El Instituto de Ingeniería de la UNAM Campus Juriquilla cuenta con un laboratorio de desarrollo aeroespacial único en México, en el que se diseñan satélites artificiales compactos que son mucho más baratos de construir y que llevan a cabo las mismas funciones que satélites más costosos.
Jorge Alfredo Ferrer Pérez, a cargo de Desarrollo de Control Térmico y Propulsión Espacial en el Departamento de Ingeniería Espacial del Instituto de Ingeniería, explica que desde hace cuatro años se encarga del diseño, desarrollo, fabricación, integración y prototipado del sistema de control térmico y propulsión espacial para satélites pequeños.
En el instituto desarrollan satélites a raíz de una dinámica en la última década, donde centros de investigación del área aeronáutica y espacial comenzaron a tener un “boom” en el país.
El Laboratorio Nacional de Ingeniería Espacial y Automotriz, explica, pertenece a la red de laboratorios nacional del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y la idea es tener equipos originales a nivel nacional que ningún instituto o universidad tenga para que sea un punto de desarrollo a nivel nacional, único en la UNAM y en el país.
El lugar es amplio, con aparatos y maquinaria que se usa para doblar el metal —principalmente aluminio— que se usa para la construcción de los satélites. Ahí se pueden hacer todas las pruebas necesarias para soportar las condiciones del espacio y que se desarrollan en cinco y dos años, dependiendo del tamaño.
Los materiales que se usan en los aparatos dependen del tiempo de vida que se quiera que tenga en el espacio. En ellos trabajan pocas personas, a nivel nacional son menos de 50 los especialistas en ingeniería espacial en México.
“Actualmente contamos con varios clústers y aquí en Querétaro se tiene uno muy importante, con empresas reconocidas a nivel mundial, lo que fue un detonante. Ellos requerían no sólo capital humano, sino también investigación y desarrollo para resolver problemas de sus compañías.
“Bajo ese tenor, hace poco menos de 10 años la Facultad de Ingeniería de la UNAM tuvo la iniciativa de crear una unidad de alta tecnología en Querétaro, como una unidad de vinculación”, afirma.
A partir de esa necesidad y la parte estratégica en el Bajío, se pensó en que la unidad de especializara en el ramo automotriz y en el espacial, lo que genera proyectos y vinculación con las empresas. Ya con el tiempo y la creación de la Agencia Espacial Mexicana, se aterrizaron las principales áreas de investigación.
En la unidad y su laboratorio se desarrollan varios sistemas relacionados con las nuevas tendencias de la industria automotriz, como los de infoentretenimiento, navegación y radares. Mientras que en la parte espacial, desarrollan satélites pequeños y de no más de 100 kilogramos, los cuales son baratos y accesibles en el diseño y fabricación.
“[Un satelite] es importante porque existe un cambio de paradigma; en lugar de lanzar satélites de varias toneladas, con costos de hasta 500 millones de dólares, se llegó a una iniciativa para que sean pequeños y puedan ser equivalentes a ese gran satélite.
“Entonces, si ese gran satélite lo podemos pensar como dividido en pedacitos, que sea como un enjambre nos abarata precios, hace que sea accesible para institutos, universidades o gobiernos y se empieza a entrar a una dinámica diferente”, comenta.
Asegura que a nivel mundial el desarrollo de estos satélites está en auge, y en la UNAM esta tendencia es más interesante porque se dedican a desarrollar satélites “desde cero”, con sus propios diseños y manufacturas, los cuales pueden usarse en telecomunicaciones, navegación, fotografía aérea y espacial.
En la UNAM, precisa, los satelites se usan para la medición de gases contaminantes, con los cuales se podrán tomar fotografías, además de medir variaciones en la ionósfera en ciertos eventos telúricos que ocurran en el planeta.
Precisa que actualmente tienen tres proyectos grandes. El primero teiene por nombre Quetzal —en coordinación con el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT)—, y su objetivo es que este satélite se pueda lanzar en tres o cuatro años para permitir la medición de gases contaminantes.
“El objetivo de este satélite es muy importante porque ya la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha liberado información en la que se precisa que una de las causas de cáncer pulmonar es la contaminación en las grandes ciudades.
“Si nosotros podemos medir cuál es la fenomenología, medir cómo se comporta la contaminación en grandes ciudades podría generar información para que los organismos tomarán decisiones y usar esos datos para iniciativas contra la polución”, explica.
Otro de los proyectos que tienen es el Cóndor, que se desarrolla con el Instituto de Aviación de Moscú y la Universidad Nacional de Taiwán. Su propósito es medir las concentraciones de radón que son eyectadas por las placas tectónicas bajo ciertos sismos, pues existe la teoría de que estos gases, cuando entren en contacto con la ionósfera, generarán perturbaciones relacionadas con posibles temblores.
El tercer satélite que tienen en ciernes se llama Ulises 2.0, su objetivo es tomar fotografías, que al ser bajadas a tierra, serán interpretadas por artistas mexicanos, en una mezcla con la tecnología espacial.
Agrega que el costo de uno de estos satélites es menor a 20 millones de dólares; es decir, entre 5% y 10% del costo que tiene una unidad de gran tamaño.