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Daniela López es maestra egresada de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ); licenciada en Español, con una maestría en Literatura, hace alrededor de un mes inició una aventura emprendedora motivada, en gran parte, por asegurar una educación de calidad a su hijo.
Hace aproximadamente cuatro semanas Daniela comenzó a operar una cafetería rodante en Plaza del Río, lo que la llevó a dejar de dar clases tanto en la UAQ como en el campus Juriquilla de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es algo que planea retomar, sin embargo, por el momento ha decidido enfocarse en levantar su nuevo proyecto.
La isla ha dado cierta vida a la plaza, cosa que la joven emprendedora atribuye a que “el café y la lectura suavizan todo”, ya que el aroma del primero atrae a las personas.
La amante de las letras coqueteó por primera vez con la idea de tener una cafetería cuando cursaba la licenciatura en la Facultad de Lenguas y Letras de la UAQ, en el Centro Universitario.
Recuerda que entonces había una cafetería de madera en la explanada de la facultad y una amiga suya trabajaba ahí. Daniela y su “hermana zarigüeya” gustaban de tomar café en este espacio por las tardes, “lo disfrutábamos mucho porque te podías sentar a leer o te podías poner a trabajar ahí y el ambiente era muy bueno. Todos los días tomábamos café”, cuenta.
Con las visitas pronto aprendió a hacer el café. La máquina que tiene ahora es muy sencilla en comparación con la que había en la cafetería de su facultad, pues la otra era tres veces más grande, pero a pesar de ello el aparato se defiende. De hecho, la máquina ya fue bautizada como “la hermosa”.
“Esta es prácticamente de casa, pero muy buena. Tiene un molino que no necesitas comprar el café molido y ese es el plus del servicio ahorita. En estos momentos nosotros molemos el café en el momento en el que lo preparamos, y eso es algo que ha gustado mucho”, expone la mujer.
López terminó la licenciatura, su amiga se fue a vivir a Alemania, ella empezó a trabajar y la vida continuó.
A la distancia de esa época, sentada en la única mesa que rompe con la aridez del espacio que rodea a la cafetería, comenta: “esto surgió a raíz de que tengo un hijo y una colegiatura muy cara que pagar. Soy maestra. Daba clases en la UNAM y en la UAQ. En la UNAM estaba en el Centro de Estudios de Lenguas Extranjeras. Me pagaban bien, pero no era constante. En la UAQ las cosas están un poco difíciles. Tengo pocas horas y no veía para dónde hacerme”, comparte.
La idea de tener un negocio propio fue aterrizando poco a poco. Un día, estando en un centro comercial con su esposo, Daniela vio una sucursal de la cadena Starbucks a tope de su capacidad y decidió que era hora de hacer algo.
“¿Qué tiene el Starbucks que no tengamos nosotros?”, continúa preguntándose. Se refiere a México, los mexicanos y la riqueza natural del país. ¿Para qué volteamos al Starbucks, cuando México tiene de todo, empezando por un café de excelencia”, agrega.
Café de altura
A finales de 2016 Daniela contactó a Tatiaxca, una marca de café originaria de Zongolica, Veracruz. La atendió el gerente general de la empresa, un señor que le causó la impresión de ser muy activo.
La marca Tatiaxca maneja un modelo de franquicia en el cual proporciona a sus socios una caseta equipada con equipo básico para comenzar a vender café y después de analizar su modelo de negocio, López decidió firmar con ellos, consiguiendo el primer punto de venta para el estado de Querétaro.
Eso fue en noviembre; ella aún estaba dando clases tanto en la máxima casa de estudios del estado como en la UNAM.
Pagó por la caseta en la última semana de diciembre y el 9 de enero llegó el stand con la máquina para moler café, una crepera, licuadora y demás cosas básicas, además de 15 kilos de café para comenzar a operar.
Daniela no conoce Zongolica pero sabe que es un lugar bellísimo y un pueblo muy pequeño, como de 40 mil personas, que está en las montañas de Veracruz, a tres horas de Córdoba.
“No he ido, solamente a Córdoba, pero ya me metí a internet y vi todo. En el pueblo se dedican a esto, al café. Es una zona en la que se manejan varias marcas, muchas de las cuales se rankean en los primeros lugares a nivel mundial en calidad.
“En todo el país están vendiendo de estas casetitas y la ventaja que tiene esta franquicia es que no me amarró; yo a Tatiaxca le compro café pero no les pago regalías, ni ellos a mí. Ellos me enseñaron a usar la máquina y nos capacitaron a mí y a Andrea (la chica que ayuda a Daniela en la cafetería)”.
Busca construir una marca
Lo que la emprendedora está haciendo actualmente es trabajar en la identidad del negocio, además de que está buscando proveedores locales para que lo que venga de otros lugares sea únicamente el café y el chocolate.
La decisión de ubicarse en Plaza del Río obedece a que su marido compró un local en la zona hace alrededor de cinco años. “José Luis me decía que aquí había muchas necesidades de esto, de una papelería, de un internet, y se dieron las cosas. Fue una cuestión de meses. Lo estábamos pensando mucho, pero dijimos que si lo pensábamos demasiado no íbamos a hacer nada”.
En las primeras cuatro semanas de operación la cafetería ha ido bien. La oferta actual incluye un café de altura de excelente calidad; expresos, capuchinos, café late y para ahora que haga calor contarán con frappes y sodas italianas.
Están pensando en meter un nuevo producto, el taro, una raíz japonesa que a partir del próximo viernes estaría disponible. También venden tizanas, malteadas, crepas y baguettes.
Se manejan con base en el horario de un banco que está en la plaza, pues mucha de la gente que acude al lugar acude al banco para realizar el pago de servicios.
“Si el banco cierra, nosotros también. Estamos abriendo alrededor de las 8.30 y cerramos alrededor de las 5.30. Algunos se han quejado y como que quieren un poquito más de tiempo, pero me he estado quedando y no hay mucha gente en la tarde”, comenta.
La idea de Daniela es establecerse y en dos o tres años comprar otro estanquillo para llevarlo a fiestas y rentarla por hora o por evento.
La experiencia de emprender
“Las dificultades más fuertes las estoy teniendo ahorita, en este momento”, afirma López. Refiere que la apertura no fue tan difícil, pues en cuanto al orden financiero ha contado con la experiencia de su esposo en otros negocios.
“Todo el sistema y todo el know how él me lo ha dado y esa parte no me ha costado tanto trabajo”, refiere.
El problema más grande que ha tenido tiene que ver con el área de la comunicación, pues muchas veces las personas llegan a la plaza y no saben qué es lo que vende; es por ello que actualmente trabaja en una estrategia de comunicación para atraer a la clientela.
En experiencias anteriores de su marido, ha notado que los primeros años son muy difíciles, y señala que lo que le ha funcionado ha sido la constancia y el trato al cliente, algo que considera muy importante.
Ve como ventaja que una vez que sus clientes prueban el producto salen contentos. “Se nos ha acercado mucha gente que busca café de calidad; por ejemplo, tenemos un cliente venezolano que siempre está aquí. Diario se lleva un capuchino y su expreso a mediodía, después de comer. Él nos dice que le gusta la calidad y creo que eso es lo que ha hecho la diferencia. El mercado ha sido más en específico para gente que le gusta el sabor”, dice.
Daniela espera retomar las clases en agosto próximo. Considera que hubiera podido seguir con ello y al mismo tiempo administrar su negocio, pero no quiso descuidar ninguna de las dos cosas.
Por lo pronto, alguien que quiera probar su café lo puede hacer en la calle Salvador Galván, en Plaza del Río.