Camina por la calles de la colonia Carretas. Lo acompañan seis perros, a los que saca a pasear una hora por 150 pesos a la semana. Desde hace cinco años, Juan Antonio Pacheco se dedica a pasear canes, actividad que combina con su trabajo en un restaurante.

Su andar es lento, pausado. Avanza lentamente con seis canes, que luchan por dirigirse al arbusto, el poste o la llanta que les llamó la atención; pero Juan Antonio no cede, sigue caminando en una dirección.

Uno de los perros, un mestizo, camina sobre tres patas, fue rescatado por su actual amo. La mayoría de los perros son de raza, cuyos dueños trabajan durante todo el día y no pueden sacarlos a pasear, como lo necesitan todos los canes.

Juan Antonio, de 27 años de edad, narra que siempre le han llamado la atención los perros, pero hace cinco años, gracias a unos amigos que ya se dedicaban a pasear mascotas, fue que comenzó en este trabajo, que en los últimos tiempos se puso “de moda” entre los jóvenes.

“Ellos [sus amigos] sacaban a pasear a sus perros y la gente los fue contactando, para sacar también a sus mascotas. De ahí surgió, vieron una ganancia en sacar a pasear a sus perros y vieron el negocio y, de ahí, me llamaron porque tenían bastantes perros”, indica el hombre.

Señala que saca a los perros una hora al día y cobra 150 pesos por semana. En su caso, cuenta con ocho clientes a quienes pasea todos los días, incluso en los días fríos, como los que se viven en Querétaro por estas fechas.

Además, tiene otro empleo, de cocinero en un restaurante, que le sirve para complementar los gastos del hogar, pues tiene una esposa y un hijo, a quienes debe de procurar lo necesario.

A pesar de la situación económica, nadie le ha dicho que quiere prescindir de sus servicios, por lo que tiene el dinero asegurado.

Mientras platica, la mayoría de los perros se mueven para un lado y para el otro, olfatean al desconocido, otros voltean a ver al pastor alemán que desde el interior de una casa los observa y les ladra. En general, los animales están calmados.

Menciona que sus clientes guardan cierta similitud con las personas que van al restaurante. Se imagina que es gente que trabaja, que no tiene tiempo de hacer de comer en casa y acude al restaurante.

“Es los mismo que aquí. No tienen chance de pasearlos, trabajan, tienen sus actividades, no tienen chance, y es ahí donde nos involucramos nosotros”, asevera.

Para evitar que los perros se enreden entre las correas o lleguen a pelearse, Juan Antonio apunta que se necesita práctica, además de hacer que se conozcan y se unan a la manada, luego, una vez integrados, ya no hay tantos problemas.

“Claro, hay diferentes comportamientos de los perros, algunos son más bravos, son más inquietos, molestan a otros perros y a esos sí los debes de tener más controlados, pero si los mantienes alejados de los otros perros no hay problema”, dice.

Indica que supo que las autoridades quieren poner una especie de cuota o permiso para que puedan llevar a cabo esta actividad. Aunque, en ese sentido, no puede platicar mucho con otros paseadores, ya que cuando los perros ven a otros que no son de su manada se ponen inquietos, se hace un caos y no pueden conversar.

Apunta que después de mucho tiempo de convivir con los perros saben identificar sus comportamientos; cuando encuentran algo diferente en las mascotas lo hace del conocimiento del dueño, para que lo lleve al veterinario, como le pasó hace poco con un can, que comenzó a toser y se lo comunicó al amo.

Explica que esta actividad la hace en la mañana, pues su trabajo en el restaurante es en la noche: “Este es el trabajo de la mañana, de nueve a 10, 10:30, y allá, en el restaurante voy hasta la seis de la tarde”.

Asevera que su límite para pasear son ocho perros. Aunque hay quienes sacan hasta 10 o 12 perros a la vez, dice que es más complicado, ya que se llegan a enredar con las correas; por lo que lo ideal es que sean ocho.

Precisa que en su equipo también debe de traer bolsas de plástico, para recoger la materia fecal de los perros cuando “se hacen” en la calle. “Es lo más divertido del trabajo”, bromea Juan Antonio.

“Algunas personas piensan que no vas a recoger la popo y te dicen o se te quedan viendo, pero siempre traigo las bolsas, así que no hay problema, nada más los ignoro. No estás dejando basura, no tienes ningún problema”, acota el hombre.

Mientras conversa, de una casa sale una pareja de adultos mayores, que ven con interés a Juan Antonio y su manada. La mujer se acerca y le pregunta cuánto cobra por pasear a los perros, pero responde que por el momento no puede sacar a uno más. Está saturado de trabajo.

Añade que la relación que lleva con los dueños de sus clientes es buena, a tal grado que algunos de ellos le piden que cuando regrese de pasear a su perro le dé de comer, contando con la confianza necesaria para tener las llaves de sus domicilios y entrar directamente por la mascota.

“Ahora que acaban de ser las vacaciones, una señora me dijo que iba a dejar a su perro, que le diera agua y de comer y se hace normal”, acota.

Precisa que la mayoría de los amos quieren mucho a sus perros, aunque muchas veces no pueden sacarlos a pasear por las actividades productivas de cada uno. Varios son adoptados, como el perro mestizo que está amputado de una pata.

“Hay otros que los tienen como mascota, en el jardín, que se vea bonito, a lo mejor no conviven mucho con sus perros, pero la mayoría sí quieren muchos a sus animales, los cuida, les ponen sus abriguitos bonitos. La gran mayoría sienten un gran respeto por sus mascotas”, puntualiza.

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