Sociedad

Migrantes denuncian abusos y falta de apoyo

Ante legisladores, demandan seguridad y oportunidades de trabajo.

El director del Departamento de Vivienda estatal, Pablo Meré; el director de la Facultad de Derecho de la UAQ, Ricardo Ugalde, y Hugo Cabrera (FOTOS: DEMIAN CHÁVEZ. EL UNIVERSAL)
13/05/2017 |02:54
Domingo Valdez
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Los diputados federales Hugo Cabrera y Víctor Manuel Giorgana Jiménez, así como la legisladora local Leticia Mercado y la ex titular del Instituto de Mexicanos en el Exterior, Eunice Rendón Cárdenas, toman nota mientras los migrantes cuentan historias de abusos por parte de servidores de aduanas y policías, así como quejas del proceso para obtener apoyo de gobierno cuando no cuentan con los papeles necesarios para acceder a los programas que, se supone, fueron creados para ayudarlos en el regreso a su tierra.

La cita estaba programada para las 13:30 horas, pero se atrasó hora y media. Antes hubo un foro de migrantes en la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), en donde estuvo Jorge Castañeda Gutman, ex canciller mexicano, quien llegó dos horas tarde, pues en la carretera se registraron varios accidentes.

Los migrantes vienen de distintos municipios, desde Pinal de Amoles hasta Huimilpan, con historias distintas, pero similares, con un fondo y un común denominador: la corrupción, aunque también el absurdo.

“Viene llegando uno sin nada”. Rubén Gutiérrez, quien ha estado fuera de México por 20 años, acude al encuentro porque quiere asesoría para tramitar una licencia Tipo B; pero necesita un licencia Tipo A para poder acceder a la B, a pesar de tener una licencia B de Estados Unidos, que no le reconocen como válida en México.

“Estoy tratando de conseguir un empleo y me tengo que esperar un año para conseguir ese empleo, o sea, no manchen”, señala el hombre, quien apenas hace dos semanas regresó de Estados Unidos.

Los servidores públicos toman nota de lo que pueden hacer por él o de a quién tiene que recurrir para tener su licencia y ganarse la vida en su país, aquel que hace 20 años no le brindó una oportunidad.

Otro migrante narra su odisea. Se trata de Rolando García, del municipio de San Joaquín, migrante por 19 años en Alabama, localidad que se caracteriza por la segregación racial y su pasado como estado confederado en la guerra civil estadounidense.

“En Alabama el racismo está muy duro. Fui al Consulado de Atlanta, donde me dijeron que supuestamente uno se viniera voluntariamente y todo iba a estar muy bien. Me traigo mi herramienta de trabajo, mi herramienta, pero al llegar a la línea mexicana, lo primero es que le quitan a uno el dinero”, indica.

Explica que los agentes aduanales le preguntaron si había declarado ya lo que llevaba; le decían que regresara y volviera a pasar la frontera, además de que le ponían pretextos para no dejar pasar su compresora para pintar.

Denuncia que tuvo que dar 600 dólares a los agentes, luego de que lo obligaron a apagar su teléfono celular.

El siguiente paso fue tratar de pasar con su camioneta, para lo cual tuvo que esperar una semana, hasta que alguien le hizo el favor de sacar un permiso de una persona residente.

“Para llegar a mi pueblo me gasté 5 mil 600 dólares, fue lo que costó, para llegar sin nada. Eso no es el apoyo. Más aparte, el Policía Federal, son 500 o mil pesos. Luego también el Estatal. Este me dice que debo traer una placa enfrente. Le dije que del estado que venía sólo se usa una placa. Ahí otro dinero. De ahí, me dice, ya vas libre. Solamente de aquí te debes de cuidar de los malos. Le pregunté quiénes eran los malos. A partir de la Sierra, es diferente. Ahí si traes ya la hiciste; si no traes, ahí te quedas y se quedan con todo. Ahí me quitaron 600 dólares. Viene llegando uno sin nada”, enfatiza.

En el rostro de los legisladores se dibuja un gesto de asombro, como si fuera la primera ocasión de que escuchan una historia como esta, como si fuera una pesadilla en un país lejano, pero no, sucede en la frontera de México.

Rolando señala que si quiere trabajar en México necesita de apoyos, al tiempo que apunta que durante el tiempo que estuvo en Estados Unidos trabajó muy duro, ganó bien, le mandaba dinero a sus padres y, ahora, llega y no encuentra ayuda para laborar.

Como operador de maquinaria, dice que laboró mucho tiempo sin papeles. “Para venirme para acá, mi esposa me tuvo que mandar un documento para poderme venir, porque en 18 años no tuve ningún documento”, refiere.

Pide a los diputados que hagan algo, para que la odisea con tintes kafkianos que vivió no la padezcan otros migrantes, aunque dice que sabe de muchos casos similares, pero algunos no tienen la fortuna de llegar, “ni con sus cosas, ni con nada”.

“Yo tengo la suerte de haber llegado, estoy aquí y vengo a luchar y trabajar. Claro, si hay alguien que me pueda ayudar lo voy a recibir. Si no, hay que luchar, así es la vida”, apunta.

“No se olviden de nosotros”. El siguiente en narrar su historia es Jorge Morales, hombre de edad, padre de dos migrantes, quien pide a los diputados abrir una oficina legislativa en la frontera, para evitar los abusos.

Retoma lo que dijo Rolando: “Él habla de racismo allá [en Estados Unidos] y el migrante para los representantes y autoridades es lo mismo. Es un racismo lo que hay en México. Quisiera que ustedes que están arriba, que pueden ayudar, pusieran una oficina, alguien que apoyara desde el momento que cruzan la frontera, que le permitieran a esa gente que se viene libremente, que quiere regresar a su tierra, quizá para regresar legal a Estados Unidos, pero le quitan todo. Cómo pueden los mexicanos venirse con la confianza de llegar con su familia. Si no se los quitan los buenos, se los quitan los malos. Entonces, en quién se puede confiar”.

Los legisladores no contestan de primera mano. Dejan que se hagan cinco preguntas o comentarios de los migrantes que acuden a la reunión, la misma dinámica que usaron en la Universidad Autónoma de Querétaro; de vez en cuando interrumpen sus anotaciones para hacer un comentario o preguntar algo a quienes narran su experiencia.

Luego toma la palabra Adriana Reséndiz García, hermana de Onorio e Ismael, de 19 y 23 años de edad, de Pinal de Amoles. Ambos jóvenes tuvieron el afán de llegar a Estados Unidos, en búsqueda del sueño americano, hace siete años, pero no llegaron jamás a la frontera y nunca se supo de ellos.

Apunta a que perdieron rastro de ellos en San Luis Potosí y las autoridades no les han dado respuesta y no tienen avances en el seguimiento de las pesquisas. “No se olviden de nosotros, no se olviden de nuestro caso. Nosotros no los olvidamos, son nuestra familia. Es nuestra petición a ustedes como autoridades”, agrega.

Los diputados vuelven a escribir en sus hojas.