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Guadalupe Morales Vázquez no es una mujer común. Habitualmente sus días inician a las 6 de la mañana, hora en que se dedica a las labores del hogar; prepara el desayuno, lo comparte con su familia y en la medida de lo posible ordena su casa.
Después de las 9 se le encuentra en el taller de cantera San Antonio, ubicado en la comunidad de La Ceja, municipio de Huimilpan, operando lo mismo una laminadora que una escuadradora, una perforadora y demás máquinas manuales que se utilizan en el moldeado de la cantera, una actividad que por lo general es desarrollada por hombres.
Habitantes de Huimilpan aseguran que antes de Guadalupe no se había visto que una mujer trabajara en alguno de los talleres, pero diversas circunstancias propiciaron que hace 15 años se metiera de lleno en el que inicialmente era el negocio de su marido, con quien terminó haciendo un muy buen equipo.
Empezó por ayudarle a limpiar el taller sacando los desperdicios que quedaban luego de dar forma a la piedra, luego comenzó a trabajar con la barra, y poco a poco le nació el interés por trabajar y terminar la piedra. Cuenta que al principio incluso lo soñaba.
“Lo que no se me olvida es un ojival. Ese ojival veía cómo lo hacía mi marido, y decía ‘yo lo puedo hacer’. En la noche soñaba que lo estaba haciendo y lo terminaba. Hoy puedo decorar ojivales, fuentes y columnas. Prácticamente todo”, comenta.
En la sala de su domicilio particular la chimenea fue hecha por ella, lo mismo que una columna café pálido que decora el espacio contiguo. “La chimenea la pusimos aquí para que mis nietos digan ‘esta la hizo mi abuela’. Esta es una de las primeras columnas que trabajé. Si la ven chueca es porque es una de las primeras”, bromea.
Comenta que cuando empezó a decorar le tenía mucho miedo a las máquinas, pues ha habido casos de trabajadores que se han cortado e incluso perdido alguna parte del cuerpo derivado de algún accidente.
En este sentido, reconoce que en el oficio hay muchos riesgos, aunque dice, es como todo: “tienes que tomarlos y seguir adelante.”
Es por eso que es muy exagerada a la hora de tomar precauciones. Cuando está en la perforadora, por ejemplo, se cubre con algunas piedras para evitar accidentes.
Mujer polifacética
Guadalupe nos recibe primero en el taller y luego en su casa cerca del mediodía, momento en que usualmente abandona las máquinas para preparar la comida y ver que su hija de 8 años de edad salga a tiempo a la escuela primaria, grado que cursa en el turno vespertino.
Además de la niña, tiene dos hijos que se encuentran fuera del país, radicando en los Estados Unidos.
La mujer hace de todo. Además de trabajar la cantera hace vitromosaico, un reciclado de vidrio con silicón, pega azulejo y resina que combina con madera o la propia cantera. También practica la pintura al óleo y el bordado guatemalteco, actividades que asegura, la desestresan un poco.
“Cuando el trabajo me estresa me voy a los cursos que dan en la Casa de la Cultura. Lo que pasa es que luego pienso y digo ¿el día que ya no pueda trabajar qué voy a hacer?”
Normalmente regresa al taller alrededor de las 2 de la tarde y a las 5 entra a bañarse para ir a recoger a su hija.
Los fines de semana aprovecha para hacer cosas que entre semana no tiene tiempo de hacer, como llevar algunas cuentas.
El domingo es para visitar a la familia. Comenta que a Alfredo, su marido, le gusta mucho caminar en el cerro. También le gusta mucho ir a la sierra, por lo que a menudo se trasladan a esta región del estado.
“Si me dieran una opción que me dijeran te voy a dar trabajo en cierto lugar y vas a ganar más, la verdad es que no lo tomaría porque desestabilizaría todo. Perdería mucho si tomara otro trabajo, aunque me pagaran más”, refiere Guadalupe.
La reflexión que hace es que en otro trabajo no tendría la posibilidad de salir a trabajar y procurar a su hija.
Para esta mujer no ha sido fácil combinar el trabajo con la casa. Recuerda que cuando estuvo embarazada de la niña trabajó todo el tiempo en el taller, aunque con sus debidos cuidados y bajo supervisión médica.
“Se pierde uno de mucho. A mis hijos creo que les faltó tiempo que yo no les pude dedicar por estar en el trabajo. Para mí como mujer no ha sido fácil. La gente aquí es muy machista. Lo ven mal. He recibido mucha discriminación por esto. A veces la gente me critica. Primero me preocupaba, pero ya no. Ese es un problema que hemos tenido pero lo hemos ido superando”, asegura.
“La cantera da para irla pasando”
La cantera es un trabajo que da para irla pasando pero no para darse lujos, refiere Guadalupe. Comenta que mucha gente que trabaja en ello en ocasiones ya no quiere hacerlo porque siente que no crece, aunque considera que hay que tener mucha disponibilidad de querer hacer las cosas.
“Aquí tenemos el problema de que la gente no quiere trabajar, y el que quiere trabajar no lo sabe hacer bien todavía. Esto es una cosa que no es fácil. Empiezan desde abajo pero es muy difícil que agarren el modo”, dice.
Actualmente en el taller se ocupan cinco personas; tres trabajadores que los apoyan y Guadalupe y su marido, aunque hay ocasiones en que nada más se quedan ellos dos. Su marido desistió de irse a los Estados Unidos cuando se metió de lleno a la cantera.
“A veces los trabajadores se van un tiempo a Estados Unidos y luego vuelven otra vez. Cuando les dan su visa se van, llegan otros, pero nada más van de paso”.
Labor inestable
El laminado es lo que más trabajan en el taller, además de molduras para ventanas. En diciembre se bajan mucho las ventas, pero a veces se junta mucho el trabajo.
Piezas del taller San Antonio han llegado hasta Estados Unidos, aunque ellos comercializan la cantera rumbo a la comunidad de Escolásticas, en el municipio de Pedro Escobedo.
Cuando no tienen pedidos y el trabajo es poco, Guadalupe aprovecha para hacer pozos y fuentes de miniatura, lo que más le gusta.
“Cuando no tenemos pedidos es lo que hago. Me encanta eso: buscarle forma a las piedras que van quedando”.
Alguien que se dedique a la cantera y que ya domine el oficio puede ganar hasta 500 pesos por día. Guadalupe recuerda que antes de meterse de lleno al oficio trabajó en una fábrica textil en la que ganaba 400 pesos de lunes a viernes.
“Es mucha la falta de oportunidades y si hay trabajo les pagan muy poco. Yo cuando no trabajaba en esto estuve trabajando en lugares que me pagaban muy poco. Después que me casé, igual”, señala.
Considera que las mujeres tienen que buscar oportunidades para salir adelante y agrega que quienes se casan ya no se pueden esperar en la casa a que el señor les lleve el sustento porque “nos moriríamos de hambre”.
Ventas a la baja
En el taller de Rogelio Delgado, ubicado en la comunidad de Escolásticas, municipio de Pedro Escobedo, se llegan a ocupar hasta ocho mujeres de forma simultánea cuando los pedidos de material así lo requieren.
No obstante, el productor de cantera refiere que en los últimos meses las ventas han venido a la baja, por lo que actualmente sólo emplea a Lupita y Lorena, dos amas de casa que viven en la localidad.
En el lugar, Lupita se encarga de operar la perforadora, ocupación que desempeña con dedicación pese al polvo que inunda el aire y el agua que le moja gran parte de las botas.
Empezó a trabajar en el taller hace alrededor de dos años, en gran parte por necesidad. Refiere que si no se ocupara en la cantera probablemente trabajaría en alguna tienda o tortillería, en donde los sueldos son muy bajos.
La mujer perfora hasta 30 piezas en un día y tarda entre 20 y 30 minutos en decorar cada una de ellas para que al final tomen forma de fuente de agua. “No es difícil aprender. En un ratito cualquiera aprende”, señala.
Lo que más se vende en el taller son las fuentes de miniatura, aunque en el espacio se pueden encontrar molcajetes, macetas, floreros, palomas, portalápices, portarretratos, portallaves, servilleteros, veladoras, ceniceros y candelabros, entre otros objetos.
Línea de productos
Rogelio refiere que por lo general manejan una línea de 12 productos, los cuales replican en distintos tamaños y colores de piedra. “Siempre tenemos mujeres trabajando. Hay algunas piezas que ellas terminan todas y en otras sólo participan en algunas partes del proceso. Básicamente hacen el trabajo de decoración y se encargan del terminado del empaque. Para lo más pesado siempre hay un trabajador que nos ayuda”, expone el artesano.
Antes de dedicarse a la cantera, Rogelio se dedicaba a hacer máquinas, pero desde hace alrededor de ocho años abrió su taller de artesanías en la avenida principal de Escolásticas, comunidad reconocida a nivel estatal porque gran parte de su población se dedica a trabajar la piedra.
El productor considera que hace falta mayor promoción y canales de comercialización para que quienes se dedican a esta actividad puedan colocar sus productos. “Lo que tenemos de apoyo es muy poco y muchas veces no se cuenta con los recursos”, indica.