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Todas las ciudades tienen construcciones, calles o monumentos que evocan recuerdos de generaciones anteriores, y de como han ido evolucionando las necesidades de las sociedades actuales. Sin duda, uno de esto lugares llenos de magia, y que sus paredes guardan miles de historias, es la antigua estación de ferrocarril de Querétaro, hoy en día el Centro Cultural La Vieja Estación, ubicada en la calle Héroes de Nacozari, en el Centro Histórico.
Al caminar desde avenida Universidad, sobre la calle Cuauhtémoc hacia la vieja pero bien cuidada estación, el colorido de las casonas antiguas atrae a los visitantes, y a pesar de que hay domicilios donde se han instaldo bares y hoteles, caminar por las calles adoquinadas hace imaginar el año de 1904 cuando fue inaugurada la estación, una atmósfera completamente diferente a la de hoy en día.
En este edificio, desde hace 16 años trabaja Héctor Aguirre, quien no es ferrocarrilero, pero conoce la historia de estas grandes máquinas de acero que existen tanto en Querétaro como en la Ciudad de México. Su trabajo lo apasiona, por lo cual, a través de los años ha logrado caracterizar su vestimenta como conductor de tren.
Aguirre cuenta que ha visto crecer la antigua estación, ya que recuerda cuando la gente no la visitaba, no había bancas ni plantas. En cambio, en la actualidad, desde el sábado hay movimiento, ya que fueron habilitados los bailes de salón, los cuales son más concurridos por adultos y personas de la tercera edad, pero llenan el andén y hacen que el tiempo pase más rápido.
“Era triste llegar a las ocho de la mañana y esperar hasta las ocho de la noche y que no llegará tanta gente, durante años estuvimos buscando cuál era el detonante, con qué íbamos a poder arrancar esto (…) Los sábados tenemos una hora de karaoke y durante el baile procuramos que algunos de los cantantes interpreten una pieza bailable, yo canto, y procuro insertar cosas que tiene que ver con el ferrocarril, por ejemplo, cada momento ‘voy tropezando en la estación y es que no queda nada entre tú y yo’, esa es la idea”, narra con una sonrisa en la boca y sin dejar de ver a los visitantes por si necesitan algún tipo de información o ayuda durante su recorrido.
Viejos visitantes
Entre las personas que más recuerda Héctor Aguirre, y que anteriormente visitaban la estación por cuestiones de nostalgia, estaba un adulto mayor que había trabajado como ferrocarrilero, y siempre se ofrecía para arreglar la máquina de vapor, que ahora está a un costado de la estación, pero sólo para ser exhibida.
“Decía: ‘Esa máquina se pueda echar a andar, hay que conseguir las piezas’, pero ya no está esa persona, había otro que nos platicaba del Express, todo el movimiento que había, hasta dónde llegaban las estibas de las cajas y todo el relajo que se hacía aquí”, comenta mientras se escucha el murmullo de las personas que acababan de presenciar la presentación de un trío musical.
Otra de las acciones que Héctor hace, sin instrucción alguna, sino por amor a su trabajo y para motivar a los niños, es conseguir calendarios antiguos con empleados de la empresa Kansas City, para recortar la fotografía de locomotoras y regalársela a aquel niño o joven que le cuente con emoción lo mucho que les gustan de los trenes.
Asombrado, refiere que hay niños, sobre todo al ser de nuevas generaciones, que no tienen nada que ver con el ferrocarril, pero aun así piden a los padres que los lleven a conocer la estación donde años atrás hacían parada los trenes.
“Me piden fotos, para los niños es como ver a un bombero, y para compartir, les presto el guante para que puedan saludar al maquinista. Después de estar varios domingos se me ocurrió que para seguirlos motivando, a los adultos también les prestamos al guante. Para los maquinistas es un gran gusto ver que la estación está viva, porque pasan por estaciones que han sido saqueadas, demolidas, quemadas, pasan por Querétaro y ven guantes y ven a los niños contentos”, manifiesta Aguirre sosteniendo los guantes grises que presta a los visitantes de todas las edades.
Visitas guiadas
Este personaje tan importante para la antigua estación hace visitas guiadas para alumnos de diversas escuelas o grupos de entre 20 y 40 personas. Durante el recorrido, que puede durar hasta dos horas, platica sobre la última vez que llegó un tren de pasajeros en el año 1997, así como el flujo de viajeros que había, ya que al día transitaban por las vías de Querétaro alrededor de 60 locomotoras.
“Recibimos desde tercero de preescolar hasta universidad, recorremos todo el inmueble y conocemos para qué utilizaban los señores los ferrocarriles, cada una de estas áreas, y a medida que vamos avanzando vamos comentando acerca del medio de transporte (…) Tienen que sacar cita en la Secretaría de Cultura, los esperamos para que conozcan este mundo del ferrocarril, para que siga vivo”, dice, mientras aprovecha para extender la invitación a toda la ciudadanía.
Aguirre asegura que en primavera la gente acude a la estación porque es un lugar fresco, y su estilo inglés ecléctico en coordinación con los pequeños detalles, como las letras “Q” de fierro forjado en las protecciones de las ventanas y puertas, hacen que todo aquel que visita la antigua estación la sienta suya y se quede más tiempo del esperado.
“No emplearon soldadura porque no existía en aquella época, la letra “Q” la pusieron porque la gente dormitaba durante sus viaje y había mucha gente que no sabía leer ni escribir, pero cuando despertaban identificaban su llegada a Querétaro por la “Q” (….) Nos gusta integrar a la gente para que sientan a la estación como suya, para que así cuiden el espacio”, externa Aguirre, además de agregar que sólo una pequeña reja divide el acceso a la estación por la parte de las vías, sin embargo, el edificio no ha sido vandalizado de ninguna manera.
Revivir a la antigua estación
Valentín García Márquez, director del Centro Cultural La Antigua Estación del Ferrocarril, explicó que fue en 2002 cuando inició la conversión de sólo una vieja estación a un centro cultural, esto a raíz de la donación del edificio por parte de Ferrocarriles de México al municipio de Querétaro.
“A partir de ahí se comienza a incorporar un taller, y tendríamos cinco o seis talleres, entre ellos pintura, danza, ajedrez, y los sábados de bailes de salón que hasta la fecha persisten (…) La estación tuvo una vocación de convertirse más hacia un museo, y comenzamos con una exposición que duró muchos meses y las actividades en la estación fueron de otra naturaleza, conciertos, presentaciones de libros, cada miércoles hay una conferencia que está vinculada con la historia de Querétaro”, puntualiza.
García Márquez añadió que todos los talleres fueron migrados en 2011 al Centro Cultural La Vía, ubicado sobre Héroes de Nacozari esquina con Estío, ahí acuden los vecinos de la zona o cualquier otro ciudadano interesado en aprender habilidades artísticas.
Mientras que en la Antigua Estación hay en la planta alta exposiciones temporales donde se les da espacio a artistas locales o nacionales, además de que cada domingo está la exposición de trenes a escala.
La zona donde está ubicada la antigua estación, al colindar con colonias de altos niveles de inseguridad, también repercute sobre los visitantes o alumnos del Centro Cultural La Vía, sin embargo, eso no ha disminuido la afluencia de gente, aseguró García Márquez.
“En el caso del Centro Cultural La Vía, hemos tenido vandalismo en algunas ocasiones, por ahí ha habido quejas de algunos usuarios de que les dan cristalazo a su vehículo, o que los asaltaron en el paso subterráneo de Nicolás Bravo, en la estación no, ahí tenemos mejores experiencias, felizmente no hemos tenido agresiones de ese tipo, algunos vecinos, en lo que va desde Invierno hasta Cuauhtémoc, sí les han dado cristalazos, pero sí, la zona tiene esa fama de insegura, afortunadamente tenemos eventos muy concurridos, el baile de los sábados es de los elementos más socorridos, en un buen día tenemos cerca de 400 adultos en el andén, la gente, a pesar de ello, sí va a la estación, y mucha de la actividad es nocturna”, finalizó.
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