Efraín y Calixto se conocieron en Querétaro. El primero tenía poco tiempo de haber llegado a la ciudad desde la capital del país para vivir con sus tíos que lo invitaron a probar suerte en un nuevo lugar, por lo que encontró un trabajo de medio tiempo en un centro de atención telefónica.
Ahí conoció a Calixto, y la primera coincidencia fue que ambos rondaban los 23 años de edad. En el caso de Calixto, su arribo a tierras queretanas se remite cuando tenía cinco años, pues su familia, también de la Ciudad de México, llegó a Querétaro gracias a una oferta laboral para el padre del joven.
Poco a poco los jóvenes fueron generando mayor confianza y vieron que compartían algunos gustos musicales y de cine, hasta que un día llegaron al tema de la marihuana. Los dos confesaron haber fumado antes con amigos y quedaron en “un día de éstos echar un porro juntos”.
Varias semanas después, tras recibir su pago, Efraín le dijo a Calixto que era momento de aventurarse a la experiencia sensorial, pero necesitaban la materia prima y “ninguno de los dos habíamos comprado antes, no sabíamos a dónde ir”, platicó Efraín.
La anécdota traslada a los jóvenes a la vieja Alameda Hidalgo llena de comercios, donde se quedaron de ver aquel día. El reloj pasaba de la una de la tarde cuando se encontraron y se dieron un tiempo para curiosear hasta que llegaron a un local que ofrecía una amplia gama de objetos para fumar “la hierba sicotrópica”.
Emocionados, se decidieron por adquirir una pipa de madera para facilitar el consumo “pues ninguno sabía en ese entonces liar un porro”.
Después se dieron cuenta Efraín y Calixto, que con los franeleros del lugar podían conseguir la marihuana.
Cuenta Efraín que el franelero les pidió dinero. Calixto les entregó los 100 pesos que habían destinado para su “experiencia pacheca”.
Efraín se acercó a la calle para ver dónde estaba el joven con su dinero. De repente lo vio salir de entre los autos estacionados y lo llamó. “En corto me dio una bolsa de plástico arrugada que cabía dentro de un puño cerrado”, relató Efraín, quien al verla, le reclamó al tipo que no era lo acordado, pero en respuesta recibió la frase “a ver cabrón, mejor ya llégale”.
Decepcionados por la mala fortuna, caminaron hacia una parada del camión rumbo a casa de Calixto, donde fumarían y verían alguna película.
Al revisar la bolsa de plástico que Efraín había metido en el bolsillo de su pantalón, se dieron cuenta que eran unas pocas ramas y un poco de marihuana pulverizada que apenas les alcanzó para llenar una vez su pipa nueva, y aunque cumplieron su deseo del ‘viaje psicotrópico’ se quedaron con la ligera molestia de haberse apresurado a comprar donde menos debían.
Búsqueda en la web
Con las múltiples formas de comunicarse en la actualidad, por medio de redes sociales e internet, el tema de la marihuana también ha hallado una ventana que permite discreción a la hora de comprar o compartir experiencias con personas con gustos afines.
El pasado 18 de junio un chico recién llegado al estado “colgó” un cuestionamiento en “Reddit”, sitio web para discusión y debate, con la intención de “disfrutar mucho más los paisajes (queretanos) con un buen churrito”.
El joven sudamericano preguntó directamente qué tan aceptada es la marihuana en Querétaro, con qué facilidad se consigue y si está mal visto el consumo por los residentes de esta ciudad, con la intención de hacer nuevos amigos en su nueva casa. La conversación que se generó, a pesar de no revelar dónde se podía conseguir la planta, evidenció varios puntos de vista en torno al estado y la cannabis.
Una de las respuestas que recibió el argentino fue: “Es más aceptada (la marihuana) en privado que en público. Trata de ir a eventos de arte y conocer gente, tengo un amigo en Querétaro que es artista y siempre que salgo con él veo que la gente de esos círculos es mucho más abierta en general (sobre todo los mismos artistas). Un evento de este tipo te facilitará conocer gente que fume”.
En su mayoría, quienes se sumaron al debate cibernético coinciden en que dentro de lo conservador de la ciudad, se vive un ambiente discreto por parte de la comunidad que consume y no está prejuiciada con ello.
“Querétaro, como cualquier ciudad del Bajío, es conservadora. Es decir, que son más religiosos y no aceptan tanto la droga. Pero pues cuando llegué a vivir aquí me di cuenta que una de mis roomies, la única queretana de la casa, consume marihuana casi diario. Esto significa que hay de todo. Así que mi recomendación es: Ten en cuenta que aquí en Querétaro la tolerancia a la marihuana va a ser ligeramente menor que en otras ciudades de México, pero tú sigue frecuentando a gente de tu edad (entre 18 y 30 años) y eventualmente conocerás a alguien que te pueda conseguir lo que buscas, y amigos con los que puedas ‘recrearte’ sin problemas”, es otro de los comentarios que le hicieron al recién llegado.
En Facebook hay varios grupos a favor del consumo de la marihuana. El “4:20 Querétaro” es uno de ellos, aunque es un grupo cerrado, tiene más de 7 mil miembros activos. Este grupo se define en su descripción como “una comunidad formada por gente a favor de conocer y fomentar el respeto hacia la cannabis, tanto a la planta como a los consumidores” y además para pertenecer a él es necesario cumplir con ciertos requisitos, entre ellos evitar vender la planta directamente en el foro cibernético.
En la misma red social hay otro grupo cerrado llamado “Marihuana, LSD y de todo en Querétaro” con 626 miembros que comparten experiencias y también sirve como forma de contacto con proveedores de las sustancias.
Siempre hay alternativas
Efraín y Calixto se hicieron buenos amigos con el paso del tiempo. Pese a su primera mala experiencia al conseguir la hierba, no dejaron de buscarla quincenal o mensualmente.
Los jóvenes recuerdan que la siguiente vez que se animaron a comprar recurrieron a un amigo que les dijo que tenía un “conecte”. Esta persona los citó cerca de una tienda de abarrotes sobre la avenida Revolución en la zona conocida como El Tintero.
Esa tarde al llegar Calixto encontró a Efraín con Jaime, platicando. “Caminamos hacia adentro de la colonia, Jaime de repente nos dijo que lo esperáramos en una miscelánea, y no tardó en regresar con un envoltorio de periódico donde nos entregó la hierba”, recordó Calixto.
Igual que la vez pasada, invirtieron 100 pesos. “Pero ahora sí eran 100 pesos, ya con eso nos alcanzó para unos 10 o 12 días”, aseguró Efraín.
Después los dos amigos buscaron nuevos puntos, pero cada compra tenía su grado de complejidad, pues normalmente llegaban a colonias que no conocían, pero que sabían que ahí podían conseguir la mota.
“Hemos conseguido de muchas formas y en varios puntos de la ciudad, en algunos el riesgo se incrementaba porque ahí mismo vendían otras cosas como polvo y crack (cocaína) donde el ambiente ya está más pesado”, reconoció Efraín.
Contó que una vez en el barrio de San Francisquito sintieron mayor incertidumbre. Llegaron caminando por una calle que desemboca a Zaragoza y un chavo con su mona en la mano les preguntó qué buscaban. Efraín y Calixto le dijeron que querían “armar un toque”, “nos pidió la lana y nos dijo que ahí lo aguantáramos”, rememoró Calixto.
Agregó que se pusieron nerviosos cuando pasaron 10 minutos y el joven no regresaba. “Pensamos que perderíamos otra vez nuestra lana, pero luego apareció otro chavo y nos entregó un envoltorio de periódico que rápido guardé en mi mochila y salimos por una calle distinta a la que entramos”. La compra no los dejó tan satisfechos pues el material, dicen, era de muy baja calidad.
Cuatro amigos
Armando está por terminar la carrera de Derecho; Lucio se desempeña como técnico informático; Pablo tiene un negocio de venta de comida y Fausto es empleado de un despacho contable. Los cuatro son consumidores regulares de cannabis y se conocieron en una fiesta de amigos en común.
Con el paso del tiempo formaron un grupo que salía a divertirse, asiduos visitantes de lugares del centro queretano y de repente aprovechaban los trayectos entre un lugar y otro para “darse las tres”. También, de vez en cuando, alguno de ellos se quedaba sin “material”, por lo que otro “le hacía el paro y le corría un gallo”.
Antes cada uno compraba por su cuenta, hasta que se les ocurrió una mejor forma de hacerlo: Lucio notó que cuando compraba con alguno de sus amigos, la parte que le correspondía le duraba más que cuando lo hacía solo.
La primera vez que compraron en conjunto fue en la colonia Venceremos. Cada uno dio 200 pesos y reunieron 800 para un cuarto de kilo. Al repartir todos vieron que era mejor opción.
Desde entonces esa ha sido su forma de comprar. Normalmente cada compra es con alguien diferente por dos razones: variedad y calidad de la planta y comodidad. La mecánica es la misma: se le llama por teléfono, se acuerda la cantidad y la hora y lugar del encuentro. Son pocos los “conectes” que llevan el pedido a domicilio, aunque últimamente los cuatro amigos recurren a uno de ellos, Javo, un chavo que estudia Arquitectura, que trabaja medio tiempo y que apoya su economía con la venta de marihuana entre algunos de sus conocidos, sin que eso le genere algún prejuicio. El joven es muy discreto y sólo hace negocio con gente de confianza. Una medida con la que se evita el riesgo.
Encuentro
Antonio tenía pocos meses de haber llegado de Guanajuato para estudiar robótica en el estado. Por las tardes trabajó en un café del centro para solventar los gastos que conlleva el vivir solo. Renta un cuarto por la escuela a la que asiste y no teme preguntar sobre dónde conseguir maeihuana.
Así es como se enteró que hay un lugar por la calle Prolongación Corregidora Norte, donde podría tener suerte. No está muy lejos de donde renta su cuarto, pero sí aborda una ruta que lo acerca a su destino aunque se equivoca y desciende una parada antes de la que debía, pero no importa. Al no conocer la zona, le pregunta a un locatario, con voz baja, si sabe dónde se vende cannabis. Sin pena le dan las indicaciones de avanzar un par de cuadras más y luego dar vuelta a la derecha donde después de una calle vuelve a preguntar en otro local. Le dicen a Antonio que ya está muy cerca y le señalan que a unos cuantos metros está lo que busca. Se ve nervioso y se acerca a la explanada donde hay varias personas sentadas. Una de ellas, al verlo, se pone de pie y se acerca para preguntarle qué busca. Antonio responde con su intención y entrega un billete de 100 pesos. Minutos antes había llegado otro joven que buscaba lo mismo, el cual esperaba sentado que llegara su material en un rincón del lugar. Antonio esperó cerca del desconocido e iniciaron una plática para pasar el rato.
¿Vienes muy seguido carnal?, fue la pregunta con la que entabló la conversación el joven que ya esperaba.
Es la primera vez —reveló Antonio—, apenas llegué de Guanajuato y unos “compas” me dijeron que por acá podía encontrar un gallo que ya hace falta.
¿Y por qué te decidiste por Querétaro?, reviró el desconocido.
—Porque aquí está mejor la escuela y el trabajo, aparte ya encuentras de todo en Querétaro, a comparación de Guanajuato, añadió Antonio.
“Qué bien —le respondió el joven—, pues llegaste a un lugar indicado donde no hay falla, siempre disponible, a todas horas y el material es de buena calidad”.
Tras la respuesta, los dos vieron cómo se acercaba el conecte en bicicleta con la mercancía. Antonio recibió su paquete y lo guardó en su mochila. El otro joven recibió un paquete más grande que envolvió en una chamarra que llevaba en las manos y sin más se despidieron del dealer. Ambos caminaron hacia el mismo lado, pero el desconocido se detuvo de repente frente a un carro que lo esperaba. “Cuídate carnal, soy Calixto, a ver si luego volvemos a coincidir”, le comentó.
Antonio se despidió y caminó hacia la avenida donde tomaría su ruta de regreso a casa. Calixto abordó el carro donde lo esperaba Efraín, para después dirigirse a su casa para hacer la debida repartición.
Nota: estos relatos son verídicos y no pretenden fomentar ni satanizar el uso de la mariguana. Su intención es la de retratar cómo el consumo de esta sustancia ha aumentado en el estado más allá de sectores marginales.