Tania Judith Castañeda Martínez sueña con ser cantante y salir en la televisión. Sufre parálisis cerebral y vive con su padre, que a su decir, la sobreprotege por su condición, aunque a ella le gustaría hacer muchas cosas más en la vida.
Tania, de 35 años de edad, observa a la distancia a sus compañeros que elaboran manualidades. Son ciegos o débiles visuales y, aunque ella no tiene esta discapacidad, es bien recibida en la Escuela para Ciegos y Débiles Visuales, en un ejemplo de inclusión.
Ríe con los comentarios y chistes de sus compañeros, quienes trabajan en unos cestos.
El olor a picante impregna el último piso de la escuela. A un lado está la cocina, y ya casi es la hora de la comida. Son las 13:00 horas y fracción. Muchos de los talleres terminan hasta las 14:00 horas, pues los alumnos de los mismos llegan desde temprana hora al lugar para sus clases, como lo hace Tania.
La mujer subraya que es soltera y que le gusta hacer manualidades, como llaveros, además de que está en varios de los talleres de la escuela, como psicología y superación personal.
Apunta que apenas tiene cuatro meses de acudir a la institución, porque quiere superarse, al tiempo que señala que padece parálisis cerebral, que afecta su motricidad, ya que no tiene mucha fuerza en pies y manos, aunque puede expresarse verbalmente de manera clara.
El salón es amplio y ventilado. Afuera se escucha el barullo de las calles cercanas al mercado de La Cruz, con los gritos de las personas, el sonido de un claxon de vez en cuando y los camiones de transporte público.
Todos los días llega desde la zona de Satélite al barrio de La Cruz, hasta donde la lleva su padre, quien es taxista, pero al que le cuesta un poco de trabajo, pues por la naturaleza de su actividad a veces está en sitios lejanos. Viajar por su cuenta es poco conveniente para Tania, pues dispone de poco dinero para trasladarse hasta el centro.
Afirma que nunca ha sufrido de discriminación por parte de nadie, pues su interacción con otras personas es limitada, al moverse poco de manera independiente por la zona.
“Nunca he trabajado. Iba a una escuela para discapacitados. Ahí aprendí a hacer pulseras, me gustaba mucho pintar madera, hice un promo con una flor, me gustaba mucho inglés. Nos llevaban a vender las cosas que hacíamos”, asevera Tania Judith .
Dentro del salón, en una mesa, trabajan sus compañeros, mientras conversan y se hacen bromas ocasionalmente. De vez en cuando, Tania voltea a verlos y esboza una ligera sonrisa. Su estancia en la escuela, afirma, ha sido buena.
La escuela cuenta con un elevador por el cual puede subir hasta los pisos superiores en su silla de ruedas y moverse en los diferentes niveles del edificio, que recibe a alrededor de 120 alumnos todos los días.
Piensa su respuesta, unos segundos de silencio y dice que nunca ha tratado de buscar un empleo formal, pues no sale mucho de su casa, ya que su padre la protege mucho.
“No salgo así, como los compañeros que salen, no. Tengo un papá protector, le encanta protegerme mucho, y eso a veces no me gusta. Él me trae de la casa a la escuela y de la escuela a la casa, y ya”, agrega.
Tania afirma que le gustaría independizarse y vivir sola, que nadie le diga qué tiene que hacer y tener un poco de libertad; además, confiesa que un anhelo que tiene es ser cantante y actriz, pues le gusta mucho, al tiempo que se confiesa fan de Gloria Trevi, Noelía y Mónica Naranjo, “pura música fresa”, bromea.
Afirma que le gustaría mucho salir con compañeros “a dar la vuelta, a dónde sea, pero que salgamos un rato, que nos fuéramos por ahí”.
Desde que llegó a la escuela, asegura, se ha hecho amiga de todos en el lugar, no tiene enemigos, al contrario, les ayuda a subir y caminar por los pasillos, para que no vayan a chocar, lo que disfruta mucho.
Sobre su familia, comenta que tiene dos hermanas, una mayor y otra menor, que la van a visitar a su casa cuando está su padre. Resalta que una de sus consanguíneas es policía.
Su rostro cambia de pronto. Su gesto relajado, cambia de pronto a uno de tristeza. Recuerda a su mamá, quien falleció hace mucho tiempo, víctima del cáncer de mama. “No tengo mamá”, dice con una voz que se quiebra. Las palabras ya no fluyen, su mirada se pierde en el suelo, los recuerdos vienen a Tania, quien guarda silencio un minuto, con sus ojos húmedos.
No sabe a ciencia cierta las necesidades que puedan tener las personas con discapacidad en Querétaro. El tiempo que pasa en la calle no es mucho como para darse cuenta de lo que les hace falta a sus compañeros, como más infraestructura amigable para con ellos, rampas en las aceras y que éstas no estén obstruidas por señalética urbana, que es puesta sin pensar en personas con sillas de ruedas.
Posa para las fotografías. Se queda quieta mientras suena el clásico ruido del obturador y quedan grabadas en una memoria.