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El interior de la casa de Luis Patricio Torres Sánchez luce lleno de gallos. Los hay chicos, medianos y unos monumentales, pues desde hace más de 40 años se dedica a la elaboración de los mismos, para las fiestas de la Virgen de Guadalupe en el tradicional barrio de Hércules, donde afirma surgió esta tradición que ha sido adoptada por otros lugares de Querétaro.
La casa de Luis está en el corazón del popular barrio, también conocido de manera coloquial como “la hermana República de Hércules”. Las calles angostas y andadores con escaleras para llegar a las casas que se ubican en la parte más alta se visten de fiesta en estas fechas.
Adornos de colores azul y blanco dan la bienvenida al barrio. En la calle principal del barrio, ya se preparan los altares en algunas casas para lo procesión del miércoles por la noche, como parte de las festividades en honor a la Guadalupana en Hércules.
Para llegar a la vivienda de Luis, ubicada en uno de los andadores, se tienen que subir varias cuadras de unos escalones empinados. El andador, de un metro de ancho, serpentea entre las casas. De vez en cuando una puerta se abre y los vecinos saludan.
La casa de Luis, con una puerta color negro, se abre y aparece el experimentado artesano, vestido con una camiseta azul y una chamarra del mismo color. Sonríe y da la bienvenida. Luego recuerda que desde hace 40 años hace gallos para las festividades del barrio.
“Es una tradición en Hércules y agarrando se empiezan a hacer cosas, como los gallos. Sólo hago gallos. Luego ando dando clases en algunas iglesias para que se enseñen algunas personas. En unos lados si hay mucho alumnos, en otro lado no. Como aquí, en Hércules, donde he dado varios cursos, pero mejor viene gente de otro lados que de aquí”, señala.
Indica que sus aprendices eran de los barrios de La Cruz, San Francisquito, del Centro, así como de Candiles, que acudían a su casa-taller para aprender a hacer la artesanía típica de Querétaro.
Explica que los gallitos están hechos de carrizo, papel de china y cordón. Se tarda alrededor de una hora para hacer uno. Del mismo modo hace las tradicionales mojigangas.
Apunta que el gusto por hacer los gallitos y las mojigangas, es “por las tradiciones de aquí, de Hércules, y porque antes mi papá cuidaba las mojigangas en Hércules. Y uno de niño iba agarrando uno cómo se hacían. Se rompían, las reparábamos y de ahí empezamos a trabajar el carrizo y empezamos a hacer gallos y hacer figuras.
En el patio de su casa están varios “esqueletos” de gallitos. Uno destaca por su tamaño monumental. Otros esperan los detalles finos de la obra. Hay otra pieza, un borrego tamaño natural, ideal para un nacimiento. El detalle de la artesanía sorprende. El trabajo es de primera.
Recuerda que las mojigangas se las pidieron las autoridades capitalinas para una fiesta, el año pasado, pero las regresaron maltratadas y no quisieron pagar la compostura de las mismas. Este año ya no las pidieron.
Subraya que las cosas han cambiado en los últimos tiempos no tanto por la gente del barrio, sino por los organizadores, pues se buscaba gente para que cuidara a las mojigangas, principalmente menores.
Los mismos niños, apunta, han cambiado, pues ahora prefieren las atracciones electrónicas, como los dispositivos móviles o las consolas que salir con una mojiganga.
Precisa que la fiesta del gallos, es para darle serenata a la Virgen, pues ya se acerca su fiesta, por lo que salen a las calles de Hércules durante toda la noche y concluyen en la madrugada en la iglesia, donde ya le cantan Las mañanitas a la Guadalupana.
Una parte importante de la fiesta, explica, es que mucha gente ofrece comida a quienes salen a pasear y bailar la gallo, pues lo hacen de manera espontánea, brindando una variedad amplia de platillos mexicanos que van de los tamales al pozole, y de caldo de camarón a los tradicionales taquitos, pasando por las gorditas y el ponche.
“Es la costumbre. Como tiene muchos años, la gente dice ‘ya se va a llegar gallo, vamos a prepararnos para lo que vamos a dar’. Nadie se los dice, ellos por su voluntad, por conservar las tradiciones siguen dando comida”, abunda.
Dice que el trabajo lo comienza desde septiembre, cuando comienza a preparar y elaborar los gallitos, empezando por la selección y secado del carrizo, además de que lo debe de hacer poco a poco, “porque las manos se van haciendo torpes”.
Un gallo se escucha cantar en una casa cercana, mientras Luis apunta que hace alrededor de ocho mojigangas, pues muchas las repara. Una cabeza de mojiganga le lleva hasta una semana elaborarla, usando el mismo material que para los gallitos.
Añade que los gallitos los vende en precios que van de acuerdo al tamaño de los mismos, pues van desde 120 a 250 pesos, y vende alrededor de 100 plumíferos.
Luis se emociona de recordar la romería que se hace cada año. No es sólo gente de Hércules, es de toda la ciudad y sus barrios. “Vienen al gallo. No se puede caminar. Inicia a las ocho de la noche el 7 de diciembre”, subraya, al tiempo que observa los “esqueletos” de gallo que aún le resta por hacer y el tiempo es poco. El gallo está cada vez más cerca.