Paulina Stephens cree totalmente que las personas con alguna discapacidad intelectual deben de mantenerse activas para reforzar su memoria además de contribuir en su desarrollo social e independencia.

Con base en su experiencia al ser la hermana mayor de Alberto -que tiene síndrome de Down- y los aprendizajes que le dejó un viaje a España donde vio una cultura hacia la discapacidad más avanzada que en México, supo que podía aportar una idea que espera, pueda crecer y replicarse en otras instituciones.

Paulina es diseñadora industrial. Tiene 28 años de edad y su hermano Alberto tiene 24, además de discapacidad intelectual, razón por la cual ella desarrolló un proyecto para que su hermano pudiera aprender nuevas capacidades y emplear su tiempo en algo productivo.

La joven hizo unos moldes de lámparas de diversos tamaños, los cuales son trabajados por Alberto con cerámica que posteriormente se hornean hasta tener el producto final, como una forma de generar ingresos con la venta de las lámparas. Ésta es su historia.

Manos a la obra.

La idea nació cuando Paulina asistía a un taller de cerámica hace años, acompañada por Alberto, a quien ponía a ayudarle. “La primera vez hizo unos pequeños bowls que tenían algunas deformaciones por lo que luego cambié al formato de lámpara.

“Hice el diseño inicial, los moldes, pero la lámpara la hace Alberto con sus manos, le damos la cerámica en pasta y la va colocando dentro del molde para que vaya tomando la forma hasta que cubre el molde por completo, se saca y lo llevamos a hornear a un taller de cerámica en Dolores Hidalgo (Guanajuato) para tener así el producto final”, contó Paulina, quien resaltó que aunque el acabado no es perfecto al tener las huellas de cómo Alberto fue colocando la materia prima, es lo que precisamente le da el valor humano al producto.

“Son piezas hechas a mano por una persona con capacidades diferentes”.

Lo que busca Paulina principalmente con este proyecto, es que su hermano sea independiente, que tenga un trabajo, “ya que no puede trabajar en una empresa como tal por su discapacidad, pues aunque hay chavos de su misma condición que sí pueden, Alberto tiene autismo, síndrome de Down y otros detalles no puede entrar a una empresa formal, por lo que la forma de que se sienta útil y generar algún ingreso es por medio de objetos que él mismo pueda crear”.

Otra inquietud de Paulina es porque creció con el problema, su tesis la hizo con personas con discapacidad, “entonces sin querer me metí un poco a ver qué pasaba con estas personas, qué pasaba cuando alguien en esa condición tiene 23 o 24 años y ya no puede ir a la escuela a aprenderse los colores y era saber qué había para ellos, pero como que se quedan estancados.

“Empecé a involucrarme, a pensar en proyectos y vi que lo que hacía ellos eran como libretas, cerditos de papel y como soy diseñadora me propuse que pudieran hacer otro tipo de cosas más interesantes, que alguien quiera tener en su casa, que sean más innovadoras o que tengan más diseño, entonces es donde surge la inquietud de crear una metodología.

Amplía su perspectiva

Paulina estudio diseño industrial en Madrid, en el Istituto Europeo di Design (IED Madrid), una estancia de cinco años que le sirvió para reconocer una cultura y consciencia más avanzada para con las personas con discapacidad.

Cuando regresó vio que todavía falta mucho por hacer. “Allá se ve muy diferente la discapacidad a como se ve en México, aunque aquí ya se empieza a cambiar pero estamos lejos aún de una conciencia de inclusión”.

La idea de este proyecto es que le gustaría que se aplicara a otras fundaciones, “no me gustaría que sólo fuera mi hermano, sino que si se llegaran a vender estas lámparas y nos llegara un encargo de 50 piezas, hacer un grupo de 30 chavos con síndrome de Down que las pudieran hacer o ir a alguna fundación y enseñarles la metodología para que puedan implementar esto mismo con sus chavos.

“Que crezca la red de chavos con discapacidad haciendo cosas útiles con diseño, pues los moldes se pueden ir cambiando. Vemos que si tiene mucho potencial el proyecto”, comentó.“No he pedido ayuda a instituciones o gobierno, pero ya con el prototipo es más fácil llegar para presentarles el proyecto, creo que sí tiene potencial para que le apuesten a los chavos”.

Entorno normal.

Sin pensarlo, Paulina reconoció que su hermano Alberto es lo mejor que le ha pasado, pues aprendió a darle el valor real a cada momento a su lado, sin reparar en el qué dirán o las miradas de rechazo.

“Para mí es lo mejor que me ha pasado, el tipo de discapacidad que tiene mi hermano hace que viva el día a día, no sabe que morirá mañana o que mis papás no estarán en algún momento, no se preocupa por pagarle a Hacienda, con él aprendí a disfrutar estos momentos, los pequeños detalles, comer algo rico, y así como él que baila donde se le antoja, si me dan ganas, donde sea bailo”, afirmó Paulina.

Además Paulina y Alberto han vivido en carne propia el rechazo de otras personas que no saben cómo actuar ante las capacidades diferentes.

“Alberto también tuvo un problema en el ojo, le tuvieron que subir la conjuntiva porque se perforó la córnea y cuando éramos chiquitos a mí sí me afectaba que nos señalaban en la calle, como su hermana me agüitaba, o por ejemplo, en una primera comunión había un brincolín donde le encanta brincar a Alberto, pero cuando se subió todos los demás niños se bajaron, pero él estaba feliz, yo estaba toda deprimida al igual que mis papás, pero Alberto como si nada, con el espacio para él solito”, recordó.

Sin embargo, Paulina sabe que su hermano no es consciente de que la gente lo rechaza o lo ve feo, “es normal para mí que lo vean raro, lo señalen, pero ahí ya es labor de los padres explicar de lo que se trata, a mí me encanta estar con él y no me importa si nos ven mal o no”, finalizó.

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