer, el pequeño estaba en un cuarto de aislamiento y cuando los vió entrar hasta su habitación sola y fría, el niño abrió los ojos emocionado y preguntó ¿A qué vienen ustedes?

“Recuerdo cuando visitamos a un paciente pequeño en el Hospital del Niño y la Mujer. Había un paciente aislado, nos dijeron que ese pequeño niño mordía a los enfermeros y a los doctores, pero cuando entramos al cuarto nos vio, abrió los ojos, muy sorprendido y feliz dijo ¿A qué vinieron? y empezó a llorar porque un día antes había sido su cumpleaños.

“Imaginariamente sacamos un pastel, también un globo imaginario y regalos imaginarios, celebramos su cumpleaños, fue muy hermoso, prendimos el pastel, le sopló a la vela. Eso es risaterapia, ese es el espíritu de lo que hacemos. Tal vez el niño estaba en depresión, tal vez por eso mordía al personal médico”, recuerda.

Cualquier persona puede ser doctor de la risa, no se necesita ser cómico o comediante como muchos piensan, comenta Alejandro llegó a la asociación civil casi por accidente, pues supo de ella a través de una publicación en Facebook.

Convención

Alejandro Álvarez es uno de los 140 voluntarios que participaron el fin de semana en el Congreso Regional de Risaterapia llamado TeQROmucho que tuvo sede en la ciudad de Querétaro. Médicos de la risa de varios estados de la República como Ciudad de México, San Luis Potosí, Cuernavaca, Monterrey y Aguascalientes, se dieron cita en el Acueducto los Arcos, para tomarse la típica foto de grupo.

Visitaron varias instituciones médicas y de asistencia para personas de la tercera edad. Además planearon varias actividades en la vía pública, en el centro de la ciudad, para contagiar su alegría a todo el transeúnte que se cruzara en su camino.

Luis Ortega, organizador del congreso, se dice orgulloso de que tantos voluntarios viajen desde sus lugares de origen hasta Querétaro. Invita a los ciudadanos que en algún momento se encuentren con estos peculiares doctores, a que no se resistan y permitan que les den un abrazo, les roben una pequeña sonrisa o una carcajada enorme.

“Es una sensación padrísima ser voluntario en estos encuentros porque aunque no nos conozcamos entre nosotros, cuando estamos juntos es como si fuéramos una gran familia. Todos los médicos de la risa o payasos de hospital somos ciudadanos comunes, amas de casa, profesionistas, obreros, de todo”, expresa Luis Ortega.

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