De cuerpo robusto, la desnudista no logra subirse al “sexy-tubo” y, al querer retomar el baile, da un traspié. Un incidente común, pero que en este salón de table dance se castiga con burlas. “¡Pamba para Cindi, ella promete ponerse a dieta!”, suena la voz del animador, oculto en algún rincón del antro, al tiempo que buena parte del público presente se carcajea.
La treintañera se ruboriza, pero sigue danzando sobre el templete, al ritmo de un popular tema de Alejandra Guzmán, que brota de una sinfonola. Sonríe, agita las muñecas, exhibe con amplitud su voluptuosidad, pero aún así es obligada a retirarse, vestida de rechiflas.
Afuera del local nocturno, que se ubica en la localidad de El Sauz Alto, en el municipio de Pedro Escobedo, la mayor iluminación proviene de los camiones y autos que circulan sobre la carretera Panamericana, casi en el vértice con la México-Querétaro, que corre a sus espaldas.
A sólo 200 metros del lugar, tres mujeres maduras se juegan la vida mirando pasar el tráfico veloz, que enfila hacia la Ciudad de México sobre la carretera 57. Sentadas sobre las alzadas raíces de un árbol, aguardan a que algún conductor se detenga y acceda a pagar por los servicios sexuales que prestan.
Circuito sexual
Antros irregulares y prostitución se vinculan estrechamente dentro de este “circuito del sexo-servicio”, como lo conocen algunos conductores, extendido a lo largo de un tramo bidireccional de la autopista 57, con una extensión total de 96 kilómetros.
Un doble trayecto vial, que aloja a unos 300 negocios de índole sexual, entre improvisados table dances, falsas cantinas y estéticas, hoteles y casas de cita, así como algunas “cachimbas” (locales frecuentados por traileros) que se orientan hacia ese giro.
En su extremo sur, el circuito sexual inicia en la caseta de peaje de Palmillas, en el municipio de San Juan del Río; asciende hacia varias comunidades de Pedro Escobedo, y concluye en San Miguel Colorado, en El Marqués.
A lo largo de este cinturón, un número indeterminado de trabajadoras sexuales –muchas de ellas que, por su aspecto físico o edad, no son aceptadas en los antros– ejercen su oficio en sitios despoblados, mismos que, inclusive dentro del gremio, se consideran de alta peligrosidad.
Supervivencia y riesgo
El patrón común que caracteriza a la mayor parte de las sexoservidoras del camino suele ser la pobreza de las comunidades en que habitan. La Piedad, Coyotillos, El Sauz, La Lira, La Palma, La Valla, La Llave, La Estancia, San José y San Miguel Galindo, Salto de Vaquerías, Soledad del Río, Salto de Mata y Puerta de Palmillas se cuentan entre estas poblaciones; las cuales, según indicadores del Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval), ostentan los índices más altos de marginación y rezago social de sus respectivos municipios.
De acuerdo con Mónica Mendoza, líder del grupo de sexoservidoras agrupadas en el organismo Mujer Libertad, el circuito de la carretera 57 es fuente de supervivencia para unas 3 mil mujeres que ejercen el oficio en la zona referida, considerando sólo a quienes trabajan en locales cerrados. Sobre las que arriesgan su vida en la vialidad, estas “no pasan de cien”, puntualiza la activista.
Los peligros que enfrentan las sexoservidoras de la 57 no son menores: el pasado 27 de mayo, por ejemplo, la Policía Federal localizó el cadáver de una mujer madura sobre el kilómetro 184, en cercanías de La Palma.
Sobre este caso, Mónica Mendoza menciona que la víctima ejercía el trabajo sexual únicamente de día, aprovechando el tiempo en que sus hijos iban a la escuela.
Violencia familiar
Por motivos relacionados con la violencia intrafamiliar, 847 mujeres maduras fueron atendidas psicológicamente durante un periodo de un año en el centro de salud del municipio de Pedro Escobedo.
Los casos de violencia contra las mujeres ocuparon el cuarto lugar de toda la patología atendida en ese espacio médico; apenas por debajo de los rubros de infecciones respiratorias, intestinales y urinarias.
Así lo reveló un diagnóstico de salud elaborado por la doctora Luz de María Rodríguez Rojas, del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) campus Querétaro, quien trabajó en el área de Enseñanza e Investigación de dicha clínica entre 2012 y 2014.
En su análisis, la especialista identificó además una “alarmante” falta de higiene y de cultura de prevención en materia de salud sexual, tanto por parte de las mujeres atendidas, como en la minoría de varones que accedieron al centro de salud.
“Resulta urgente aumentar la promoción de la salud dentro de este grupo vulnerable, a fin de que disminuyan sus necesidades médicas”, sugirió la académica.
Con permiso para tocar
En Sauz Alto, la noche teibolera apenas toma calor. La voz del locutor llama ahora a subir al cuadrángulo de los juicios varoniles a “Rosita, flor de fuego”, una de las “veinte sabrosuras” que, según ha prometido el animador, integrarán el elenco de la noche.
Dentro del galerón con piso de cemento y un domo de lámina galvanizada como techo, un total de ocho meseros atiende a alrededor de 80 parroquianos; todos ellos distribuidos en 48 mesas, con sus respectivas cuartetos de sillas.
Una tercera parte de los asientos están ocupados por mujeres “acompañantes” que aquí trabajan y cuyas bebidas son cobradas por los meseros al doble de su precio de venta a los clientes. Esta diferencia se atribuye al cobro que hace la casa por el “acompañamiento” femenino.
Por la cantidad mínima de 80 pesos, pagados por los noctámbulos a través de la compra de “boletos” que no existen y que sólo son registrados como tales sobre un cuaderno, las bailarinas pueden brindar al interesado un menú de opciones sexuales escalables, de acuerdo con el número de boletos adquiridos.
Así, un baile de mesa de tres minutos cuesta dos boletos; un striptease exclusivo, con o sin derecho a tocar, va de tres a cinco tantos, mientras que un número mínimo de siete se requiere para obtener sexo parcial, actividad última que se practica en la parte más obscura del lugar: un simple rincón.
El negocio abre de lunes a sábado, entre seis de la tarde y cinco de la mañana del día siguiente. Gracias a una orden del Cabildo municipal de Pedro Escobedo (emitida el 26 de febrero de 2015 bajo el folio 0307) la comunidad logró que el antro dejara de hacer ruido los días domingos, cuando solía realizar “tardeadas”.
Lenocinio, delito olvidado
Sólo mediante amparos federales se “tolera” la operación de antros en Pedro Escobedo, municipio que desde 2015 dejó de renovar las licencias que tradicionalmente expedía a los casi 40 centros que se fundaron desde 2001 y 2003, cuando –según recuerda Mónica Mendoza–, “se proyectaba crear una zona roja”.
“La zona nunca se legalizó, ni para bien o para mal”, acota, lamentando que con cada cambio de administración política los planes regionales se modifican en un sentido o en otro, pero que nunca se resuelvan a fondo los problemas.
“La falta de regularización para los centros nocturnos sólo propicia la clandestinidad, ventajas para los dueños de los antros, más poder para las autoridades en turno y mucha, bastante, violencia laboral contra las mujeres”, sostiene Mendoza.
–¿Hay trata de personas en los antros?
–No necesariamente, porque la mayoría de las mujeres son independientes. Lo que sí hay es lenocinio. Un delito de vigilancia municipal, que la autoridad ha vendido dejando de perseguir, bajo la falsa idea de que en este ambiente “todo es trata” (delito de orden federal). Con ese pretexto, los alcaldes se quitan la responsabilidad de perseguir el lenocinio.
–¿Qué propone?
–Nosotras vemos que mientras no se regularice el trabajo sexual, mientras los diputados no legislen, sólo seguiremos dando lugar al lenocinio. Porque los antros sí se benefician mucho del trabajo femenino. Los dueños las obligan a hacer consumir al cliente. A las mujeres se les dan obligaciones, pero no derechos. Eso es abuso y explotación de la pobreza.
Con una trayectoria de 15 años enarbolando la defensa del gremio, Mónica Mendoza no deja de mencionar a “otro sector” que, según su percepción, se favorece del trabajo no regulado de las sexoservidoras: las autoridades.
“Se benefician los gobiernos municipales, junto con los policías. Todos se benefician de la extorsión contra dueños de antros y, sobre todo, contra las mujeres”.
Saldos del machismo
“Pobreza, discriminación, violencia familiar, prostitución, alcoholismo, depresión y tendencia al suicidio” fueron las principales manifestaciones negativas que especialistas del Instituto Queretano de las Mujeres (IQM) identificaron en un grupo femenil originario de Pedro Escobedo, municipio en donde el machismo resultó ser uno de los “valores” predominantes dentro de las comunidades.
Realizada en el año 2011, a través de una encuesta a 18 mujeres con edades de entre 25 y 40 años y originarias de las localidades escobedenses de El Sauz Alto y Bajo, La Lira, Sanfandila, La Palma, San Clemente, Las Postas, Ajuchitlancito, Chicontepec, Noria Nueva y Escolásticas, la investigación fue patrocinada por el gobierno estatal de Querétaro y el Instituto Nacional de las Mujeres.
Fijando como “recomendaciones” abatir la violencia familiar, el alcoholismo y el desempleo en este municipio, el grupo de trabajo identificó un total de 35 orígenes de las problemáticas femeninas, entre los que destacaron: “poco o nulo apoyo conyugal, represión familiar, miedo, acoso sexual y sicológico, explotación laboral, falta de oportunidades, estigmatización y soledad.”