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El presidente electo, Donald Trump, junto con su esposa y familia, el vicepresidente, Mike Pence, y miembros de su equipo dio hoy inicio al día en que será investido presidente de Estados Unidos con la asistencia a un servicio religioso en una iglesia frente a la Casa Blanca.
Trump recorrió en un vehículo blindado la distancia que separa la Blair House (residencia para invitados distinguidos del presidente) de la iglesia episcopaliana de St. John's, donde tradicionalmente el presidente estadounidense acude a misa. Normalmente esa pequeña distancia es recorrida por los mandatarios estadounidenses a pie, aunque las fortísimas medidas de seguridad que rodean los actos de hoy y la lluvia podrían haber llevado al Servicio Secreto a inclinarse por la comitiva a motor. El acto religioso da inicio a las celebraciones de investidura presidencial, que tendrán su momento central con la jura este mediodía del cargo en las escalinatas del Capitolio. Trump estuvo acompañado de su esposa Melania, sus hijos, el vicepresidente, Mike Pence, y una parte importante de su equipo para la Casa Blanca y de los elegidos para conformar su gabinete de Gobierno, entre ellos su nominado para el Departamento de Defensa, James Mattis; Vivienda, Ben Carson, o Salud, Tom Price. Trump vestía un traje oscuro a medida de Ralph Laurent y corbata roja, mientras que Melania lucía un vestido de chaqueta azul claro con el pelo recogido, en un estilo que recordaba a la fallecida primera dama Jackie Kennedy.
En total, unas 300 personas cercanas al futuro presidente estadounidense, que se impuso en las elecciones del 8 de noviembre a la demócrata Hillary Clinton, asistieron al ocio religioso. El sermón estuvo dirigido por el pastor baptista tejano Robert Jeffress, un polémico religioso de Dallas que había anunciado que el título de su servicio sería "Cuando Dios elige a un líder", en el que incluyó una lectura del antiguo testamento sobre la construcción de un muro alrededor de Jerusalén. Trump no es conocido por ser excesivamente religioso, aunque durante la campaña comenzó a reunirse con líderes religiosos en su Trump Tower de Nueva York y a aproximarse a movimientos evangelistas, con una importante inuencia en el voto conservador.