A Ramón Rendón, turista de origen hidrocálido de visita en la capital queretana, le llegó el olor a mariguana quemada (conocido popularmente como “hornazo”) cuando la unidad Flecha Azul de la ruta Querétaro-Huimilpan ya iba saliendo de la terminal de autobuses de esta capital. Eran las 09:40 horas del miércoles 16 de noviembre.
El chofer, un joven de alrededor de 24 años de edad, ataviado con playera sin mangas, arete en la oreja derecha, cadenas al cuello, pantaloncillos anchos de mezclilla y tenis, cruzó la aduana de salida del paradero sin ninguna revisión y de inmediato pisó el pedal del acelerador, enfilando al unidad hacia el puente elevado que conduce hasta el boulevard Bernardo Quintana.
Dentro de la unidad, deteriorada y sucia aún siendo de la marca Mercedes Benz, retumbaba música electrónica como de discoteca. Dos animados y bromistas amigos del manejador, así como 15 pasajeros inquietos, iban a bordo.
El viajero había tomado ese autobús en la zona “de segunda” de la terminal, dado que no encontró otra línea de autobuses de calidad turística que prestara un servicio equivalente entre la capital del estado y el llamado “pueblo mágico” de Huimilpan, aún estando aquél situado a una distancia de apenas 35 kilómetros.
Rendón dice haber pagado al chofer el importe de su pasaje —una cantidad menor a los 30 pesos—, pero que al no recibir boleto a cambio, se sintió doblemente inseguro para continuar dejando su vida y salud en manos del mozalbete. Fue así que llegando el vehículo a una pequeña terminal que tiene dicha empresa sobre la avenida Luis Vega Monroy, optó por bajarse.
Después de mucho preguntar entre transeúntes, Rendón optó por buscar un taxi para continuar su viaje. Dicha alternativa, según pudo averiguar, suele ser de hecho la más recomendada en agencias de viajes a los muchos turistas que anhelan conocer el vecino pueblo; además, la opción a la que mayormente recurren agentes foráneos de negocios, así como ejecutivos de empresas y de gobierno que no poseen vehículo.
Pero un viaje por taxi Querétaro-Huimilpan le significó a Rendón llevar a cabo una especie de “muestreo” entre operadores del servicio público, hasta obtener una “tarifa convencional” que le pareciera conveniente. Un regateo que el viajero inició tras desechar una dejada de 400 pesos y culminó al encontrar a un chofer menos abusivo, quien accedió a llevarlo a su destino por “nomás 250”.
Y gracias a dicho taxista, quien cubrió la distancia en apenas 30 minutos, el turista se enteró de que su pretendido viaje por Flecha Azul le habría resultado más que largo y sinuoso, con duración de hasta hora y media, al tener que rondar entre pequeñas localidades, ranchos y milpas; ello en virtud de que a los choferes-comisionistas del monopólico autotransporte regional “no les sale” ofrecer corridas directas.
Y no hay de otra para los muchos huimilpenses de a pie.