Son las 7:50 horas, el tránsito en las calles del Centro Histórico queretano es constante. Automovilistas que van tarde al trabajo o padres de familia que van retrasados a la escuela con sus somnolientos hijos en el asiento de atrás olvidan el Uno a Uno, haciendo del manejo un deporte extremo.

No es la única hora en la que se presenta este fenómeno, pues basta con observar por unos minutos cualquier crucero capitalino para comprobar que muchos conductores no respetan esta sencilla cortesía cuando se maneja un vehículo.

La mañana es el mejor momento para ver que, cuando el despertador no funcionó o se pegaron las sábanas, las normas viales poco o nada importan con tal de llegar temprano a la oficina o al colegio.

Aprovechando el paso del automovilista de adelante, los que van atrás, en muchas ocasiones “se pegan” como rémoras a tiburones, no para comer algo, sino para pasar antes que el automovilista que espera en la otra bocacalle y ganar unos “preciosos segundos”, como si fuera un rally.

No son pocas las veces en las que esta acción se lleva un recordatorio a alguna santa progenitora, al tiempo de un grito de “es uno a uno, buey”, lo que poco importa pues esos cinco minutos de más en la cama, ahora son 20 minutos tarde.

Pasada la hora de la entrada al trabajo y a clases, el tránsito disminuye ligeramente. Los conductores se mesuran, disminuyen su velocidad y manejan sus vehículos de manera más cortés.

En las calles del primer cuadro, donde por estos días el municipio de Querétaro lleva a cabo la remodelación de las banquetas, la circulación es más lenta, pues el material usado para la obra ocupa parte del arroyo vial. Incluso algunas calles están cerradas en ciertos tramos, como Ocampo, entre Balvanera e Hidalgo.

A las prisas coches y peatones

Con ello, no falta el automovilista que retrasado por los cierres y la vuelta que tuvo que dar para llegar a su destino, transite por las calles “echando lámina” y sin detenerse en las esquinas, demostrando en ese momento muy poco apego a la vida.

Los peatones también padecen esta situación. Deben bajar de las aceras y caminar por el arroyo vehicular, acelerando el paso cuando escuchan el ruido de un auto acercándose, para evitar quizá un golpe con un espejo o un “claxonazo” a manera de aviso para hacerse a un lado.

Conforme la mañana se vuelve tarde, el aforo vehicular en el primer cuadro capitalino aumenta. La gente acude al centro a hacer sus compras, a trabajar, al banco o por los niños a las escuelas, que salen pasado el mediodía. Se suman los camiones repartidores de diversas mercancías.

La esquina que forman Juárez e Hidalgo, que luego se transforma en Ángela Peralta, es un lugar donde la cortesía al manejar queda de lado. Es constante ver a los conductores no respetar el Uno a Uno.

Muchos son recriminados. Reciben gritos desde los automóviles a los cuales no dejaron pasar, como el conductor de un sedán compacto, quien ante el reclamo de una mujer a bordo de una camioneta blanca, quien tenía el paso, optó por el tradicional corte de manga, ante la indignación de la fémina, quien sólo mueve la cabeza de lado a lado.

Otros conductores, que no respetan el Uno a Uno, fingen ver hacia otro lado cuando el claxón del conductor a quien correspondía el paso, a manera de reclamo, suena para hacerlo voltear.

“Muchos automovilistas no respetan el Uno a Uno. Por más que les decimos, a veces ni a nosotros nos respetan”, dice un agente de movilidad, quien no da su nombre “por razones de seguridad”.

Agrega que en ocasiones se tienen que poner frente a los automóviles con el riesgo a su integridad física para que se respete el Uno a Uno. “A veces nos llevamos nuestra mentada de madre o algún otro insulto, pero debemos de cumplir con nuestro trabajo, la ciudad debe de tener orden”, añade.

Algunas intersecciones son complicadas. Una de ellas es Juárez y 16 de Septiembre, donde el tránsito de automovilistas y peatones es constante. Ahí, los agentes de movilidad deben de redoblar el esfuerzo, pues se tiene que proteger al peatón y controlar la circulación de automóviles para que la misma sea más fluida.

Sin embargo, a pesar de los esfuerzos, no falta el conductor que no respeta las cortesías, ni para personas a pie ni para otros conductores, acelerando a pesar de que no era su turno para pasar o cuando los transeúntes están cruzando la calle.

Existe el otro lado de la moneda: conductores que permiten el paso a peatones, y a otros automovilistas que al ver el gesto, en lugar de pasar, esperan a que quienes cedió el paso a las personas pase, premiando su gesto de educación vial.

Unos, los menos, aprovechan la oportunidad para pasar en carrusel de hasta tres autos a la vez, algunos, incluso, hasta hablando por teléfono.

Una calle que vio los semáforos desaparecer y que ahora se rige por el Uno a Uno es Nicolás Campa, en su cruce con Arteaga, Madero y Avenida del 57, lo que en un inicio desconcertó a más de un automovilista y peatón, que sorprendidos, semanas atrás, notaban como de pronto los automovilistas avanzaban uno a uno, salvo algunas excepciones, pues confundidos, pensaban que el semáforo estaba en verde.

En estos cruceros las autoridades municipales dispusieron de agentes de movilidad que agilizan el tránsito y de vez en cuando indican a los conductores que el paso es uno a uno.

En la gran mayoría de las calles los conductores saben y respetan esta cortesía vial que, sin estar en ningún reglamento, forma parte de las “reglas no escritas” para tener una convivencia más sana en la ciudad, aunque de vez en cuando haya algún conductor que, como dijera un peatón al que casi arrollan por la prisa de pasar, “va a recibir herencia”.

Esos son los menos, inclusive aquellos conductores con automóviles que lucen placas de otros estados asimilan el Uno a Uno rápidamente. Pero hay excepciones, como el joven, quien acompañado por una señorita, en un viejo sedán alemán, y manejando casi acostado y “de ladito”, poco importó que un taxi con pasaje tuviera el derecho de paso. Sin inmutarse siguió su camino tranquilamente.

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