En medio de un centenar de tiendas de campaña dos jóvenes mujeres tratan de colocar un abrigo sobre un tronco, para que dé sombra a una silla donde un niño está sentado. Es la familia de César Alejandro Rosales Rico, que llegó el viernes en la noche para comprar boletos para la final de la Copa MX.

Las dos mujeres luchan para que el tronco se equilibre con el abrigo negro y proteja de los rayos del sol al pequeño César, quien con sus padres y cientos de personas más pasaron la noche en las inmediaciones del estadio Corregidora, en espera de que se libere la venta de boletos para el partido del miércoles contra las Chivas del Guadalajara.

César, de 25 años, regresa de platicar con algunos conocidos de la barra Resistencia Albiazul, grupo de animación al cual se unió hace dos años, porque le llamaba la atención el ambiente de fiesta que se vive dentro de la porra.

María Guadalupe, su esposa; César, su hijo, y Tania su hermana, acompañan a César Alejandro en esta pasión por el equipo de Gallos Blancos, sentimiento que contagia a su cónyuge y a su consanguínea, y que se adivina tendrá el pequeño César, de no más de cinco años de edad.

El aire aún es frío pero los rayos del sol queman la piel, por lo que es esencial cubrirse, para evitar quemaduras. César Alejandro narra que llegaron a las 23:00 horas del viernes, y que pasaron una noche muy fría, pero asegura que vale la pena por ver a Gallos Blancos ganar y “hacer historia”.

Dice que el amor al futbol y al Querétaro fue la razón por la que se unió a la Resistencia, donde “te la pasas a todo dar. Siempre, en cada momento apoyando al equipo, mientras esté ganando y más cuando está perdiendo”.

César es obrero en una empresa automotriz, en la cual pidió vacaciones para no trabajar el viernes, motivo por lo cual aprovechó para asistir por la noche afuera del Corregidora.

Señala que aún está viendo cuánto se gastarán en los boletos para la familia, pues son él, su esposa, hermana e hijo, aunque apunta que no siempre llevan al Benjamín de la familia a los partidos, pues cuando son encuentros con mucha convocatoria prefieren dejarlo.

“Estamos viendo eso, si alcanzamos boleto. Sí nos llega a tocar, a donde haya, de preferencia en la cabecera norte, donde está la Resistencia”, asevera.

En la muñeca de cada uno de los adultos hay una número, para tener control al comenzar la venta de boletos, pues como antes se vendió a los abonados del club, el público general tiene que esperar y aguantar las largas filas y las inclemencias del tiempo durante varios días y noches.

A unos metros de donde está la tienda de campaña de César un grupo de jóvenes organiza al cáscara. Con piedras se arman las porterías. El balón rueda y ambos bandos buscan el control de las acciones, ante las miradas curiosas de los cientos de jóvenes.

El lugar es un romería: vendedores de dulces, cigarros, aguas, frituras y golosinas, hacen su agosto.

César explica que a quienes ocupan lo primeros lugares en la fila para comprar boletos les dieron unos brazaletes a manera de contraseña, para evitar que gente que no haya llegado desde días atrás se “avive” y quiera comprar boletos sin su sacrificio.

Lo que brilla por su ausencia en el lugar son los baños portátiles, que hace poco más de un año las autoridades estatales mandaron colocar, cuando miles de aficionados acudieron al Corregidora a comprar boletos para la final de la Liga MX, que Gallos Blancos disputó contra Santos Laguna.

María Guadalupe, Tania y César ríen. César apunta que se van a los baños del Hospital del Niño y la Mujer, donde pueden pasar de manera libre, pues ahora ninguna autoridad se preocupó por poner sanitarios móviles.

Con la resistencia. Señala que al formar parte de la Resistencia le ha permitido a él y a su familia viajar a diferentes ciudades del país, como Monterrey, Guadalajara, al igual que al estadio Azteca y al Olímpico Universitario, en la Ciudad de México.

Indica que cuando Gallos Blancos juega con algunos equipos simplemente no van, debido a la rivalidad que se tiene, como el caso del Atlas, con cuya porra se tiene “pique”.

“Son porras que no se quieren. Cuando vienen aquí el futbol lo dejan a un lado, vienen nada más a causar destrozos. Como cualquier porra le mientas la madre y todo, pero también hay un límite. Si ellos no te agreden, tampoco los agredes”, apunta.

Sostiene que si una porra no se mete con la otra no pasa nada, pues simplemente se respetan y van a apoyar a sus equipos, llevando la fiesta en paz.

Para ir a los partidos de visitante siempre hay un organizador de los viajes, quien les cobra los pasajes, además que de acuerdo al tamaño del grupo que junte lleva un autobús o camionetas, con menos lugares. En ocasiones se paga el viaje redondo y los boletos en el estadio que se visita. Otras se compra el viaje redondo, incluido con los boletos para el partido.

Por su parte, María Guadalupe, dice que viene con ganas de estar en la final, pues quieren que Gallos Blancos levante la copa y le gane a Chivas, pero si no es así “aquí estamos, y aquí vamos a estar y aquí seguiremos”.

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