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En el segundo piso de una vivienda ubicada en la vieja calle 2 de Abril, las vibraciones del zapateado, acompañadas del son jarocho, atraviesan los muros. Una probadita del tradicional fandango, que acompaña a esta expresión musical, fue llevada a San Juan del Río, en los pies y la jarana de Lucero Fernández Farías.
Originaria de la región de Los Tuxtlas, en Veracruz, corazón del fandango que acompaña a esta expresión musical, Lucero pertenece al grupo musical Mono Blanco, reconocido por ser formador de soneros jarochos, a través de sus talleres que han promovido desde el nacimiento de este grupo en 1977.
Lucero acudió a San Juan del Río para ofrecer un taller y contagiar a los habitantes de este municipio, de la identidad veracruzana, su fraternidad y comunidad, al ritmo del zapateado.
Una pequeña tarima es el epicentro de la convivencia musical; a esta suben soneros y de vez en vez asistentes, para aventarse los zapateados aprendidos en el breve encuentro. Quienes acudieron no desean ser diestros en el son, sólo quieren conservar un poco de la tradición jarocha y cumplir el objetivo buscado: difundir la música tradicional jarocha y sus elementos.
Cantantes, versadores y jaraneros, rodean la tarima para acompañar en el zapateado. Tres días duró el taller para concluir con el tradicional fandango. Es la primera vez en San Juan del Río, que un integrante de Mono Blanco acude para difundir su tradición musical.
“El son jarocho y el fandango fomentan la unión y convivencia, por eso es posible ofrecer talleres en rinconcitos de las casas, así como en salones grandes, lo importante es convivir y difundir la tradición sonera”, comenta Lucero.
Con sus 26 años de edad, es una de las integrantes más jóvenes de esta agrupación, que está próxima a cumplir 40 años y que prepara una celebración para reunir a sus primeros integrantes. Lucero nació en Santiago Tuxtla, Veracruz, sus padres son originarios de la población El Jato. Tiene un hermano mayor, Iván Felipe, quien también toca la jarana y gusta de la tradición musical de su pueblo.
Trae el gusto del son jarocho en sus genes y en sus orígenes, porque en la región de Los Tuxtlas la música y el fandango están ligados a la vida cotidiana de sus habitantes. En las bodas, las fiestas patronales y hasta en los funerales había un acompañamiento con los sones cantados y versados; jaranas, quijada, güiros, y requintos jarochos hacen la música. Lucero aún pudo presenciar estas tradiciones que se han ido perdiendo.
El gusto por son se perdió durante una generación en la familia de Lucero, quien afirma que su bisabuelo tocaba, cantaba y bailaba junto con sus contemporáneos, según le han relatado sus familiares. Sus abuelos no siguieron con la tradición y fue hasta la generación de su madre y sus cinco tías, que se retomó el gusto por la música.
“Mi tía la más pequeña, Gisela Farías, fue la que decidió aprender a tocar la jarana, porque tenía primos que le enseñaron; antes se creía que era una tradición de hombres, que no se veía bien que una mujer estuviera con los soneros, pero ella fue muy aferrada y decidió seguir con lo que le gustaba. Ella también forma parte del grupo Mono Blanco y me apoyó a estudiar y también formar parte de esta tradición musical”, dice.
El primer viernes de marzo y el 12 de diciembre son fechas importantes en El Jato, porque se realizan los fandangos más representativos de la localidad veracruzana. Para Lucero, el contacto con estas festividades definieron el futuro de su vida, ser sonera e integrarse al grupo Mono Blanco.
La joven comenzó tocando la jarana a los 13 años, su hermano le enseñó, pero ya llevaba la música por dentro y aprender el instrumento no le fue difícil. A los 15 años se sentía diestra en el zapateado y con este aprendizaje, recibió la propuesta de integrarse a Mono Blanco por parte de Gilberto Gutiérrez, pareja de su tía Gisela. Así que partió al Puerto de Veracruz, donde estudió danza y con ello, su camino a la conservación y difusión de las tradiciones de su lugar de origen.
Ahora Lucero, junto con los otros integrantes de esta agrupación, viajan a diversas regiones del país, para promover el son jarocho, rescatar la tradición de los fandangos y orientar a la población sobre esta expresión artística, que se conjunta con tradición y raíces culturales de Veracruz.
“Llevamos la música en la sangre, las vibraciones del zapateado, las llevamos en talleres, el grupo tiene en Veracruz un centro cultural desde el cual también se fomenta la tradición del son jarocho, a través de las clases de jarana, requinto de leona, estamos formando una comunidad sonera para conservar nuestras tradiciones”.