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Los rostros de sorpresa mezclada con curiosidad llenan el recorrido de las biciorugas, del Centro Cívico al Jardín Guerrero, en una rodada organizada por autoridades municipales para conmemorar el Día Mundial de la Bicicleta.
Los ciclistas llegan a la puerta principal de Centro Cívico, donde las biciorugas ya están listas para recibir a quienes harán el recorrido. La salida se demora un poco, se organiza a los participantes de la experiencia de recorrer las calles de la ciudad de una manera poco convencional y verla desde otro puntos de vista.
No es lo mismo hacer el recorrido en coche que en bicicleta. Se aprecian más detalles en las calles, así como algunos de los obstáculos que deben de sortear quienes hacen de la bicicleta su medio de transporte cotidiano.
Apenas se sale de Centro Cívico y los ciclistas resienten los obstáculos en su camino o que ponen en riesgo su paso, como unas piedras puestas a un costado de la ciclovía, frente a algunos de los edificios, para apartar lugares de estacionamiento.
Se toma la avenida Fray Luis de León. Al pasar frente a la sede del Congreso del estado se ve a los empleados tomar fotos, con sus teléfonos celulares, desde las ventanas. La caravana llama la atención desde los primeros metros del recorrido.
De ahí se avanza por la calle Cerro Blanco, hasta avenida Cimatario, donde los topes deben ser sorteados por los ciclistas. Quienes no se levantan un poco de los asientos sufren las consecuencias de los topes.
Antes de llegar a Luis Vega Monroy el grupo se detiene. La llanta de una bicioruga se poncha, o al menos está baja. Los guías de los vehículos se comunican unos a otros y corren de allá para acá. La información es un tanto confusa. Tras unos minutos de espera, el contingente retoma el viaje.
Se avanza por Cimatario, donde la cantidad de personas en la calle es mayor. Es uno de los puntos donde la caravana llama más la atención. Al menos una docena de personas sacan sus dispositivos móviles y los apuntan hacia los ciclistas.
Desde los coches pasa algo parecido. Los pasajeros de varios autos toman fotos, mientras los conductores tocan el claxon a manera de aprobación o apoyo a quienes deciden moverse por la ciudad sin quemar combustibles fósiles, o “jugo de dinosaurio”, como alguien atina a llamarle a la gasolina y diesel.
No todo es aprobación. Algunos automovilistas mueven la cabeza a manera de desaprobación cuando los agentes de movilidad detienen el tránsito para que pasen las cinco biciorugas juntas y enfilen se camino por Constituyentes. Pero son los menos. La mayoría aprueban este medio de transporte.
Uno de los participantes comenta con su compañera que se imaginara si este medio de transporte se hiciera no sólo para los niños de las escuelas, sino como una alternativa al transporte público y que salieran cada cierto tiempo del Centro Cívico al centro de la ciudad. “Lo malo sería la subida”, responde la joven mujer. La idea no es mala.
El paso por avenida Constituyentes es sin sobresaltos, aunque en ocasiones se tiene que salir del carril destinado para ciclistas y autos, porque hay algunos vehículos detenidos. Los guías van indicando en qué momento pedalear, dejar de hacerlo, frenar de manera intermitente o frenar de manera firme.
Frente a la Alameda Hidalgo tres hombres caminan. A uno de ellos sus compañeros le dicen que aborde la bicioruga, que a fin no quería caminar. El hombre, sin pensarlo mucho, acepta y sube. Ocupa el lugar que cuadras atrás había dejado libre el secretario de Movilidad municipal, Mauricio Cobo Urquiza, quien hizo la mayor parte del recorrido con los ciclistas.
Se dobla en avenida Corregidora donde nuevamente la caravana “para el tráfico” y recibe saludos de los peatones, locales y foráneos, pues a pesar de no ser vacaciones, los visitantes extranjeros a Querétaro no cesan.
La llegada al final del recorrido está próxima. Se toma la calle de 16 de Septiembre, con su habitual carga vial, que retrasa un poco la llegada de la caravana, pero que permite ver con mayor detalle los edificios, algo que usualmente no se hace cuando se va en auto. La ciudad se ve con otros ojos.
Las biciorugas suben a la plancha del Jardín Guerrero, donde los espera una carpa donde hay distintos puestos, desde bicicletas en venta, ropa y guantes, hasta la exhibición de bicicletas antiguas, provenientes del Museo de Bicicletas Nancy Contreras.
Los ciclistas dejan las biciorugas y comentan la experiencia. La mayoría bajan con una sonrisa en el rostro, comentando el viaje. Se dirigen a ver la exhibición de las cuatro bicicletas antiguas que el museo, ubicado en San José Iturbide, exhibe, a invitación de las autoridades municipales.
Luis Fernando Ortiz, encargado del museo fundado hace dos años en la comunidad de Santa Anita, en el municipio de Guanajuato antes mencionado, señala que la bicicleta más antigua con la cuenta el museo (y que expone en el Jardín Guerrero) es una unidad alemana marca Gloria, que data de los años 20 del siglo pasado, caracterizada por los rines de madera y pieza de bronce. “El 95% de las piezas de esta bicicleta son las originales”.
Otra bicicleta que expone es una bicicleta estadounidense, fabricada en aluminio y piezas de avión. “Las otras bicicletas datan de los 50 y los 60, que se utilizaban para las vueltas de México. Todavía tienen sistema de transmisión francés, de la marca Simplex, y una bicicleta clásica de marca Windsor”.
Esta bicicleta, de tamaño pequeño, contrario a lo que se pensaría que es para niños, era para mujer. Luis Fernando explica que eso se deduce debido al corte que tiene en la parte delantera, donde una de las piezas tubulares dibuja una “U”, para que ahí “cayera” la falda o el vestido”.
Las bicicletas, dice, no tienen precio, pues los coleccionistas no venden sus piezas. Para conseguir piezas se intercambian entre ellos las partes que necesitan para reparar sus bicis, que son piezas de museo. Son tan especiales estas bicicletas que incluso sus faros tienen sistemas únicos. EL faro de la Gloria utiliza agua para encenderse. Lleva un mineral en la parte de abajo y arriba se regula el goteo del agua, para controlar la intensidad de la luz. Una tecnología única en su época y que hasta la fecha sigue siendo especial, como el amor por las bicicletas.