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Sólo por una tarde, las calles de Querétaro se pintaron con los colores del arcoíris, los asistentes se pusieron tacones, se maquillaron y salieron a mostrar su orgullo. Hubo miles, unos dicen 2 mil, otros mil 500, otros 3 mil, quienes participaron en la primera Marcha por el Orgullo LGBT+.
La cita fue en la entrada de la Alameda Hidalgo, en avenida Constituyentes. Desde las 17:30 horas los participantes arriban al lugar. Ondean sus banderas con los colores del arcoíris orgullosas y orgullosos.
Las parejas diversas se toman de las manos y se besan sin miedo, sin temor a ser juzgados, recriminadas por las personas de moral estricta, sin miedo a ser invitadas a abandonar el lugar, a los insultos, a las agresiones físicas y verbales.
En esta tarde soleada, calurosa, se festeja la diversidad, como dice el lema de la marcha: “Celebramos nuestras vidas y nuestros cuerpos”. El ambiente es festivo, es de alegría.
El arranque de la marcha se da cuando el autobús turístico de dos pisos da la vuelta en Constituyentes y se instala frente el Centro Cultural Manuel Gómez Morín. Los asistentes comienzan a cruzar la avenida. Enfilarán rumbo al auditorio Josefa Ortiz de Domínguez, para luego regresar por la misma avenida, hasta Pasteur.
Mientras, un oficial de la Policía Municipal se pone de acuerdo con los organizadores sobre los cortes viales y cómo avanzarán durante la marcha. Voluntarios de Amnistía Internacional apoyan en la logística y seguridad. Se coordinan entre ellos para cuidar al contingente de posibles agresiones, pues existe el rumor de que jóvenes de una organización de ultraderecha esperan la marcha para agredirlos a su paso por avenida Corregidora. La tensión entre los organizadores se dispara durante unos minutos.
La mayoría de los asistentes permanecen ajenos a este rumor. Marchan sin preocupaciones. Algunos portan coronas y bandas alusivas a la fecha y al lugar. Las mujeres transgénero marchan juntas, hacen un bloque, son de los grupos más segregados, más violentados por ser más visibles.
Los participantes ondean orgullosos las banderas arcoíris, mientras cantan el tema “A quién le importa”, de Alaska y Dinarama, éxito de la década de los ochenta, cuando muchos de los asistentes no nacían.
El contingente ríe, canta, y grita consignas como “tortilla más tortilla, hacen buena quesadilla”, “respeto a tus hijos, respeta a los míos”, “derechos iguales a lesbianas y homosexuales”, “yo pago mis impuestos, respeta mis derechos”.
Sobre la avenida Corregidora una multitud espera ver al contingente que pide igualdad de derechos, como el matrimonio entre parejas del mismo sexo, derecho a seguridad social y pensión para parejas igualitarias, entre otros.
La marcha llega a avenida Zaragoza, donde un grupo de jóvenes gritan algunos insultos homofóbicos, que son ignorados por quienes marchan. Pero son más los automovilistas que los apoyan con el claxon, que sacan la mano por la ventana y hacen la “V” de la victoria.
Al llegar a la Plaza de Armas hacen un pronunciamiento frente a Palacio de Gobierno.
“En el estado de Querétaro nos han golpeado, insultado, negado el acceso a la educación, a un trabajo formal. Nos han anexado, nos han mandado a retiros religiosos, al siquiatra, a terapia sicológica para curarnos. Nos han corrido de espacios públicos, nos han violado para corregirnos, nos han abandonado, corrido de nuestras casas, de nuestros trabajos, simplemente por vivir y amar como queremos”, se escucha en el sonido local, donde también llaman a las autoridades de Querétaro a gobernar para todas y todos, mientras recuerdan que a diferencia de las iglesias ellos sí pagan impuestos.
Piden a las autoridades estatales legislar a favor del matrimonio igualitario, el acceso a servicios de salud, y tener todos los derechos.
La noche cae en la ciudad y los asistentes se dispersan, muchos ya se ponen de acuerdo para el “after”, para seguir con la fiesta, para seguir celebrando sus cuerpos y sus vidas. El sonido remata con una frase: “Más que un momento, orgullo en movimiento”.