Hay mexicanos a los que les va muy bien en Estados Unidos. Su calidad de vida ha cambiado. Han dejado de ser considerados indocumentados para ser microempresarios. Sin embargo, son cosas que se logran con el tiempo y principalmente con mucho sacrificio.
Yazmín y Patricia son hermanas, originarias de Querétaro, de una comunidad cercana a Jalpan de Serra; Rodolfo y Leonel son de San Luis Potosí, y de igual forma son hermanos que han optado por la vida diferente que se ofrece en los Estados Unidos. Diferente en calidad, pues se trabaja más.
Todo queda entre familia, pues Rodolfo es esposo de Yazmín mientras que Leonel está casado con Patricia. Ambas parejas tienen dos hijos, además de que los cuatro han regularizado su estadía en el país vecino del norte y han fundado una empresa que les ayuda a vivir bien.
Actualmente, las dos familias viven en Carolina del Norte y no es la primera vez que cruzan el país hacia su estado de origen dentro de la Caravana del Migrante que ingresó a México el pasado jueves. A pesar de que sus hijos son norteamericanos de nacimiento, con estas visitas tratan de inculcar en sus pequeños sus raíces y la cultura mexicana.
Rodolfo y Yazmín. Los reporteros de esta casa editorial habían recorrido todo el estacionamiento del Centro Cultural Nuevo Laredo, donde ya se habían instalado la mitad de los vehículos que conformaron la séptima Caravana del Migrante. Fue un reconocimiento de terreno pero su tiempo era limitado pues sólo tenían alrededor de media hora antes de que comenzara el acto protocolario del banderazo de salida del contingente de paisanos, que incluyó la presencia de tres gobernadores, el obispo local, además de diputados federales y presidentes municipales.
No era fácil detectar los vehículos que llegarían a Querétaro pues días antes se había informado que estarían marcados con calcomanías de colores por estado participante en la caravana, algo que no sucedió.
Rodolfo bajó un poco el vidrio de su camioneta. Una de modelo reciente, grande y color rojo cereza. Estaba resguardándose del fresco de la mañana junto a su esposa Yazmín y sus dos hijos, Rodolfo Jr. y Susy. No era la primera vez que se unían a la caravana para visitar a sus familiares en las fiestas decembrinas. “Hemos estado viniendo cada año desde hace más de cinco años, gracias a Dios pude arreglar mi situación migratoria y podemos venir sin problemas”, contó.
“Al principio batallamos como todos porque llegamos como indocumentados a Estados Unidos por un futuro mejor y se pudo arreglar mi situación al casarme con Yazmín que ya era ciudadana por lo que automáticamente se arregló mi situación en 2010, seis años después de haber llegado como indocumentado”, añadió.
Rodolfo llegó en 2004 a Carolina del Norte. “Allá en el pueblo, en San Luis Potosí, sí hay estudios y trabajo, pero mis hermanos estaban en Estados Unidos y me decidí a seguirlos. No tenía pensado venir a quedarme mucho tiempo, pero ya aquí las cosas cambian. Yo quería trabajar unos tres años, juntar algo de dinero y regresar para poner un negocio o una casa, pero el destino es diferente”, comentó el padre de familia.
Más que un móvil económico, predominó en Rodolfo la motivación amorosa pues se había enamorado de la hermana de la esposa de su hermano, a la que conoció ese año. “Nos conocimos en su casa, en el mismo 2004, ella me gustó mucho y por eso me motivé a venir a Estados Unidos”.
Sus expectativas se han cumplido con creces tras 12 años de vivir en Estados Unidos, así que todavía considera que el sueño americano “existe, porque no es muy fácil vivir ahí, tenemos que estar trabajando diario, en largas jornadas.
Pero los beneficios son que uno vive más cómodo a comparación de vivir en el rancho de donde uno es originario, hay más oportunidades porque con lo que uno gana en un día puedes comprar ropa, lonches y varias cosas, pero a diferencia de lo que se gana en México está mejor, porque aquí no me alcanza ni para los tacos”, declaró, aunque la constante en ambos países es el esfuerzo y trabajo del mexicano.
Leonel y Patricia. El equipo de reporteros continúo con su camino y varios vehículos, en una fila diferente, encontraron una camioneta blanca, también de modelo reciente y de llantas anchas. Al igual que la anterior, va cargada con diversos artículos, algunos de ellos presentes para la temporada con la familia.
Son Leonel y Patricia los que van abordo en los asientos delanteros, mientras que atrás están sus dos hijos. Viajan hasta la última parada de la caravana, en el municipio de Jalpan.
Patricia recordó que fue Leonel el que primero llegó a Estados Unidos como indocumentado para trabajar mientras que ella llegó en 2001, por lo que se cumplen 15 años de su vida en el vecino país del norte de la que han sido testigos de sus cambios y tendencias políticas.
“No nos gustó mucho el cambio de gobierno por todo lo que dijo Trump en campaña, pero ahora que ganó creemos que no va a hacer mucho, no sería bueno para nadie y en todo caso perderían más los estadounidenses con esas medidas”, expuso Patricia quien contó que fue por su padre que llegó a sueño norteamericano.
“Fue difícil, fue un cambio bien repentino para nosotros porque en ese entonces tenía 18 años pero nos llevó de forma legal aunque todo fue nuevo y difícil, Leonel fue quien llegó desde años antes como indocumentado, sin embargo hemos logrado lo que nos hemos propuesto.
La añoranza de ver a la familia mexicana dura un año, por eso en la casa de la familia Servín, la fiesta por la unión de todos sus elementos finalizará el próximo 4 de enero de 2017, fecha en la que emprenderán el regreso a su hogar, porque son familias que difícilmente se ven de vuelta al país para establecerse de nuevo.
Hay sueños que se cumplen en Estados Unidos, aunque son menos de los que se quedan truncos en la frontera.