El 19 de septiembre de 1985, el suelo en la Ciudad de México y estados aledaños cimbró tras un sismo de 8.1 grados en la escala de Richter, 32 años después, como si fuera una pesadilla, un nuevo sismo de 7.1 grados sacude al país y ahora, el movimiento telúrico llega al estado de Querétaro.
Son cinco minutos para la una y media, al interior del Congreso local suena la alarma sísmica, que sólo dos horas antes había dado el aviso del simulacro conmemorativo del terremoto que sufrimos de 1985.
Aunque el sismo registrado en Querétaro fue de 3.8 grados de acuerdo con las autoridades de Protección Civil y no representó un riesgo directo a la población, las personas descienden de los pisos más altos del edificio en espera de estar a salvo. Piensan que es un simulacro. Algunas risas alivian la tensión.
Después de segundos de estar en la avenida, afuera del recinto que alberga a alrededor de 300 trabajadores, las llamadas telefónicas a los familiares aparecen “¡Están bien, están bien!”, dicen algunos que han logrado recibir mensajes de sus familias en otros estados, o bien, en otras zonas de la ciudad.
Los trabajadores se concentran en la calle a medida que pasan los segundos y las caras de desconcierto aumentan cuando conocen el grado del sismo: 7.1, trepidatorio y con un epicentro en tierra.
“Tengo familia en México y en Puebla. Estoy preocupada porque no entran las llamadas”, dice una de las trabajadoras que ha logrado descender del edificio y que alista sus cosas para desalojar el recinto que por instrucciones de seguridad fue evacuado. La mayor intensidad del movimiento se registró en los últimos pisos, el tres y el cuatro, según los empleados.
“El del 85 no lo sentí, pero este es el primer temblor que siento. Estoy aterrada porque lo sentí”, dice otra de las mujeres evacuadas.
Pese a que hubo saldo blanco tras el sismo, la gente en las calles habla de él, de lo que ocurrió en México y en Puebla.
En redes sociales, la actividad se repite. “Familiares en Ciudad de México, ¿Todos bien?”, dice uno de los usuarios y otro más “No tengo red. Mi celular tiene 5% de pila. Estoy bien, he visto con mis propios ojos edificios y casas derrumbadas”, agrega otro que vive en la Ciudad de México.
El sismo dejó saldo blanco, pero “se sintió terrible”, dice otra de las mujeres que espera el autobús.