Este 12 de octubre de 2016 se conmemoró un aniversario más de la llegada de los españoles al continente americano. Quizá para muchos fue un día más, sin mayor importancia, sin embargo para otros fue un día especial y necesario para recordar y revalorar las raíces.

Este fue el caso de un grupo de indígenas triquis originarios del estado de Oaxaca que decidieron tomar la emblemática Plaza de Armas.

No fue un plantón denunciando o reclamando algo ni una concentración de tintes políticos, sino una pequeña muestra de lo mucho que tienen que presumirle a la sociedad queretana.

Alrededor de 50 personas, entre mujeres, hombres, niños y niñas, ataviados con sus trajes típicos se apostaron de manera espontánea a las afueras del Palacio de Gobierno para ofrecer algunos platillos y bebidas tradicionales, enseñar cómo bordan un huipil, un gabán o una bolsa. Otros interpretaban algunas piezas musicales y otros y otras se dedicaban a conversar con mexicanos y extranjeros que se acercaban curiosos para probar, preguntar y platicar.

Silvino Ramírez Martínez es un indígena triqui originario de Oaxaca. Porta con orgullo su traje típico y un bastón. Él es el presidente de la Asociación Triqui Tinojei de Querétaro. Cuenta para EL UNIVERSAL Querétaro que radica en la capital queretana desde hace más de 25 años.

Esta asociación reúne a cerca de 100 personas. Todos tienen un mismo propósito: rescatar y preservar sus costumbres y tradiciones. Es la primera vez que realizan una muestra de este tipo porque dice Silvino: “somos una comunidad muy cerrada, pero hoy [ayer] 12 de octubre, quisimos salir y mostrar la riqueza de nuestra cultura a los queretanos”.

La mayoría de los triquis que viven en Querétaro son originarios de San Juan Copala, en el municipio de Santiago Juxtlahuaca, Oaxaca, dice.

En su natal Oaxaca se dedicaba al cultivo y cosecha del café, sin embargo, los conflictos sociales, la falta de oportunidades y el complicado panorama en la compra venta de este grano motivaron su salida y lo impulsaron a buscar otras realidades.

Una invitación para mostrar sus artesanías en la Ciudad de México y en Querétaro fue el pretexto perfecto para ello. Conoció esta ciudad y decidió que aquí quería vivir y trabajar.

Silvino vive con su esposa y con sus seis hijos. Se dedican a la elaboración y venta de artesanías, las cuales van desde una pluma bordada hasta diademas en forma de aves.

Los hijos mayores hablan el triqui, pero los más pequeños han perdido el interés por hacerlo, sin embargo, Silvino se esfuerza por preservar su idioma entre los suyos, “no quiero que se pierda nuestro idioma”.

La muestra es una forma de reivindicar la dignidad indígena, ya que a pesar de los avances en la protección de sus usos y costumbres, aún hay qué hacer por la falta de oportunidades y la discriminación, dos temas que todavía lastiman.

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